Una lesión en el aductor de la pierna izquierda frenó un mes las despedidas de Oinatz Bengoetxea (Leitza, 1984) con Baiko. El próximo sábado 26 de febrero acabará su vinculación con la Liga de Empresas en el Labrit de Iruñea. Su penúltima actuación será el lunes en el Beotibar de Tolosa (junto a Zabaleta ante Altuna III-Mariezkurrena II). Entretanto, el pelotari está cerrando compromisos para el verano. El objetivo: cumplir veinte años en la brechaDebutó el 5 de octubre de 2002 en Iruñea y cerrará su camino el mismo día de 2022 -si la climatología lo permite- en la plaza de Leitza. “Es algo que me hace ilusión”, recita el navarro, que pasará a la historia como uno de los pocos capaces de ganar la Triple Corona -Manomanista, Cuatro y Medio y Parejas-. Oinatz, el hombre tras el manista, es especial. Destila alegría, libertad. Como en la cancha.

La empresa comunicó el 7 de diciembre que no iba a continuar y que se despedía a finales del mes de enero, cuestión que se tuvo que retrasar por una lesión hasta el próximo sábado 26 de febrero.

—No ha habido ningún problema. Me dijeron que no iban a contar conmigo, pero yo ya había reconocido antes que iba a acatar la decisión de Baiko. He cumplido casi 20 años aquí -lo haría el 5 de octubre de 2022-. Firmé con 16 años el primer precontrato con Asegarce. Siempre me he sentido un privilegiado por haber estado tantos años en la pelota profesional. No hay problema.

¿Se ha sentido en alguna ocasión menospreciado por parte de la empresa?

—No, nunca. Durante estos años, yo también he sido de alguna forma un poco rebelde. He sido un poco espíritu libre. No he pedido nunca fidelidad a la empresa por eso mismo.

Quería cumplir los 20 años en profesionales.

—Tenía la intención, sí. Si hubiera sido con la empresa, bien; pero, a decir verdad, el planteamiento que tengo ahora me hace ilusión. Desde niño he jugado en pueblos pequeños y hacer los últimos partidos en plazas me hace una ilusión terrible. Algunos jugaré con Upelpelota, otros con Garfe y otros por mi cuenta. Voy a tener la agenda llena de partidos de exhibición, en los que voy a salir con el objetivo de disfrutar, sin ninguna presión. El final no podía ser mejor.

Ha sido un manista que, pasara lo que pasara, nunca se ha quejado.

—Es que, desde mi punto de vista, he sido un absoluto privilegiado. Así me he sentido. He gozado de la pelota y de la vida todos estos años. No he tenido nunca ese sentimiento de queja. Siempre me he sentido una persona muy afortunada, tanto en las cosas buenas como en las malas. En la vida, como en la pelota, hay momentos buenos y malos y cuando vienen mal las cosas, hay que tirar para adelante. Normalmente, soy una persona que se queja poco.

Siempre hacia delante.

—Mi personalidad es así. También en la cancha. Soy una persona bastante optimista, pero también soy duro en los momentos malos. Todos pasamos malas épocas, en todos los oficios. Las personas más privilegiadas del mundo, también. Hay que ir hacia delante. Soy así. Nunca he tenido ganas de quejarme.

¿A qué se refería con lo de que usted era un poco un espíritu libre?

—Muchas veces he hecho las cosas a mi modo. También he sido parrandero, mucho. La empresa siempre lo ha sabido. He intentado disfrutar de la vida, como todos, y lo he logrado. He tenido la oportunidad de que la profesionalidad y la vida personal confluyeran. Al final, si me comparo con otros deportistas, como por ejemplo, los ciclistas, que salvo un mes al año no pueden ir a cenar con los amigos a la sociedad, soy un privilegiado, porque he podido hacer un montón de cosas. Otros deportes, como los herri kirolak, son más exigentes que la pelota. Mi personalidad nunca ha sido de involucrarse demasiado. Siempre le he dado mucha importancia a vivir. La vida no es solo la pelota, mi vida soy yo.

¿Tal vez resida en ese pensamiento la clave de su palmarés y su éxito?

—Igual sí. El tener una forma de vida espartana no quiere decir que vayas a obtener resultados mejores. No creo que eso sea así. Durante toda mi vida, he dado mucha importancia al Cuatro y Medio y el Manomanista. Los preparaba siempre a tope. Dos meses como un ciclista. Sin embargo, durante el resto del año me tomaba las cosas con más tranquilidad; aunque siempre con profesionalidad y seriedad.

¿Es importante sentirse libre?

—Durante el año, hay momentos en los que tienes que estar muy centrado debido a los campeonatos, pero el resto del tiempo, en cambio, hay que vivir. No creo que sea bueno estar los 365 días del año centrado en la pelota. Te aporta una presión extra.

¿Ha cambiado la pelota?

—Desde que llegó Juan Martínez de Irujo. Él fue el revolucionario. Trajo cosas nuevas a la forma de jugar. Compartimos muchos años con él y evolucionamos también. Antes, el juego era más pausado; ahora, por contra, es más agresivo, se juega más de aire, se ataca más. Es la evolución de la pelota.

No fue una transición que le vino mal por sus características, desde luego.

—Cuando debutó Juan, yo ya entraba de sotamano más que la mayoría de pelotaris. Siempre ha sido un buen golpe para el mano a mano. Siempre he entrado fácil y es un arma importante para mí.

En la forma de encarar la competición, de pensar, ¿la pelota es más profesional? ¿Se ha transformado en ese aspecto?

—No. Cuando empecé había pelotaris totalmente profesionales al igual que ahora. Y también los hay que no están tan centrados. Al final, el deportista de élite también tiene su propia identidad y según su personalidad le da más importancia o menos a esos detalles. Todos intentamos pelear por lograr los mejores resultados, pero cada uno a su manera.

Ha vivido una época dorada en la pelota, en lo deportivo y en lo económico.

—La pelota tenía mucha salud. Hablamos de Juan y Aimar, pero ahí estaban también Abel, Titín, Xala, Gonzalez, Patxi Ruiz... Fueron años importantes también en lo económico. Como pelotaris hemos ganado dinero. Creo que ahora la pelota tiene mucha salud, hay muchos buenos pelotaris y no tengo ninguna duda de que en los próximos años crecerá esa pasión, esa afición.

Es el último mohicano de aquella generación.

—Soy el último, sí. Era el más joven entonces y ahora soy el más veterano, una vez que lo ha dejado Aimar. Es una cosa bonita.

Por su personalidad, ha conectado siempre con los jóvenes.

—Sí. Siempre he tenido buena relación tanto fuera como dentro del frontón con los compañeros. Hemos ido a cenar muchas veces después de los partidos. Con los jóvenes siempre me he llevado bien, pero también con los más mayores que yo. Estoy contento por eso. Imagínese cuántos pelotaris han pasado por el vestuario en estos veinte años, más de cien, seguro, unos con mayor relación y otros con menos, pero siempre ha sido buena.

¿La gente que le aprecia es otra txapela más en su currículum?

—Sí. Personalmente, la pelota me ha dado muchos amigos. La amistad es riqueza.

¿Percibe ese sentimiento en estos momentos de despedidas?

—Sí. Tengo buen rollo con los aficionados. Siempre he intentado agradecer y respetar al pelotazale. Ellos me están mostrando su calor, todo su cariño.

¿Faltará el papel de veterano ahora en el vestuario?

—No creo. Urrutikoetxea es el más mayor en Baiko. Después, están Zabaleta, Ladis, Albisu... Hay buen rollo en el vestuario y son muy buenos compañeros.

Ser mayor no quiere decir ser veterano, ¿no?

—Siempre les he intentado transmitir que ser pelotari significa ser un privilegiado. La vida de pelotari es buena. No gozarla es una pena.

Le ha tocado vivir una situación delicada en la última época: la huelga de pelotaris de Baiko de 2020.

—Fueron momentos muy duros. Se demostró que era un movimiento imprescindible para combatir una injusticia. Estamos orgullosos de ello.

¿Han sido los instantes más duros para usted?

—De los más duros, sí. He tenido malas rachas, la empresa me ha apartado de los partidos importantes... En veinte años hay cosas buenas y malas, pero ha sido de lo más duro.

En cualquier caso, le hicieron un favor a la empresa al solicitar la readmisión de pelotaris como Laso o Mariezkurrena, actualmente en el Parejas. Son fundamentales para Baiko.

—Sabíamos que prescindir de esos pelotaris era un gran error. Peleamos para que volvieran y lo conseguimos. Ellos también han ganado con su regreso, pero no le doy más vueltas. Lo importante es que siguieran.

¿Mereció la pena?

—Sin duda. No fue fácil. Éramos 16 pelotaris de personalidades distintas, edades distintas y condiciones distintas. Hubo mucho trabajo. Fue mérito de todos.

¿Se cobra la empresa ahora su peaje por la huelga con su continuidad?

—No creo. Antes de la huelga ya se fue un veterano como Iker Arretxe. Más tarde, Ibai Zabala. Aimar acabó su carrera y a mí me tocó después. No creo que sea una venganza. El punto de vista del empresario está centrado en la gente joven.

No es fácil de entender la decisión cuando este verano con usted podría haber sido muy provechoso.

—Hubiera tenido bastantes partidos, sí. Pero es su decisión y no quiero entrar en eso. La acepto y no tengo más que decir. Estar casi veinte años es un privilegio.

¿Qué proyectos tiene de aquí en adelante?

—Ahora estoy centrado en los partidos que voy a tener en pueblos pequeños. De momento, mi ilusión está ahí. En octubre jugaré mi último encuentro en Leitza, en la plaza. Después, tengo un par de proyectos pero veremos cómo van y si se concretan.

¿Cómo espera el festival del Labrit, el último de su carrera en la Liga de Empresas?

—Será bonito y el más especial. Irán muchos amigos y será bastante íntimo. En el Labrit debuté y mi último encuentro en un frontón grande será ahí. El Labrit es el frontón más especial. Ahí he jugado siempre las finales del campeonato navarro. Diría que todos los navarros tenemos una relación muy especial con el Labrit.

¿Está preparado?

—Sí. Estoy contento porque me estaba viendo bien de juego antes de la lesión y eso es vital. Gozar en la cancha es importante, más que ganar o perder. Además, estaba ganando algunos partidos.

Estaba mejor que en otros momentos.

—Sí. Se notaba esa fuerza del último tramo. En defensa ahora me cuesta un poco más, pero en ataque estaba acertando.

¿Un momento especial que tenga en la retina?

—Quizás el partido que más tantos he hecho fue el del Parejas de 2015 en Irun -hizo quince tantos en jugada y cuatro saques-. Fue además muy especial porque justo cambiaron el material. Hasta ese instante, había habido muy buenas pelotas. Debido a una decisión de la televisión, de repente desaparecieron las pelotas oscuras. Cogí un buen rebote en la elección. Era un partido a vida o muerte. Martínez de Irujo-Barriola tenían que hacer 17 tantos contra Untoria y yo. Seguro que es el partido que más tantos he hecho. El más inspirado.

Se mantuvo en la buena ola para ganar la txapela del Parejas con Álvaro, suplente de Aretxabaleta hasta adoptar la titularidad, y llegó a la final del Manomanista, que no pudo jugar ante Olaizola II por lesión. Estaba en un momento excepcional.

—La gente me dice que ese año podría haber ganado a Aimar. Puede que sí o puede que no. Estaba bien, fuerte. Nunca se sabe. Fue uno de mis mejores momentos.

En cualquier caso, contra Irribarria en 2017 hizo una gran final. Conquistó su segunda txapela del Manomanista.

—Es el mejor partido que he jugado mano a mano. Estaba muy bien físicamente, técnicamente lo hice bien y me salió justo como lo había planteado. En el Cuatro y Medio, sería la final de San Fermín contra Jokin -en 2018, ganó Oinatz por 22-18-.

La final oficial de 2016, en la que venció 22-21, también fue durísima, ¿no?

—Fue increíble. Se trata del partido más duro que he jugado, tanto en lo físico como en lo psicológico. En el último tanto, debido a la sobrecarga, se me bloqueó el brazo izquierdo. Además, un buen amigo había fallecido y tenía el sentimiento especial de dedicarle la txapela. Eso me dio presión y motivación. Me ayudó a afrontar el partido.

La final contra Abel Barriola del mano a mano de 2008 también fue muy especial. Se midieron dos del pueblo en la cita más grande.

—Tenía 23 años y no percibí ninguna presión. Eso cambia mucho el partido. Entonces, no aspiraba a ser campeón. Jugué mucho y me planté en la final. Abel tenía la presión de haber perdido unas cuantas finales. Fue más duro para él.

¿Cuál ha sido el peor rival para usted?

—Juan, Aimar y Jokin. Altuna III es un gran pelotari y los partidos contra él muchas veces son muy complicados.

¿Jokin es la estrella actual?

—Sin quitar mérito al resto de pelotaris, que hay otros cinco o seis pelotaris grandísimos, Altuna III es el número 1 para mí. Es especial. En los momentos de presión, de ganar, gana.

“Siempre le he dado mucha importancia a vivir. La vida no es solo la pelota a mano, mi vida soy yo”

“Durante estos años he intentado transmitir a los jóvenes que ser pelotari significa ser un privilegiado”

“No creo que la baja sea una venganza. El punto de vista del empresario está centrado en la gente joven”

“La final del Manomanista de 2017 contra Irribarria es el mejor partido que he jugado en la especialidad”

“Irujo, Aimar y Altuna III son los peores rivales con los que me he enfrentado en mi carrera deportiva”