Bilbao - El calendario servía su 30 de marzo de 2019. Bilbao Arena. Campeonato de Europa del peso wélter. Otro día que transcurre para nunca más volver. En la memoria de Kerman Lejarraga sigue fresco, tierno aunque duela recordar, porque solo mirando al pasado el ser humano es capaz de no caer en los mismos errores.

Desde entonces, El revólver de Morga se ha fajado para viajar en el tiempo como Marty McFly en la saga de Zemeckis. Pero esto es la vida, chaval. Lejarraga no se agarra a un volante de ciencia ficción, sino a unos guantes que imprimen dolor. Se abraza al trabajo y esfuerzo para hacer del gimnasio una máquina del tiempo conectada al estimulo de una promesa que es el condensador de flujo: “Me voy a levantar con un par de cojones”. Fue el epílogo de aquel triste episodio. Un volveré. Y aquí está. Hoy comparece.

La vida ofrece oportunidades para quien las busca; Lejarraga persigue la redención, porque desde el 30 de marzo ha sido esclavo de la derrota, encadenado a la esperanza de revancha tras su primer borrón en el campo profesional, cuando contaba sus combates por victorias con aroma a K.O. Cuando conducía su carrera como una apisonadora desde el amanecer del profesionalismo, en mayo de 2013.

Lejarraga (28-1-0, 23 K.O.) afronta hoy la oportunidad de recuperar la condición de campeón de Europa que obtuvo ante el británico Bradley Skeete en abril de 2018 y que protegió ante el también británico Frankie Gavin en noviembre del mismo año. Pero que le fue arrebatada por el ruso David Avanesyan (24-3-1, 12 K.O.), campeón mundial en 2015 ante el venezolano Charlie Navarro y que retuvo el cinto en 2016 contra el estadounidense Shane Mosley en el combate más célebre del boxeador procedente del este y afincado en Gran Bretaña. Sin embargo, el título es menudeo en la conciencia de Kerman. El verdadero reto, su acicate, es el espíritu de superación: ganar contra quien se ha perdido.

¿Qué ha cambiado desde el 30 de marzo? En la hoja de servicios de los contendientes que se enfrentan en el Bilbao Arena, poco o nada. El último combate de Avanesyan data de aquella misma fecha en la que se apoderó del título continental. Mientras, se ciñó el cinturón de campeón Latino del Consejo Mundial de Boxeo el pasado 8 de junio ante el mexicano Luis Solís. Pero fue en un pleito que, dadas las características del azteca, poco tiene que ver con la propuesta de Avanesyan. Aquel día, con rotundo dominio de Kerman, no ofreció referencias para evaluar la transformación.

Avanesyan, de porte afable pero temible a sus 31 años, ha entrenado “muy serio” para el duelo, “pero sin nada especial”. Confía en que el guion que le apretó el cinto aplique una nueva derrota. Desde luego, la presencia del ruso en las horas previas a la velada proyecta sosiego como el que arrojó sobre en ring, cuando impuso una táctica basada en exprimir las oportunidades, sin premura. Sereno.

Lejarraga, con 27 febreros a sus hombros, es quien porta la responsabilidad del cambio al que invita el chasco. Es quien debe alterar el orden que estableció Avanesyan.

En aquel fatídico precedente “se lo puse fácil”, asevera Lejarraga. “Tiré de corazón más que de cabeza”. Conque su intención es ensalzar la inteligencia en lugar del músculo: “Ser más pausado, evitar las precipitaciones”. Porque si algo destaca en Avanesyan es la capacidad de hacer productiva cada oportunidad a través de la velocidad y la precisión, como gran contragolpeador que es. Su hook la lió.

Ava es una centella. El revólver acusó de desgaste físico, arrastrado por el ímpetu, y de lentitud frente al raudo oponente ruso. También escaseó el repertorio. Fue de piñón fijo. Lejarraga cayó en el noveno asalto de los doce pactados sin alterar la hoja de ruta. El ruso interpretó con excelencia los derroteros del combate y también aplicó prudencia con juego de pies y distancia, donde Lejarraga tiene la baza de la envergadura superior.

“La idea es no tener siempre la misma marcha a la hora de buscar el golpeo”, explica el vizcaino, que, a juicio de su entrenador, Txutxi del Valle, está en la cúspide de su fortaleza: “No he visto un Kerman tan fuerte en la vida. Está en su mejor estado de forma y se va notar”. Y es que, según deslizó el preparador, en el primer capítulo su pupilo sufrió “problemas con el peso y compitió con siete kilos menos”. “Estoy convencido de que va a ganar antes del límite; a este Kerman no le gana nadie”, sentenció.

La báscula dio su beneplácito con un resultado emparejado: 66,5 kilos para el aspirante y 66,4 para el defensor, en el límite de los 66,6.

“Puede decir lo que quiera, pero no es Dios para saber lo que ocurrirá”, respondió Ava al discurso de Del Valle. Contundente fue Carl Greaves, entrenador del ruso, para quien Lejarraga “llegará con una estrategia diferente”, pero para ofrecer el mismo desenlace porque “David le tiene cogida la medida”. “El final va a llegar más temprano; no va a haber asaltos de tanteo”, garantizó. El mánager Neil Marsh añadió más leña al fuego: “Eres un buen chico (por Kerman), pero no tienes nada que hacer”. Palabras ayer huecas y que hoy pretenden rellenar.

la velocidad En su primera derrota Lejarraga fue penalizado por su falta de rapidez, agilidad, fluidez y variaciones. Para evolucionar ha hecho campamento en Los Ángeles. Cambió la mentalidad. “Salí de mi zona de confort”. Quiso elevar la calidad del entrenamiento. “En el boxeo de Estados Unidos hay otra velocidad. Si quieres mejorar, tienes que ir”. Viajó.

Recurrió a la cuna del boxeo para cruzar guantes con sparrings como Brian Castaño (15-0-1), campeón mundial superwélter; Fabián Maidana (16-1-0), hermano del Chino Maidana, o Petr Petrov (40-6-2). “En este aspecto radica la mayor diferencia. Hemos trabajado con guante pequeño y es un trabajo más explosivo y con más ritmo”, analizó para este periódico. Así llega la revancha. “Es necesaria para mí. Es la pelea más exigente de mi carrera”, proclama. Se debate por la reconquista. Aunque la autoestima está por encima del cinto. Kerman Lejarraga puede regresar hoy al pasado para recuperar la confianza.