EL Partido Nacionalista Vasco afrontaba ayer una prueba de fuego con la celebración de su tradicional Alderdi Eguna. Tras dos recientes contiendas electorales –los comicios municipales y forales del 28 de mayo y los generales del 23 de julio– en las que, en medio de una polarización extrema, los resultados en las urnas han estado por debajo de las expectativas, no habían faltado voces –en su gran mayoría, externas y, en consecuencia, no faltas de intereses propios– que argumentaban una supuesta desconexión de la formación jeltzale con sus bases y con la sociedad vasca y que incluso auguran un cambio de ciclo. De ahí que la dirección del PNV hubiese planteado este Alderdi Eguna como una jornada de reencuentro y comunión con la militancia y con los simpatizantes nacionalistas y como punto de inflexión para mostrar fortaleza y unión con el objetivo de afrontar los complicados retos de futuro, tanto en Euskadi como en el Estado. El próximo proceso de investidura en Madrid, con dos candidatos a hacerse con la presidencia del Gobierno español –Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, que se somete mañana, tras más de un mes de tumbos, a un intento fallido en el Congreso; y Pedro Sánchez, candidato socialista aún la expectativa–, y en el que la formación jeltzale juega un papel trascendental y es imprescindible para formar mayorías, y la celebración de las elecciones autonómicas en la CAV la próxima primavera, marcan la actuación del PNV en las próximas semanas y meses. En este contexto, la respuesta de ayer al llamamiento del partido jeltzale fue espectacular, con decenas de miles de personas en las campas de Foronda en una multitudinaria exhibición de unidad que volvió a acreditar la histórica capacidad de movilización del partido nacionalista. De ahí que los principales mensajes lanzados tanto por el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, como por el lehendakari, Iñigo Urkullu, estuvieran dirigidos tanto en clave interna como externa. Es decir, por una parte, a “abrir de par en par las puertas de los batzokis” y, por otra, a aprovechar el momento político para abrir el debate del modelo territorial en el Estado con el reconocimiento nacional de Euskadi. Cuestiones que conectan directamente con la trayectoria política de más de un siglo del PNV en la construcción del autogobierno y la soberanía de Euskadi.