La gravísima y preocupante ausencia de una reacción contundente por parte de la gran mayoría del estamento del fútbol español y de sus protagonistas –incluidos federaciones, clubes y deportistas– y, también, la tardía respuesta desde distintos ámbitos deportivos, políticos y sociales a los vergonzantes hechos protagonizados por Luis Rubiales el pasado domingo al dar un beso no consentido a una futbolista han propiciado el insólito e intolerable encastillamiento en su puesto del presidente de la Federación. La comparecencia de ayer de Rubiales ante la Asamblea Extraordinaria del organismo no hace sino añadir mayor gravedad a la agresión. Sobre todo, porque, más allá de la intolerable actitud macarra exhibida, culpabiliza públicamente a la jugadora del gesto del beso en la boca, revictimizándola, al tiempo que se presenta él mismo como víctima de un ataque del “falso feminismo”, arrogándose la capacidad de decidir cuál sería el “verdadero” feminismo. Sería risible si no fuera porque los hechos son ya de por sí graves. Un personaje así no puede representar nada, tampoco al fútbol del Estado. De ahí que deba ser el propio mundo del fútbol el que lo aparte del cargo. No puede ser que alguien de la catadura moral mostrada por Rubiales pueda atrincherarse en un sillón, máxime con los más que penosos antecedentes que atesora, ante la vergonzante y cómplice actitud de muchos de los miembros de la Federación que aplauden su discurso y justifican sus actos. El reiterado y desafiante “No voy a dimitir” de Rubiales debe golpear las conciencias de todos los responsables deportivos y de la sociedad y convertirse en el punto de inflexión para la regeneración del fútbol en el Estado, plagado aún de personajes machistas y reaccionarios que desoyen el clamor de la sociedad contra cualquier tipo de ataque a las mujeres. Algunas de las reacciones que ya han comenzado a producirse –en primer lugar, de las compañeras de la víctima– deben extenderse a todos los ámbitos, en especial al fútbol masculino, cuyo silencio cómplice, con excepciones, es necesario señalar. La decisión del Consejo Superior de Deportes (CSD) de denunciar a Rubiales y las dimisiones en algunas federaciones, entre ellas la vasca, deben marcar la vía de tolerancia cero contra cualquier tipo de ataque sexista y machista en el mundo del fútbol y del deporte en general.