EL incuestionable atasco de la negociación colectiva entre patronal y sindicatos en el Estado español está generando un debate que, planteado en términos rigurosos y acordes a la realidad y a la actual situación, se antoja absolutamente pertinente en una sociedad democrática. Pero la utilización espuria de algunos de los argumentos y cuestiones encima de la mesa corre el riesgo de llevar la discusión a un callejón sin salida. La reducción de ese debate a la subida de los salarios y el establecimiento de la responsabilidad del bloqueo exclusivamente en una de las partes es de por sí erróneo y limitativo y corre el riesgo de ser un elemento que complique aún más las negociaciones. En un escenario así, sorprende que un alto miembro del Gobierno como es su vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz –obviamente conocedora de la situación porque atañe a sus responsabilidades en el Gobierno–, realice un radical posicionamiento en favor de una de las partes y en contra de la otra. Lo ha venido haciendo en las últimas semanas, aunque sus palabras de ayer, en las que reafirmó que los sindicatos “tienen toda la razón para salir a la calle a movilizarse contra la patronal” están especialmente fuera de lugar, tanto en la forma como en el fondo. En primer lugar, porque como representante de un Gobierno, debería ser mucho más comedida en sus apreciaciones y sobre todo en sus juicios de valor en una negociación abierta. Nadie tiene “toda la razón” en un proceso de diálogo, como argumenta Díaz. Pero, además, su alineamiento no ya con la reivindicación sindical de subir los salarios sino con “salir a la calle a movilizarse” es objetivamente un llamamiento a la agitación social. Sus acusaciones a la patronal de “no estar a la altura del país” y de falta de “compromiso” son asimismo impropias de su alta responsabilidad. Todo ello conforma una intervención poco afortunada y poco respetuosa con la negociación bilateral entre los agentes sociales, que tienen la obligación y responsabilidad de dialogar y acordar. Es difícil no contextualizar las declaraciones de Yolanda Díaz con el marco preelectoral que ya se palpa en la política española y, en concreto, en los intentos de la vicepresidenta de conformar una plataforma en torno a su figura. Pero ello no puede ser a riesgo de caldear aún más un “otoño caliente” que se prevé complicado para todos.