A finales del pasado año, cuando las empresas ultimaban sus planes y proyecciones para 2022, no esperaban ni por asomo enfrentarse a un año tan difícil como ha sido éste que nos deja en unos días.

Es necesario recordar que hemos vivido tres crisis económicas profundas en los últimos 15 años. Crisis financiera, crisis Covid y aun vivimos los efectos de la guerra de Ucrania: inflación, suministros, materias primas, energía…

En la Encuesta de Cebek de enero 2022 sobre perspectivas económicas donde participaron más de 400 empresas, más allá de los buenos datos de recaudación económica, ya nos confirmaban la continuidad de los problemas detectados en 2021.

En la Encuesta de otoño, 8 meses más tarde, las mismas empresas destacaban que un 65% de ellas había disminuido sus márgenes durante los 8 primeros meses, siendo este dato superior a la Encuesta de mayo realizada con motivo de nuestra Asamblea General. Al mismo tiempo, casi la mitad de las empresas confirmaba una disminución de sus carteras de pedidos.

La inflación descontrolada y los incrementos de los costes han sido los elementos que más han afectado a las empresas. Así se deduce de la encuesta de Cebek de otoño de este 2022.

Al final de año, la economía ha resistido un poco mejor de lo esperado y el fantasma de la recesión parece alejarse por momentos.

Somos un País que compite en el mundo, ordenado institucionalmente y con una extraordinaria cercanía de la economía real con gobiernos, diputaciones y ayuntamientos. Sin embargo, contamos con una serie de características, muy propias, que no ayudan a la actividad empresarial y a la competitividad del País en general.

En primer lugar, contamos con unas relaciones laborales muy deficientes, donde desde un lado se fomenta una imagen muy distorsionada del empresario/ a y la actividad empresarial, siempre alejada de la realidad, buscando la confrontación con la empresa y la utilización del conflicto como instrumento permanente para el logro de los objetivos, atendiendo más a los intereses de la cúpula sindical que a la de los propios/ as trabajadores/as.

En segundo lugar, necesitamos una fiscalidad que, además de permitir una recaudación suficiente para mantener las políticas de bienestar que nos hemos dado, fomente la actividad empresarial, la atracción del talento y no cargue sobre la empresa más costes de los que puede soportar en la actualidad.

Algunas medidas fiscales defendidas desde la política como el mantenimiento del Impuesto sobre Patrimonio y el alza exagerada de las cotizaciones sociales, tienen elementos más de populismo y de ideología que de realismo para facilitar la recuperación económica y empresarial que ahora necesitamos.

Las empresas estamos haciendo extraordinarios esfuerzos para tratar de alcanzar acuerdos en las mesas de negociación colectiva. Hemos firmado convenios colectivos con incrementos de entre un 3,5% y un 6,5 %, pero no podemos trasladar la totalidad de la inflación a los incrementos salariales porque, además de no resolver este problema ya estructural, pondríamos en serio riesgo la viabilidad de multitud de empresas que no soportan ya este añadido incremento de costes.

Euskadi no es un país precario y esto hay que repetirlo mil veces, porque ya contamos con un discurso sindical que lo oculta interesadamente: contamos con los mejores salarios, las mejores condiciones laborales, la jornada laboral más reducida y el 85 % de los trabajadores/as cuenta con un contrato indefinido.

Ucrania tras pandemia y pandemia tras crisis financiera. No están siendo buenos tiempos para nadie y tampoco para las empresas. Confiemos, a pesar de las dificultades, que el 2023 nos dé un respiro y podamos ver un nuevo tiempo.