BILBAO - El Estado español tiene una dependencia de las importaciones de productos energéticos sin parangón en el mundo desarrollado y las fluctuaciones de los precios del petróleo le afectan de manera notable. Para bien cuando bajan y peor cuando, como estos días, suben. El precio del barril de petróleo Brent para entrega en junio terminó esta semana en el mercado de futuros de Londres en 72,16 dólares, un 2,72% menos que al finalizar la sesión anterior. El problema es que al cierre de diciembre de 2018 estaba en 52,75 dólares, lo que representa un incremento de casi un 37% en lo que va de año, como bien han conocido los ciudadanos vascos que se han desplazado esta Semana Santa en coche y han tenido que llenar el depósito en la gasolinera.

El crudo ha bordeado estos días pasados los 75 dólares el barril de 159 litros del oro negro y las previsiones, según el banco Goldman Sachs, es que se mantenga en un rango entre 70 y 75 dólares en el segundo trimestre.

Estos precios, que suponen una sustancial incremento respecto al cierre de 2018, se han encarecido pese a la desaceleración económica mundial por la renovada presión de Estados Unidos para limitar las exportaciones iraníes, un país del que España importó 4.894 toneladas de petróleo el pasado ejercicio, el 7,2% del total, y una mejora en la perspectiva del crecimiento de la demanda global han elevado el precio del petróleo hasta su máximo nivel de este año.

El endurecimiento de las medidas estadounidenses contra Teherán, que se verá obligado a retirar del mercado al menos medio millón de barriles diarios en el segundo trimestre, ha apuntalado, según los analistas, la tendencia al alza que ha registrado el crudo desde principios de 2019.

La economía española importa entre 450 y 495 millones de barriles de petróleo al año. En concreto, según datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores), el organismo encargado de asegurar el suministro de petróleo en el Estado español, el pasado 2018 se importaron 67.586.000 toneladas de crudo, tras crecer frente a los 65.958.000 toneladas de 2017, ello supone cerca de 495 millones de barriles.

La factura total del petróleo para España al precio del cierre de esta semana supondría unos 32.000 millones de euros, cifra que con otras importaciones energéticas como las de gas natural y el carbón, se eleva a unos 47.000 millones de euros lo que genera un déficit comercial (una vez descontado los ingresos por exportaciones de energía) con datos de 2018 de unos 25.132 millones de euros, casi tres cuartas partes del déficit comercial anual español.

Con estas cifras se puede hacer una idea del efecto negativo que un encarecimiento brusco del petróleo supondría un golpe de consideración a las cuentas nacionales. No hay que olvidar que en 2017 el precio medio rondó los 55 dólares y el pasado año el brent se situó en cerca de 71 dólares de media, según Petronor.

El Ministerio de Economía reconoce que por un incremento de los precios de 67 dólares-barril a los 75 dólares el consumo perdería 0,2 puntos. Aunque probablemente el crudo no suba tanto, algunos economistas creen que el impacto podría ser algo mayor de lo que espera el Gobierno debido al poco margen con el que cuentan los hogares.

Si los ciudadanos tiene que detraer más dinero para pagar las gasolinas y el resto de los combustibles tendrán menos recursos para consumir, lo que se podría traducir en menos puestos de trabajo. Según el plan de estabilidad gubernamental, un repunte del petróleo de 67 a 75 dólares restaría un 0,8% de empleo, esto es, unos 150.000 ocupados.

Y todo esto por la elevada dependencia energética española pues, según datos de la AIE, cerca del 74% de la energía primaria es importada. Y el petróleo constituye la principal fuente con el 42% del total pese al descenso frente al 53% que representaba a finales del siglo XX.

Con una paridad euro-dólar similar a la actual, un alza de 15 dólares en el barril supondría un desembolso extra para España de unos 5.500 millones de euros. Esto es: una merma de casi 0,5 puntos de PIB que se transfieren desde los bolsillos de los hogares y empresas españolas a los productores de petróleo. Y eso solo sería por el crudo.

Desde que comenzó el año, el precio del crudo en los mercados internacionales no ha dejado de subir. El buen ritmo de la demanda, unido a las amenazas de los Estados Unidos de turno, ha provocado que la cotización del brent se haya disparado el citado 37% desde el inicio del año. Esta escalada pone en riesgo los principales motores de crecimiento de la economía española durante la recuperación económica: el consumo de los hogares y el superávit por cuenta corriente.

No hay que olvidar que cada euro de ahorro en la factura de la luz o en la gasolina del coche es dinero que las familias destinan a otros capítulos que impulsan la economía.

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