AL vez el primer acto de rebeldía, y quién sabe si el viaje iniciático hacia la libertad, comienza el día en el que uno aprende a andar en bicicleta y se aleja de sus padres. La bici es el vehículo para la independencia, una invitación al descubrimiento, a la aventura y a la imaginación. Con esas primeras pedaladas timoratas y balbuceantes se abre el camino hacia el futuro para recorrer otros paisajes y conocer otras gentes. Sentir el viento en la cara y agarrar el manillar de nuestro destino posee un sentido mágico. Por eso, cuando después de 50 días de confinamiento, atados al rodillo y emparedados entre tabiques, Pello Bilbao, ciclista del Bahrain-Mclaren, y Omar Fraile, corredor del Astana, probaron el tacto de la carretera, una sensación de goce inmediato les recorrió el cuerpo. Como niños que aprende a andar en bici. “Ha sido una gozada, te sientes libre”, conceden ambos después de su primera incursión por el asfalto, el añorado paraíso.

“En cuanto me he puesto en marcha he tenido esa sensación de cuando eres pequeño y sales a andar con la bici sin otra idea que pasarlo bien y disfrutar”, apunta el gernikarra, que une irremediablemente la bici a sus primeros pasajes de libertad y la búsqueda de onzas de independencia durante la infancia. “Para mí la bici significa libertad. Sí, somos profesionales pero en un día así te das cuenta de porqué eres ciclista y que disfrutas por el simple hecho de andar en bici”. Después de su excursión, Fraile maneja un discurso similar al de Pello. “Está claro esto es nuestro trabajo y tenía ganas de poder empezar a desarrollarlo, pero es verdad que hoy (por ayer) ha sido un día muy especial en el que se trataba de disfrutar”, desliza el de Santurtzi.

Ambos ciclistas tenían en mente cuál sería su primera ruta sin los grilletes del rodillo, sin el centinela del confinamiento. “Yo me bajé de él hace dos días. Acabas harto”, enfatiza el gernikarra. Desatados del rodillo, la bici que no avanza, que agarra y no suelta, Pello y Omar dieron rienda suelta a sus piernas, deseosas de cimbrear la bici, de pegar arrancadas, de volver a la infancia y sentirse ciclistas, su razón de ser. Esperando ese día, ambos fijaron su puerto refugio.

“Sabía que quería ir a ver la mar. He ido hasta Lekeitio. Soy de Santurtzi y echaba mucho de menos la mar, necesitaba verla. Eso es algo que siempre llevas dentro. Desde que ordenaron el confinamiento sabía que iría a Lekeitio en la primera salida”. Pello Bilbao también optó por alimentar sus mirada con sus vistas preferidas, desde la panorámica de ofrece Urdaibai y su línea de costa, tan especial para el gernikarra. “Es al lugar al que siempre vuelvo después de las carreras o de las concentraciones. He ido por la carretera de Laga, Laida, Mundaka y luego he recorrido Ereño y Nabarniz”, relata el ciclista del Bahrain-McLaren sobre su retorno al asfalto.

soledad y silencio

De nuevo en la carretera, en la rutina que todavía no lo es, -los profesionales solo pueden pedalear por la provincia y los amateurs no pueden abandonar sus respectivos municipios- a Omar y Pello se les entremezclaron las sensaciones en la coctelería de la vuelta a su mundo. “La verdad es que se te hace todo un poco raro. Desde que coges la bici, que ya no la tienes agarrada por detrás como ocurre en el rodillo, hasta el hecho de no ver apenas tráfico, como si la carretera fuera tuya”, describe el santurtziarra, que añoró la charla de la grupeta, un clásico. El mandato señala que los entrenamientos deben ser individuales, en soledad. “Cuando entrenas, la grupeta siempre te hace mucha compañía, se habla de esto y de lo otro, por eso también era extraño, además de verte prácticamente solo por la carretera, con mucho silencio”, comenta Pello.

En medio de la distopía, Fraile encadenó una primera sesión de cuatro horas y media, sin apenas observar el potenciómetro. “Me olvidé de los datos. Era un día para disfrutar”, reconoce el santurtziarra, no sin matizar que el tanque de oxígeno ha llegado al límite. “Físicamente y muscularmente pierdes algo, pero sobre todo, lo que se pierde es fondo. He llegado a casa tocadito”. Acostumbrados a sesiones con cargas de trabajo de seis o siete horas, a Bilbao también le han estrujado los pulmones. “He hecho tres horas y media. He apretado al principio, por las ganas y por ver cómo estaba, pero la última media hora he levantado el pie porque iba justito”, explica el de Gernika. Ambos, probablemente con agujetas, volverán a la carretera hoy. De regreso al hogar de la libertad.

Ciclista del Astana

“Desde que ordenaron el confinamiento sabía que iría a Lekeitio en la primera salida. Necesitaba la mar”

Ciclista del Bahrain-McLaren

“Para mí la bici desde pequeño significa libertad. En un día así te das cuenta de porqué eres ciclista”