LA internacionalización de Euskadi debe constituir un objetivo irrenunciable para las instituciones vascas. Lo viene siendo, de hecho, en múltiples facetas en las que se busca dar a conocer la realidad de Euskadi así como la promoción y defensa más eficaz de los intereses de sus empresas y su entramado social y ciudadano. La reciente elección de Bilbao por parte de Naciones Unidas como sede permanente del Secretariado de la Coalición Local 2030, agencia vinculada al desarrollo humano sostenible desde la que la ONU despegará la acciones locales y regionales transformadoras e innovadoras en materia social de acuerdo a los Objetivos de Desarrollo (ODS) es, en este sentido, el último logro en la proyección internacional de la comunidad vasca en su conjunto. Siendo esto sumamente relevante, es en Europa, y más en concreto en el seno de la UE, donde Euskadi se juega buena parte de su presente y su futuro, dado que es fundamentalmente en Bruselas donde se plantean, discuten y aprueban las políticas estratégicas que afectan de manera directa a la ciudadanía. Se está comprobando de manera diáfana estos últimos meses, en los que la UE está liderando las grandes medidas para hacer frente o paliar los efectos de la crisis económica y energética. Sin embargo, las instituciones vascas continúan sin tener representación directa en los órganos decisorios de la UE, pese a que en muchas materias Euskadi tiene las competencias –o al menos en su ejecución directa– para la aplicación de las disposiciones adoptadas. Esta presencia en Europa es una reivindicación histórica del Gobierno vasco en asuntos de su competencia, pero el Estado ha sido impermeable a ello y lo ha impedido de manera sistemática. También el actual Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. Si no hay adelanto electoral y cambio de Ejecutivo, Pedro Sánchez asumirá en el segundo semestre del próximo año la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE, uno de sus anhelos. Es una gran oportunidad para que el líder socialista demuestre la voluntad de defender el autogobierno vasco y la cogobernanza de la que suele hacer gala e impulsar que Euskadi pueda participar en los foros de decisión europeos. La propia Europa se muestra partidaria y fomenta de hecho la intervención directa de las regiones en estos órganos. l
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