"Usred era un atleta enormemente talentoso que disfrutaba de la adulación del público, pero también tenía un lado oscuro y eso es lo que le ha traído ante esta corte. Antes de venir a este país se estaba entrenando como un potencial atleta olímpico, pero sus esperanzas de representar algún día a su país son ahora un sueño destrozado". Se equivocó el juez Francis Sheridan de la Corte de Aylesbury (Inglaterra) cuando en marzo de 2016 leyó la sentencia que debía enviar a prisión durante cuatro años a Steven van de Velde, por aquel entonces prometedor jugador neerlandés de voley playa, por “violación” a una niña de 12 años cuando él tenía 19. Se equivocó porque ni estuvo en la cárcel el tiempo previsto –solo un año– y porque ocho años después Van de Velde debutó ayer, a los pies de la Torre Eiffel, en los Juegos Olímpicos de París entre abucheos y protestas por su participación. Junto a su compañero Matthew Immers, perdió ante los italianos Alex Ranghieri y Adrian Carambula.

Los hechos acontecieron en agosto de 2014. Van de Velde y la víctima se habían conocido por Facebook y comenzaron a chatear con regularidad, con el deportista siendo plenamente consciente de la edad de la chica, según la sentencia. Van de Velde cogió un vuelo y se desplazó a Milton Keynes, donde ella vivía. Mantuvieron relaciones sexuales tanto en su casa como en las cercanías del lago Furzton con alcohol de por medio, tras lo cual regresó a los Países Bajos no sin antes recomendar a su víctima que tomara la píldora del día después debido a que no habían usado ningún anticonceptivo. Fue su visita a una clínica de planificación familiar lo que alertó a las autoridades por la juventud de la chica. En el juicio, Van de Velde, que acabó declarándose culpable de tres cargos de violación, lloró al escuchar que su víctima se había autolesionado y había sufrido una sobredosis tras su encuentro, pero cuando abandonó la cárcel –durante su condena fue trasladado a Países Bajos, donde su sentencia fue ajustada a las leyes locales, pasando de violación a fornicación, por lo que fue liberado un mes después– aseguró que no se le podía aplicar el calificativo de pedófilo y se quejó de “todas las tonterías” que se habían publicado sobre él. Volvió a competir a nivel internacional en 2018, año en el que en una entrevista tildó el incidente como “el gran error de mi vida. Tomé esa decisión cuando no estaba listo, era un adolescente que todavía estaba tratando de entender las cosas. Estaba un poco perdido”.

Su presencia en París’24 había sido criticada desde hace varias semanas, pero su debut olímpico ha puesto a Van de Velde en el ojo del huracán. Más de 100.000 personas firmaron una petición para que no se le permitiera competir, pero el Comité Olímpico de su país le respalda sin fisuras, asegurando que se sometió a un “programa de tratamiento especializado” y que había cumplido “todos los estrictos umbrales de evaluación de riesgos, controles y diligencia debida”. Eso sí, no convive en la Villa Olímpica para “garantizar un entorno deportivo seguro para todos los participantes” y tiene un permiso especial que le libra de tener que atender a los medios de comunicación. Su compañero sobre la arena también le ha mostrado su apoyo: “Lo que pasó, pasó. Tuvo su castigo y ahora es realmente amable. Para mí, ese es un gran ejemplo de que creció y aprendió mucho. Por supuesto, lo que sucedió en el pasado no fue nada bueno”.

El Comité Olímpico Internacional ha sido más tibio a la hora de valorar la polémica. Su portavoz, Mark Adams, apuntó que “no sería correcto decir que nos sentimos cómodos y felices con este asunto”, pero añadió que “este crimen ocurrió hace diez años. Se ha llevado a cabo un gran proceso de rehabilitación y también se han establecido medidas de protección muy estrictas. Creemos que la argumentación del Comité Olímpico de su país es correcta y continuaremos con la situación como está”.