Volvemos a cerrar el año deseando que el entrante nos aporte mejoría en lo personal y en lo colectivo. Los años 2020, 2021 y 2022 han concentrado sucesos que ni en nuestras peores previsiones podíamos imaginar. Una pandemia inédita, que ha impactado en todos los aspectos de nuestras vidas, y la invasión de Rusia en Ucrania, que ha generado una tensión geopolítica que perdura, especialmente, en Europa.

Con estos prolegómenos, no nos queda sino desear un año 2023 alejado de impactos de semejante nivel y repleto de calma, estabilidad y mucha inteligencia.

Desde el punto de vista económico e industrial, hemos visto afectado el crecimiento y estamos comprobando que las cadenas de producción siguen condicionadas a la falta de suministros y materias fundamentales. Europa en general, donde Euskadi no es una isla, se siente vulnerable ante la falta de producción de determinados materiales y productos. Una gran lección sobre la que hemos tomado buena nota y ante la que la industria vasca ha reaccionado.

La situación excepcional de estos tres años ha permitido que la Comisión Europea estableciera unos marcos temporales en los que las administraciones podíamos habilitar ayudas excepcionales para la empresa. El Gobierno Vasco ha sido especialmente activo en el uso de esa ventaja de acción, y hemos intensificado todas las ayudas directas posibles, para garantizar nuevas inversiones industriales.

Es probable que aún sea pronto para conocer el impacto y las consecuencias económicas e industriales del esfuerzo que se ha realizado en el año 2022, pero, a día de hoy, los indicadores de referencia marcan que, a pesar del debilitamiento, no entraremos en recesión.

Los datos más recientes señalan que el IPC se moderó hasta el 6,5% en noviembre; las exportaciones vascas marcan un nuevo récord; la actividad industrial aumentó un 4,9% en octubre de este año, y el crecimiento acumulado durante los diez primeros meses se situó en un 6,1%. Por tanto, es de destacar que el peso de la industria en la economía vasca se ha situado por encima del 25%.

En lo que respecta al consumo de hogares y particulares, en noviembre la venta de viviendas en Euskadi aumentó un 24,6% y los aeropuertos vascos recuperaron su actividad.

Y si miramos a la apuesta competitiva del tejido empresarial, Euskadi se ha situado en 2022 en el grupo de países ‘innovadores fuertes’ y supera la media de la UE 27 en un 10%.

Podríamos ir desgranando datos que responden al cumplimiento de los objetivos de país que nos hemos marcado en esta legislatura, en el plano industrial y de I+D+i, si bien, es momento de revisar con mayor precisión y exigencia los objetivos incumplidos y las razones que los motivan.

La transición energética en la que se halla inmersa Europa nos exigía desde el inicio de la legislatura acelerar la capacidad de generación de energías renovables. Estamos avanzando, pero a un ritmo mucho más lento del que deberíamos. Un país tan dependiente como el nuestro, donde tan solo generamos el 8% de la energía que consumimos, y donde nos autoproclamamos “amigos/amigas” de la energía renovable, merece más realismo y mayor sinceridad.

En 2023 vamos a disponer del proyecto de la Ley de Transición Energética y Cambio Climático de Euskadi. Será una herramienta que requerirá de apoyo y de mucho consenso. Podrá ser el instrumento que contribuya a articular una hoja de ruta compartida desde el punto de vista político y social, y que nos permita hacer realidad el escenario de una Euskadi energéticamente empoderada y constructiva.