bilbao. "La gran victoria" que Brasil alcanzó en la final de la Copa Confederaciones fue ante " la mejor selección del mundo", dijo Neymar, el gran protagonista, seguramente para ensalzar la transcendencia del triunfo, labrado además en Maracaná, el legendario estadio brasileño, recinto estelar del próximo Mundial, y sobre el cual, de vísperas, sobrevolaba el fantasma de otro maracanazo, aquella derrota que se transmutó en trauma en el acerbo colectivo de los torcedores (hinchas) de la canarinha durante decenios.

Para evitarlo, los aficionados brasileños transformaron el estadio en un gigantesco catalizador de energía positiva; los jugadores de Felipao salieron concienciados de la importancia que tenía el partido, incluso más allá de lo meramente deportivo (el desencanto social, las protestas en la calle); tuvieron esa pizca de suerte (el tempranero gol de Fred), un plan preciso y muy estudiado (presión agobiante, muy arriba; las faltas tácticas para romper el ritmo del rival, hasta desquiciar al mismísimo Iniesta); el estado de ánimo de unos y otros nada tenía que ver; Neymar estuvo deslumbrante, y qué leches, se trata de Brasil, la pentacampeona mundial, desafiada en su propio territorio por unos advenedizos, al fin y al cabo.

"De vez en cuando es conveniente perder", afirmó Vicente del Bosque consumada la derrota de España. Porque, ¿de qué estamos hablando?, de la Copa Confederaciones. ¿Y qué es la Copa Confederaciones? Un torneo que la FIFA se ha sacado de la manga para ganar más dinero. Es decir, el Trofeo de la Galleta.

Sin embargo, todo el mundo futbolístico tenía girada la mirada hacia el esperado enfrentamiento entre Brasil y España, y en Maracaná. Un partido mayúsculo, por muy menor que sea el envoltorio. No hubo color. La victoria de la canarinha fue tan incuestionable que ya se habla de fin de ciclo, sobre todo por los síntomas de agotamiento que ofrecieron gente otrora clave, como Xavi o Villa.

Emerge de nuevo Brasil como la superpotencia que siempre fue, y los llamados chicos de oro cierran un ciclo portentoso, con dos Eurocopas y un título mundial consecutivos. Parece una conclusión generalizada. Sin embargo, dentro de un año se disputará el Mundial fetén, y en Brasil. Maracaná aguarda para la revancha en el torneo de verdad. Entonces sí se podrán sacar conclusiones válidas sobre la dimensión auténtica de Brasil y España, con permiso de Argentina, Alemania u Holanda.