Es pronto para medir las heridas internas que haya podido dejar el proceso de renovación de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) pero sí es preciso constatar que hay un ganador, que no se puede considerar un reformista de la trayectoria del partido y que necesitará cohesionar internamente su liderazgo mientras proyecta la función de utilidad de ERC dentro y fuera de Catalunya. La candidatura de Oriol Junqueras y Elisenda Alemany –nueva secretaria general– es la vencedora de un pulso interno que le ha otorgado el 52% del respaldo de los votos militantes. Un resultado con doble interpretación. Por una parte, es obvio que Junqueras es presidente de ERC porque ha batido al resto con suficiencia –10 puntos más que el otro candidato en segunda vuelta– pero también que los desencuentros de la campaña son semilla de desconfianza que deberán superar todas las partes, pero especialmente el propio Junqueras, al que la mitad de su militancia no ha considerado su candidato. Sin demasiado tiempo para reposar los resultados, la nueva Ejecutiva republicana tiene que empezar a asentar los cimientos de su rescate electoral tras la sucesión de castigos en las últimas citas con las urnas. Para ello será imprescindible que defina un rumbo en el que deberá descartar una dirección o su opuesta: posibilismo o radicalidad. La ERC que hereda quien ya la dirigió hacia el fallido procés tendrá que gestionar su papel en la gobernabilidad de Catalunya y del Estado. Se termina el impasse consustancial al proceso interno y toca tomar decisiones. La presión al Ejecutivo de Sánchez en Madrid se endurece formalmente, aunque la prueba de fuego, como la de todos, estará en la sostenibilidad del propio gabinete, que depende de sus votos y de los de muchos otros para tener continuidad. Hasta ahora, el pulso en el Congreso ha sido tamizado por la prioridad de no abrir las puertas a la derecha pero se ha visto superado por Junts en la función de azote y exigencia. La tentación de jugar a quién está dispuesto a llegar más lejos en su radicalidad tiene su vaso comunicante en Catalunya, donde la elección de Junqueras debe ser más directa: entrar o no en el Gobierno de Salvador Illa; sostenerlo o debilitarlo. Son muchos los hilos que deberá tejer Junqueras dentro y fuera de ERC y el calendario puede empujarle a las urnas.
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