El teletrabajo en Euskadi, que en el segundo trimestre del pasado año subió de manera notable debido al confinamiento decretado con motivo de la pandemia de coronavirus, ha retrocedido varios puntos porcentuales una vez la situación se ha ido normalizando, aunque la CAV se mantiene entre las siete primeras comunidades autónomas con los niveles más altos de trabajo en remoto.

Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondiente al tercer trimestre del presente ejercicio, un total de 92.400 vascos trabaja desde su domicilio, bien de manera ocasional, bien durante más de la mitad de los días de trabajo, lo que representa el 9,8% del conjunto de población ocupada en Euskadi.

En el segundo semestre de 2020, cuando muchos establecimientos permanecían cerrados en el estado de alarma, el porcentaje era del 12,6%. Esta misma cifra es la media que se registra en la actualidad en el Estado, más de dos puntos superior a la vasca.

La media española se incrementa por aquellos territorios que más han potenciado este sistema porque se amolda mejor a sus sectores de actividad. Por ejemplo, en Madrid, el número de personas que teletrabajan se eleva al 22%, debido a que muchas compañías disponen de su sede central en esta comunidad, con una actividad asociada más a oficinas que a la producción en fábricas.

Lo mismo ocurre en Catalunya, con casi un 15% de empleados y empleadas que trabajan en remoto. En este listado les siguen, ambas con un 11,7%, la Comunidad Valenciana y Galicia, tras las que se sitúan Asturias, con un 10,4%, y Baleares, con un 10,3%. Solo tras ellas se encuentra Euskadi, con el citado 9,8%.

Con las preguntas que plantea la EPA sobre la frecuencia con la que las personas empleadas desempeñan su tarea en el domicilio particular, se deduce que las empresas aplican un modelo híbrido, que combina la jornada presencial con la remota.

En el caso vasco, son más los trabajadores que desarrollan buena parte de su actividad laboral desde el domicilio, un total de 47.300 personas, que quienes optan por distribuir su jornada entre su presencia en el puesto de trabajo y la actividad remota hasta alcanzar las 45.100 personas.

En el inicio de la pandemia, el teletrabajo alcanzó al 12,6% del total de ocupados en la CAV por el 19% en la media estatal. Esta diferencia se ha acortado un año después, aunque se mantiene cierta distancia debido al modelo económico vasco basado en la industria, que exige que el personal acuda al centro de trabajo para las producciones en cadena.

evolución

En este año y medio de pandemia la evolución del teletrabajo ha registrado variaciones. Si bien el segundo trimestre de 2020, en pleno confinamiento, se alcanzaron los mayores niveles de trabajo a distancia, con posterioridad se han producido altibajos.

La tasa de teletrabajo en Euskadi descendió de manera brusca entre el segundo y el tercer trimestre del año pasado, del 12,6% al 7,6%, para proseguir su caída, aunque ya no tan pronunciada, en el tercer trimestre de 2020 hasta el 5,4%. Sin embargo, en el tramo final del año el porcentaje creció al 6,8%, que podría responder al temor al contagio en los momentos previos a la inminente llegada de una vacuna.

En cualquier caso, el teletrabajo no ha tenido la implantación que en un principio se esperaba, debido entre otras razones a que las viviendas no se han adecuado tanto por carecer de un espacio físico ajustado como por no contar con las herramientas necesarias.

Además, sindicatos y organizaciones deben negociar su mecanismo en muchos de los convenios colectivos y de empresas; y todavía la cultura empresarial no está acostumbrada a liderar a sus trabajadores y trabajadoras desde la distancia. Junto con estas razones, la ciberseguridad en los entornos de los inmuebles se convierte en otra de las preocupaciones para las compañías.

El teletrabajo vino para quedarse, pero todavía hay materias por solventar, con una implantación desigual entre las comunidades por sus modelos económicos.

ventajas y desventajas

Tras estos meses, empresas y plantillas han descubierto ventajas del teletrabajo, como la flexibilidad, el ahorro en viajes y en traslados desde el domicilio al centro de trabajo para favorecer la sostenibilidad y una mejor organización del tiempo.

Entre los inconvenientes, fomenta la brecha digital entre asalariados, al quedar fuera de esta modalidad los puestos de inferior categoría y de menor remuneración; las casas todavía no están preparadas para acoger este sistema; existe riesgo de hiperconexión y los empleados pierden el contacto social entre ellos, a veces necesario para su rendimiento.