El Barça aborda el título intercontinental para cerrar una brillante temporada
En la que sólo se le escapó un título: se lo quitó el Athletic, por goleada
bilbao - El Barça partió ayer rumbo a Tokio para enfrentarse el próximo jueves al Guangzhou Evergrande chino en la semifinal del Mundial de Clubes, torneo del que parte como claro favorito, y con el River Plate como previsible contrincante en la final, prevista para el domingo 20 de diciembre. Sin embargo los tres empates consecutivos que ha sumado, sobre todo frente al Valencia en la Liga, una semana atrás, y ante el Deportivo el pasado sábado en el Camp Nou, han desatado las dudas razonables.
Todo tiene su explicación. El empate de Valencia (1-1) fue un golpe de mala suerte, después de imponer un dominio total que, sin embargo, no se reflejó en el marcador. Otra cosa ha sido la igualada frente al Bayer Leverkusen del pasado martes, en la Champions, más que nada porque Luis Enrique reservó a gran parte de los futbolistas titulares. Y ante el Deportivo, con el equipo de gala, pagó caro su soberbia y exceso de confianza. Y echó de menos a Neymar, el futbolista sobre el que gravita las obsesiones azulgranas.
Resulta que Messi no tiene aún un óptimo estado físico, consecuencia de la lesión que le tuvo alejado de los terrenos de juego durante dos meses, y en su ausencia creció la figura del brasileño, que llega al torneo, antaño Copa Intercontinental (rebajada a Copa Toyota en caso de derrota), entre algodones, después de haber sufrido un pequeña lesión fibrilar en el adductor de su pierna izquierda. El MSN, ese triunvirato intimidatorio y demoledor que conforma con Messi y Luis Suárez, no sería posible, y el Barça perdería buena parte de su fascinación y capacidad goleadora.
Neymar ya disputó la final en la edición de 2011, pero formando parte del Santos, que fue abrasado (4-0) precisamente por el Barça de Pep Guardiola, que culminó así el famoso sextete. Tal fue la fascinación y embeleso del crack brasileño hacia Messi y, en general, al elegante fútbol del equipo azulgrana, que ese día jugó sin delanteros específicos, que desde entonces lo tuvo clarísimo: quiero marcharme allá. Y así fue.
Con él, o sin él, pocos dudan de que Luis Enrique está en disposición de completar una campaña brillantísima (ya ha conquistado Liga, Copa, Champions y Supercopa de Europa), pero de ningún modo alcanzar la hazaña de Guardiola. Les falta un título: la Supercopa de España. Trofeo que perdieron ante el Athletic de forma apabullante (4-0 en San Mamés y 1-1 en el Camp Nou).
El Mundial de Clubes arrancó el pasado jueves con un encuentro preliminar entre el Auckland City de Nueva Zelanda, equipo entrenado por el catalán Ramon Tribulietx y con dos futbolistas españoles, Ángel Berlanga y Míkel Álvaro, y el Sanfrecce Hiroshima, que ganó por 2-0. El campeón de la Liga nipona también se impuso ayer al Mazembe congolés (2-0) y jugará el próximo miércoles contra el River Plate por un puesto en la gran final.
A su vez, el Guangzhou chino, dirigido por el veterano técnico brasileño Felipao Scolari y con varios futbolistas de su país en sus filas, como Paulinho, Elkesson, Goulart y Robinho, exjugador del Real Madrid y Milan, entre otros equipos, eliminó al América mexicano, el campeón de la CONCACAF, (1-2), lo que puede considerarse como una sorpresa.
Si todo sucede según la lógica, la final volverá a recoger el espíritu de lo que siempre ha sido la Copa Intercontinental. El desafío entre el campeón de Europa y el campeón de América del Sur, el ganador de la Copa Libertadores, el legendario River Plate. Sin embargo Los Millonarios terminaron novenos el campeonato argentino y en los últimos 18 partidos oficiales acumulan nueve derrotas, cinco triunfos y cuatro empates. El técnico Marcelo Gallardo podrá contar con el Pato Sánchez y Matías Kranevitter, antes de su marcha al Monterrey mexicano y al Atlético de Madrid respectivamente, y que forman la columna vertebral de los porteños junto a jugadores como Bravonero, Maidana, Ponzio, Pisculichi o Rodrigo Mora.