Bilbao

En enero de 2003, el empresario estadounidense de origen ucraniano Dimitry Piterman se hizo con el control del Racing, convirtiendo al club cántabro en una atracción de feria. Piterman, en su condición de dueño, se nombró entrenador del equipo y haciendo y deshaciendo a capricho, puso de moda al equipo cántabro, pero no precisamente a causa del espectáculo futbolístico. Llegó un momento en el que el resto de los accionistas unieron sus fuerzas y, con el apoyo logístico de las instituciones, lograron arrancar a Piterman la presidencia del Racing y expulsarle del lugar.

El controvertido empresario trasladó su circo al Alavés, pero esa es otra historia. La del Racing, en cambio, vuelve a repetirse, como si no hubiera sido suficiente con el escarnio que dejó Piterman. Pero cuando el hambre aprieta y casi nadie está dispuesto a arriesgar sus dineros en el fútbol, y las instituciones también dicen ¡basta!, con tal de sobrevivir se admite cualquier cosa. Como a un indio. Pero no a uno cualquiera.

Según su currículo, Míster Alí, como así se le conoce por Cantabria, es un empresario que posee un capital privado cifrado por él mismo en más de 8.000 millones de libras y 130 empresas, que tienen sus sedes en Baréin y Suiza. Vamos, que debe ser riquísimo, aunque nunca ha figurado en las listas de multimillonarios elaboradas por la revista Forbes.

Aunque en el Racing estaban escarmentados tras la experiencia con Piterman, había que aprovechar un chollo semejante, que no aterrizó sobre la Cantabria infinita caído del cielo, sino a través de Credit Suisse, prestigiosa entidad suiza que encontró un inversor para comprar el club y, después, avaló su solvencia. Con esta carta de presentación, Ali Syed se hizo el pasado 29 de enero con la mayoría accionarial que estaba en poder de Jacobo Montalvo (Dumviro Ventures), en una operación en la que intervino el Gobierno de Cantabria, que tenía pignoradas las acciones de club como garantía del crédito participativo de casi siete millones de euros que el Racing tiene pendiente con el Ejecutivo cántabro a través de la empresa pública Cantur.

Las promesas y compromisos con las que se presentó Ali Syed en Santander le bastaron tanto al club como al Gobierno regional para aceptar al empresario indio sin demasiadas suspicacias.

Además Alí caía simpático a la afición por su desenfadada y nada protocolaria forma de festejar los goles en el palco de El Sardinero, para solaz y descarga de Miguel Ángel Revilla, presidente en funciones de Cantabria e hincha pasional del Racing, que puro en mano disfrutaba como nadie con su nuevo socio.

Luego, Míster Alí paseaba por las calles repartiendo sonrisas y gestos entre el paisanaje a refugio, eso sí, de sus malencarados escoltas.

proyectos y la cruda realidad Alí Syed prometió invertir de inmediato 50 millones en fichajes y aseguró que, a medio plazo, estaba dispuesto a poner en marcha un proyecto serio para clasificar al Racing en las competiciones europeas y situarlo en disposición de competir incluso con el Real Madrid y el Barça.

Por si fuera poco, Mister Alí anunció al Ayuntamiento de Santander que iba a realizar obras de mejora en El Sardinero, de propiedad municipal, y aportar, a través de su empresa Western Gulf Advisory (WGA), 500.000 euros en los próximos cinco años, 100.000 al año, para financiar un proyecto solidario.

De todas estas ideas nada se sabe. Por no saberse, se desconoce hasta el paradero del empresario indio.

Su desaparición ha hecho emerger la cruda realidad del club cántabro. El Racing debe a Hacienda 9,1 millones de euros y a los jugadores 2,2 millones de la pasada temporada, a los que se sumarán otros 11,5 a 30 de junio. También adeuda a Jacobo Montalvo 6,7 millones de euros por la compra de las acciones.

Lo cierto es que el empresario indio, con su actitud, tiene paralizado al club escudándose en un supuesto derecho preferencial que se reservaron los antiguos consejeros de Silver Eagle sobre una hipotética venta posterior de las acciones por parte del anterior propietario. Ali Syed ha hecho saber al club que, mientras esta situación no se resuelva, sus asesores le aconsejan que no haga pago alguno.

Los jugadores, que ya no se fían ni de su sombra, han amenazado con denunciar a la entidad si no les pagan los 1,7 millones de euros que se adeuda a once jugadores desde la pasada temporada.

la espantada de marcelino Aprovechando el lío, el técnico Marcelino García Toral, contratado cuando Mister Alí desembarcó en el club, encontró el caldo preciso para rescindir unilateralmente su contrato y dar un salto cualitativo en su carrera fichando por el Sevilla bajo el pretexto de los reiterados engaños del empresario, al que acusa de haber "tomado el pelo a todos". Todo parece indicar que con Marcelino se vaya también el mexicano Giovani Dos Santos, la otra apuesta afortunada del Racing de Ali Syed.

El pasado miércoles Francisco Pernía, presidente del Racing, y su director general, Roberto Bedoya, comparecieron ante los periodistas para ofrecer las pocas explicaciones que podían dar.

"Hay tres formas de solucionar este asunto", dijo Bedoya, "primero y poco probable que el máximo accionista Ali Syed cumpla con sus promesas; segundo, que éste venda las acciones a un nuevo propietario, y tercero que el Gobierno de Cantabria avale un crédito de seis o siete millones para tener liquidez y así afrontar los pagos urgentes".

Aunque su deuda global, sobre los 26 millones de euros, no es excesiva comparada con la mayoría de los clubes, sobre el Racing ya pende la amenaza de entrar en concurso de acreedores si no logra solucionar los problemas financieros que le aprietan en un plazo de dos meses.

Para evitarlo, el Racing ha invocado el socorro de las instituciones, que ya han tomado cartas en el asunto. Así, el Gobierno de Cantabria pondrá en marcha la siguiente garantía con la que se aseguró el cobro del crédito que concedió al Racing en 2004 pignorando de nuevo las acciones.

Sin embargo Alí Syed, que se había comprometido a devolver ese crédito, de siete millones de euros en varios plazos, perderá dinero, ya que hizo un primer pago al momento de la compra de 750.000 euros, y como no atendió el segundo vencimiento, de 1,3 millones, el Gobierno cántabro cobró esa cantidad ejecutando un aval de Credit Suisse.