Un grupo de estudiantes de la UPV-EHU acaba de concluir un extenso e intenso estudio de esa nueva ciencia -o tal vez simplemente arte- que se ha instalado en Euzkadi y que ellos llaman promisología. Es la ciencia, el arte, la destreza, de hacer promesas electorales sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ni mucho menos decir cómo se podrían pagar sus ofertas. Si Winston Churchill prometió "sangre, sudor y lágrimas", estos ofrecen el oro, el moro, mucho incienso y mucha mirra gratis et amore. El micrófono lo aguanta todo.

La tesis tiene un título muy largo: Anatomía y Fisiología del Fenómeno de la Promisología en sus Relaciones con la Ética Inestable. El research es extraordinario... Han recopilado todas las promesas que han hecho los candidatos durante la campaña y han llegado a conclusiones devastadoras. Las señoras Iriarte y Gorrotxategi, como es natural, van a la cabeza de ellas. Los estudiantes han reunido nada menos que 2.456 promesas. ¡Fabuloso! A mucha distancia se encuentra con solo una el pobre Carlos Iturgaiz, un candidato rodeado de paracaidistas de la meseta que no suele abrir la boca para prometer nada salvo que con él la España del Cid Campeador no se romperá nunca. El señor Becerra ha hecho 245 promesas. Mendia anda por las 678. Los del Pacma tienen 453 y Urkullu un librote de casi 500 páginas. Lo malo para los opositores de Urkullu es que este irá a los plenos con su tomazo para decirles, raca raca, a los del Frente Popular de qué manera está cumpliendo sus promesas y el presupuesto para hacerlo de dónde lo saca. Ya estoy viéndole a Casanova (que es el que manda) levantando la mano y pidiendo la palabra.

En la abultada tesis sociológica aparecen reseñadas todas las promesas. Faltan las del sindicalismo jurásico, pero estos no se presentan a las elecciones. Lo de ellos es la pancarta, la huelga por la huelga, no ir a las reuniones y los piquetes en la calle. Hay también algunos candidatos que no se han tomado el trabajo de prometer nada. No porque no sean serios, sino porque saben que son candidatos de atrezzo.

Ahora bien, ¿qué es eso de la ética inestable? La conclusión que sacan los estudiantes es sencilla: cuantas más promesas hace un candidato, menos calidad política tiene, menos experiencia, más deficiente es en su ética política y en su conocimiento del medio. Es decir, está mintiendo al electorado. Le está tomando por el pito de un sereno.

Eso es correcto. La promisología, o lo que podríamos llamar la promisofilia, está en razón directa a la desesperación del candidato. Como se ve perdida/o, lo promete todo. "¡Ahí me las den todas!", dicen enfáticos desde el tingladillo callejero mientras Arkaitz Rodríguez levanta el puño y Pilar Garrido aplaude entusiasta a la nueva Rosa de Luxemburgo vasca.

En el caso de Urkullu, lo que se ve es una cierta promisofobia, odio a las promesas insustanciales y ganorabakas. Urkullu parte de un principio rígido: hay que cumplir y yo no prometo lo que no voy a poder cumplir. Y yo no puedo decir que haré esto y lo otro si no digo cómo se va a pagar. Eso es bueno. Está dentro de los alineamientos de su temperamento. Es un hombre serio y riguroso que opera mentalmente dentro de unas coordenadas morales inflexibles. Se respeta a sí mismo y respeta a sus conciudadanos. "Mejor es quedarme corto que pasarme de rosca", podría decir. Es como los que te invitan a chiquitos y pagas la ronda tú, aunque Urkullu solo beba agua.

Ahora bien, en este vasto océano de promesas, hay algo que no se ve. Ninguno de ellos ha dicho lo que va a hacer si pierde la presidencia. Mucho menos Maddalen Iriarte, a la que le ha encantado que le llamen lehendakari.

Gorrotxategi, a quien todos le hacen la pregunta porque se le ve el perfil de perdedora, se niega a responder. "Yo voy a ganar de todas maneras, no me haga esa pregunta". "Yo en esta campaña he sembrado la semilla del Frente Popular vasco-español y eso en sí ya es una gran victoria, aunque me quede en chasis", suele decir bastante enfadada y eso que le gusta la mermelada de naranja. Es una respuesta que a Pablo Iglesias le gusta mucho. Mucho más a Monedero, que se ha pasado la campaña poniendo pringando al PNV.

Nadie le pregunta a Urkullu lo que va a hacer si pierde. Primero, porque se estima que no va a perder. Y segundo, porque hay un ingrediente racional en Urkullu que permite suponer que, si pierde, se quedará tan tranquilo en su casa de Durango. Ya de hecho, hace tiempo que no vive en Ajuria Enea como les pirraría hacerlo a Maddalen y a Gorrotategi. Lo primero que harían sería quitar los cuadros de Aguirre y pondrían los del Che y de Mao. ¡Menudos saraos revolucionarios organizarían! ¡Le invitarían hasta a Maduro a la toma de posesión en Gernika! En resumen. Iriarte y Gorrotxategison como Cristóbal Colón, que cuando salió no sabía a dónde iba, cuando llegó no sabía dónde estaba, cuando volvió no sabía de dónde volvía, y además lo hizo con el dinero de los demás. Amén.