El escenario del coronavirus está lleno de incertidumbres, pero no hay dudas en relación a la eclosión del trabajo en casa. El Gobierno español maneja un borrador en el que la empresa financia los gastos y el empleado disfruta de una flexibilidad de horario sin precedentes. A falta de afinar la partitura, DEIA consulta a uno de los mayores expertos en la materia de Euskadi para tratar de establecer unas líneas generales de comportamiento.

El teletrabajo se ha convertido de la noche a la mañana en una dinámica muy extendida, ¿qué ocurrirá cuando todo se normalice?

—Antes del covid se calculaba que en torno al 7% de los trabajadores vascos teletrabajaban, en el norte de Europa hay países que están al 20%. Ahora, deprisa y corriendo y sin ninguna planificación, todo el mundo se ha puesto a teletrabajar. Hace unas semanas hicimos una pequeña encuesta y más o menos el 35% de los puestos están teletrabajando. En Euskadi hay mucha industria y es muy difícil superar esos límites. De una forma sostenible, una vez pase el tema del coronavirus, calculamos que más o menos, teniendo en cuenta nuestro tejido empresarial, el 25% de los puestos podrían teletrabajar.

¿Se dan las condiciones?

—Hay muchas cosas que hay que tener en cuenta para poderlo hacer de una forma adecuada y que lógicamente en esta situación excepcional no se han tenido en cuenta. Por empezar por lo más básico muchas personas tienen a sus menores en casa, teletrabajar así es bastante más complicado que cuando están solos en casa y no hay menores alrededor jugando. Además, hay elementos legislativos que hay que desarrollar para establecer un marco de juego claro, sobre todo desde un punto de vista laboral, que es el que más preocupaciones suscita.

También hay lagunas técnicas.

—Desde el punto de vista TIC, a muchas empresas les ha pillado por sorpresa y hay necesidad de tener conexiones seguras, accesos ágiles a los sistemas y herramientas colaborativas. Las carencias de seguridad que tienen las empresas son muy importantes. Para que todo esto se afiance necesitamos también que la parte organizativa se adecue, que cambiemos la cultura del presencialismo y vayamos a una cultura en el que nos marquemos objetivos.

¿Hay resistencia por parte de las empresas?

—Hay muchos estudios que demuestran que la productividad de los teletrabajadores se incrementa más o menos un 20%, pero algunas empresas siguen siendo muy reticentes y quieren que sus trabajadores sigan en la oficina. Incluso cuando están obligadas al teletrabajo como ahora se plantean cómo pueden controlar lo que hace el trabajador en el ordenador. Pero la película no va por ahí. Sabemos que con el teletrabajo se incrementa la productividad y el nivel de compromiso del empleado.

¿Cuánto se puede ahorrar una empresa con el teletrabajo?

—Desde el punto de vista de coste cada trabajador, en Euskadi supone más o menos unos 500 euros menos al año, básicamente en el transporte. Además, en la medida que tiene más teletrabajadores, la empresa necesita menos espacios físicos. Si empezamos a teletrabajar en serio, por cada teletrabajador las empresas pueden estar ahorrándose en torno a 3.500 euros. Y para la gente joven la flexibilidad de teletrabajar es interesante, las empresas por tanto resultan más atractivas.

También hay connotaciones más sociales.

—Si en Euskadi se consigue ese 25% de trabajadores desde su casa emitiríamos 4.300 toneladas menos de CO2, tendríamos 300 accidentes de coche menos, la congestión de las carreteras sería menor y se requeriría menos inversión. Incluso se ahorraría en el uso de ambulancias o Ertzaintza. Cada trabajador se ahorra entre una hora, hora y media, al día de desplazamiento con lo que supone para la conciliación familiar, que cada vez es más valorada. Los beneficios son muy claros, pero hay que apoyar esta cultura, desarrollar elementos tecnológicos y legales para darle un contexto adecuado.

¿Es necesario a su vez que el trabajador se acostumbre que, aunque no esté tan controlado, la intensidad de la tarea debe ser la misma?

—Bueno, el hecho de que la productividad aumente un 20% demuestra que el trabajador rinde más. La gente en general responde a la confianza que se le otorga de forma positiva. Por parte de los trabajadores, por parte de las empresas también, una de las preocupaciones suele ser la de sentirse aislado y que eso merme sus oportunidades de formarse en la empresa y de promoción. Por eso necesitamos un cambio de cultura, ya no se trata de me hago amigo del jefe. Cada uno debe tener una serie de objetivos y hacerse responsable y los jefes deben tomar las decisiones de una forma más racional y no tan emocional.

¿Favorece la dinámica de la digitalización de la industria el salto?

—Las fábricas cada vez están más conectadas gracias a la industria 4.0 y es muy fácil saber que en la planta x se está produciendo un problema en la mezcla de unos productos. La tecnología nos ayuda a tener cada vez más a tener monitorizada la producción y que la fábrica esté trabajando de noche de una forma semiautomática, con pocos empleados. Y que si hay un problema, alguien se ponga en marcha o que se pueda solucionar en remoto. En ese sentido, cada vez vamos a dar más pasos.

La crisis sanitaria ha derivado en una crisis económica, pero todo apunta a que la recuperación será más rápida. ¿Puede favorecer esa circunstancia el que las empresas vean el camino que han recorrido estos meses y apuesten definitivamente por el teletrabajo?

—El problema de las crisis es la falta de confianza que generan y eso hace que la inversión se retrase. Hace falta tiempo para salir porque hay desconfianza en el futuro. La crisis anterior fue un problema financiero muy grave. Ahora se ha frenado la economía de golpe y hay que reactivarla, pero en ese sentido creo que las empresas sí van a verlo claro y van a empezar a formalizar rápidamente posibilidades del teletrabajo, porque además todos somos muy conscientes de que este virus va a estar todavía un rato con nosotros. Si esto puede volver a ocurrir, las empresas no quieren que esto les pille otra vez de improvisto, que es como nos ha pillado. Sabíamos que esto estaba pasando en China y pensábamos que no iba a llegar nunca y que lo que estaban haciendo los chinos era una auténtica locura. Para la siguiente oleada, si es que se da, las empresas van a reaccionar y van a empezar a moverse ya.

¿Está recibiendo LKS Next más demanda de información por parte de las empresas?

—Sí, empiezan ahora, en el momento en el que ya se ha pasado el susto y poco a poco se va volviendo a cierta normalidad. Se puede ya hacer una previsión a dos meses y las empresas son conscientes de que tienen que prepararse por si acaso.

¿Qué les preguntan las empresas? ¿Cuáles son sus preocupaciones?

—Cuestiones legales o tecnológicas. Cómo pueden mantener el liderazgo con los equipos trabajando en remoto y sin poder supervisarlos directamente.

Comentaba antes que un 35% de la fuerza laboral vasca está trabajando desde su casa, pero está volviendo gradualmente a la oficina.

—La mayoría no se va a quedar en su casa en estos momentos, porque muchas empresas van a intentar volver a la situación anterior de presencialismo. Teletrabajar debe ser una opción, el problema es que ahora es una obligación y además en unas circunstancias complicadas. Pero que el 25% de los puestos de trabajo pueden teletrabajar de una forma normal es posible. Otra cosa es que lleguemos a ese 25%. Seguramente, si ni los países nórdicos han llegado a ese porcentaje, nosotros tampoco vamos a llegar. Sí que habrá una subida sustancial y por parte de las empresas va a haber un proceso de preparación para que ese 25% lo pueda hacer con condiciones y seguridad. Se va a trabajar en eso los próximos meses.

Por ello es necesario que el borrador del teletrabajo que se filtró el pasado viernes sea cuando antes una realidad.

—Hasta ahora, todo el mundo ha actuado de buena fe, pero para que se normalice se necesita una estructura. El teletrabajo ha venido para quedarse es una lección que hemos tenido que aprender de una forma muy rápida en las empresas que no lo venían haciendo. Pasar de una cultura basada en la confianza desde una cultura del control eso no se hace de la noche a la mañana. Va a costar tiempo que las personas que están dirigiendo nuestras empresas y que no están preparadas para esa relación de confianza con los trabajadores, de corresponsabilidad y empowerment lo asuman de una forma definitiva, pero no les va a quedar otra.

“Por cada teletrabajador, las compañías pueden ahorrarse en torno a 3.500 euros al año en transporte o con la reducción del espacio físico”

“Va a costar tiempo, pero a las empresas no les va a quedar otra que pasar de la cultura del control a la cultura de la confianza”