LA Aste Nagusia que concluyó ayer con la tradicional quema de Marijaia sobre las aguas de la ría ha sido probablemente la más multitudinaria, participativa, espectacular e inclusiva de la historia. A falta de un balance más exhaustivo y pausado, las estimaciones facilitadas ayer por el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, confirman la percepción generalizada de que se han vivido unas fiestas de récord en todos los aspectos. Según estos datos, se ha registrado una asistencia de más de 1.600.000 personas a los distintos actos y eventos programados a lo largo y ancho de la capital vizcaina y es esperable un “importantísimo” impacto económico en la ciudad, estimado en unos 110 millones de euros y en más de 1.700 empleos generados durante estos días. Era previsible que los tres años transcurridos desde la última Aste Nagusia por el obligado parón debido a la pandemia incrementasen los deseos de disfrutar con la libertad de movimientos que permite la remisión del covid-19 de unas fiestas especialmente sentidas por el conjunto de las y los bilbainos y vizcainos y que forman parte del patrimonio común. La gran asistencia de personas al txupin ya hacía presagiar que serían unas fiestas muy especiales, y así ha sido. En concreto, ha sido muy destacable la presencia de visitantes que no han querido perderse la celebración de unas fiestas a la vez muy propias y representativas del ser y sentir bilbaino y vasco y que también conectan con una cultura abierta e internacional. En esta edición se ha destacado de modo especial y a diario el apartado de seguridad e incidentes. El Ayuntamiento ya anunció que el dispositivo iba a ser contundente para prevenir o atajar la comisión de delitos. Más allá del número de personas detenidas y de denuncias por robos, hurtos, lesiones y tocamientos en un entorno con decenas de miles de personas en la calle, es obligado destacar tanto el civismo que ha caracterizado el desarrollo de toda la Aste Nagusia como la labor y eficacia tanto de la Policía Municipal como de la Ertzaintza. Las 15 agresiones sexistas –la mayoría de ellas, por tocamientos en los que los presuntos autores han sido detenidos o identificados– y los pinchazos denunciados –en ninguno de los cuales se ha detectado sustancia alguna– son el aspecto negativo y más condenable de una Aste Nagusia que sigue afianzándose también como un gran evento igualitario e inclusivo.