Bilbao- Santiago Niño Becerra (Barcelona 1951), catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull, es uno de los economistas más conocidos del Estado español, no tanto por su labor académica sino por sus opiniones sobre la complicada coyuntura económica actual, reflejadas en medios de comunicación y en varios libros. Pese a sus tendencias catastrofistas sus análisis no dejan indiferente a casi nadie por su tendencia negativa aunque hay que reconocer que en 2009 acertó respecto a la gravedad de la crisis económica que se cernía sobre el Estado. En su libro El crash de 2010, describió la dureza de una crisis que ha dejado unas secuelas, en forma de paro y endeudamiento, muy importantes que ha reflejado en una nueva publicación El crash. Tercera Fase.

¿Por qué dice usted que la crisis no ha terminado?

-Porque esta última crisis no ha sido una más. Ha sido una crisis sistémica y para salir de la misma tiene que morir un modelo que ha desembocado en ella. Y se tiene que configurar un modelo nuevo y esto tarda años. Recuerde qué pasó en la crisis de 1929. Hasta después de la II Guerra Mundial, en 1947, no terminó. En la actual estaríamos por el equivalente al año 1937 en la época que el presidente de EE.UU., Theo Roosevelt, reanimó la economía con importantes obras públicas e infraestructuras en Norteamérica. En la crisis actual esta fase equivalente es la de las intervenciones de los bancos centrales. Es una fase que denomino la de las anfetaminas, porque está sostenida por entidades como el BCE a base de comprar deuda pública e inyectar dinero a la economía. Por ejemplo, el Banco Central Europeo tiene un cuarto de billón de euros de deuda española. La tercera fase de la crisis será como el final de todas las crisis en la que se produce un cambio de modelo económico.

¿Y, según usted, qué nuevo modelo se está creando y qué consecuencias generará?

-Considero que se está diseñando un modelo que supondrá un cambio profundo para la población y será preciso explicárselo a los ciudadanos. A nivel macro habrá estabilidad económica, sin generación de inflación y con tipos de interés bajos, pero una mayoría de personas lo va a pasar francamente mal.

Históricamente estas crisis graves han desembocado en guerras. De hecho en la comparación que usted hace con el crack del 29 se tuvo que sufrir la II Guerra Mundial. ¿Ve posible otro conflicto bélico?

-No. La gran diferencia con el ciclo de la crisis del 29 es que no se va a producir una gran guerra que propicie una reconstrucción económica posterior. Las épocas son distintas. Entonces fue sencillo convencer a la población para que aceptara el cambio de modelo económico al estar precedido por una gravísima depresión económica y una cruel guerra. Lo que venía era bastante agradable después de la destrucción sufrida. Hoy en día se usarán métodos de sugestión para que las personas acepten el cambio. No hay que obviar que en las protestas de los chalecos amarillos en Francia por primera vez se llegaron a poner en la calle unidades militares en lo que se entendió como un claro mensaje del Gobierno aunque no hizo falta ningún tipo de intervención.

¿La guerra será comercial y lo de China y Estados Unidos es una avanzadilla?

-Para entender esto hay que tener en cuenta las peculiaridades de Estados Unidos. Es un país curioso que siempre que tiene problemas se cierra sobre sí mismo. Esta guerra no la calificaría de comercial sino de tecnológica. Es un conflicto en el que Estados Unidos se está defendiendo porque, digan lo que digan, la productividad estadounidense está estancada. Los salarios reales en EE.UU. están estancados desde finales de los años setenta del siglo pasado. Es una guerra, entre comillas, defensiva que ha estallado por el futuro de las telecomunicaciones, el 5G y toda esta historia con Huawei. Espero y deseo que se llegue a un acuerdo porque sino el futuro económico no sería nada positivo a nivel global.

¿La tecnología genera o destruye empleo? Los países más avanzados EE.UU., Alemania y Japón tienen las más bajas tasas de desempleo.

-Hay una tecnología de punta que es verdad que genera empleo pero de altísima cualificación y muy bien remunerado. Y luego hay otros tipos de tecnología de uso más masivo, que se abarata cada día más, y que sí están destruyendo empleo hasta el punto que por cada trabajo que generan puede llegar a destruir hasta cinco. ¿Qué sucede?. Pues que hay tecnología que aún es demasiado cara para sustituir a empleados. La tecnología generará empleo pero menos que el que va a destruir. Ejemplos tenemos en la automoción y la banca.

La economía colaborativa parece generar subempleo y puede dejar grandes masas de proletariados. ¿Es factible una revolución?

-Las revoluciones ya no están de moda. Hablo de Occidente. El capitalismo aprendió que el peor enemigo es el que no tiene nada que perder y para evitar eso se instalará lo que denomino el trinomio social. Renta básica, drogas legales (marihuana) y ocio casi gratis. El equivalente al pan y circo de los romanos en versión 3.0, la versión 2.0 sería la sociedad de bienestar actual.

No se genera inflación, ¿por qué?

-Porque la tecnología sí consigue aumentos de productividad y hace que los precios bajen. De hecho los precios de los bienes básicos se han abaratado mucho. La producción estaba antes en el centro del sistema capitalista pero ahora se está desplazando hacia la productividad, la eficiencia y la flexibilidad. Y esto tiene implicaciones muy profundas. La única manera de adaptarse a este contexto es devaluar salarios. El trabajo cada vez valdrá menos.

¿Los Estados están perdiendo la partida frente a las grandes empresas?

- Sí. El poder de los Estados se está diluyendo frente a las grandes corporaciones dada la gran concentración de capital que se está produciendo.

¿Cómo se van a recaudar impuestos en este escenario que dibuja? ¿Se puede acabar con el fraude fiscal?

-En España se calcula en unos 60.000 millones de euros el dinero que se deja de ingresar en las haciendas. Se puede corregir eliminando el dinero fiduciario pero, claro, ello supone otros problema de privacidad, libertades etc., pero poder, se puede. Lo que si va a pasar es que aumentará el peso de la tributación indirecta, el IVA sobre todo, hasta que el IRPF y otros impuestos directos desaparezcan.