eL suyo no es, ni mucho menos, uno de los grandes nombres de esta Eurocopa. Tampoco es un gran referente en su selección, donde son otros, como Gianluigi Buffon, Giorgio Chiellini o Daniele De Rossi quienes se llevan todos los méritos. Es más, ni tan siquiera comenzó el torneo francés como titular. Fue suplente en la victoria de su equipo por 2-0 ante Bélgica, pero Alessandro Florenzi (Roma, 11-III-1991) se ha ganado la confianza de Antonio Conte y se ha hecho un puesto en el once. Futbolista de cuna, creció junto al campo de fútbol del centro deportivo Atletico Acilia, donde sus padres gestionan el bar, el romano, ídolo en su equipo, la Roma, y a quien exigirán galones desde la grada una vez que el eterno Francesco Totti y el veterano De Rossi decidan hacerse a un lado, él mismo admite que “puede decirse que nací en un campo de fútbol, nunca me separé del balón. Me gustaba invitar a mis amigos a echar partidillos, a veces nos jugábamos regaliz: si perdía, corrían a cargo del bar de papá y mamá”.
Allí creció, no demasiado, hasta los 173 centímetros, antes de fichar por la Roma, a donde llegó con 11 años. Su pequeña estatura a punto estuvo de pasarle factura mientras fue quemando etapas de formación a pasos agigantados. Bruno Conti, responsable de la cantera romana, no perdió la fe en él. Mantuvo la confianza en el menudo jugador, que por entonces se desempeñaba como centrocampista, pero que ya había demostrado que podía actuar en banda. Lo hizo como extremo en principio y luego, con el paso del tiempo, retrasó su posición para, en una defensa de cinco, jugar como carrilero.
Tras ir subiendo peldaño a peldaño por las distintas categorías del club, Florenzi se topó en 2011 con Luis Enrique Martínez. El ahora técnico del Barcelona le cerró de par en par las puertas de la Roma y tuvo que buscar una cesión. El Crotone, de Segunda, le recibió con los brazos abiertos. “Es pequeñito, sí, pero tiene una gran resistencia y una técnica extraordinaria. Centra bien, chuta bien, tiene un gran golpeo, sabe jugar entre líneas... Para mí es un jugador para un club grande”, apunta Leonardo Menichini, quien le reclutó para el Crotone.
Allí demostró con creces su valía, lo que le sirvió para regresar a la Roma, donde ya no estaba Luis Enrique. Al técnico asturiano le regaló un golazo la penúltima vez que se vieron las caras. Un disparo desde 40 metros que se coló por la escuadra de la portería de Ter Stegen. Ahora, el italiano, indiscutible en su equipo y en la selección, afronta uno de sus partidos más importantes.