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Policía en democracia

Las polémicas en torno a las fuerzas policiales ponen en cuestión la seguridad colectiva y sus garantías en democracia, imprescindibles para el pacto social que les cede el monopolio de la fuerza

La unidad de investigación de la Guardia Civil (UCO) se ha convertido en un actor mediático y político en una espiral de informes y filtraciones que no beneficia en nada a su función en el modelo de máximas garantías que compete a una democracia. No es un fenómeno que se limite a este órgano policial ni al propio ámbito de la seguridad pública, en tanto la actuación de la Justicia viene estando sometida al mismo fenómeno de desgaste. Por voluntad o por omisión, los informes policiales son materia de especulación mediática, cuestionamiento judicial y se ven salpicados por una percepción de intención que no favorecen la debida imparcialidad. Hay precedentes de interpretaciones policiales que no han acabado respondiendo a la realidad de los hechos y errores contrastados que las conclusiones precipitadas restan fiabilidad y, sin ella, garantías. En democracia, el monopolio de la fuerza que el pacto social otorga a las instituciones comunes debe ejercerse con el máximo celo. A los cuerpos policiales se les otorga una presunción de veracidad que debe ejercerse por estos de forma exquisita y desapasionada, algo que no siempre sucede por un exceso de celo o por una contaminación ideológica. Pero las garantías debidas en la acción de los cuerpos policiales competen a la autorregulación, a la legislación y al control judicial. La primera no puede ser sustituida por un corporativismo que en el pasado ha dificultado o impedido clarificar los excesos cometidos en nombre del bien común -arbitrariedades, violaciones de derechos, desproporción...-. La segunda es materia pendiente en tanto persisten normas -secretos oficiales, ley mordaza- que los legisladores no han sido capaces de adaptar o, directamente, han preferido instaurar o conservar. La tercera es, en los asuntos más mediáticos, difícil de cumplir en tanto sus propios procedimientos sufren el lastre de la filtración pese a la obligada protección del proceso judicial y sus presunciones. Encarar estos extremos irá en beneficio de todo cuerpo policial homologado en democracia. Y permitirá combatir otras posturas que los ponen en el punto de mira por interés político. La seguridad pública es un activo colectivo y sus encargados, servidores públicos; empoderarlos pasa por otorgarles medios y cualificación y exigirles compromiso y controles democráticos.