Hace meses que se venía barruntando y la noticia trascendió en la madrugada del jueves, cuando los programas deportivos nocturnos achicaron la gesta del Villarreal para dar paso a la gran noticia. Zinedine Zidane, el segundo entrenador más laureado de la historia del Real Madrid tras Miguel Muñoz y con un año más de contrato, deja la casa blanca, pero sin más argumentos que las especulaciones periodísticas, lo cual da mucho juego y escasas certezas. Porque, a diferencia de su anterior espantada, justo después de ganar su tercera Champions consecutiva, ahora lo hace con un panorama radicalmente diferente, vacío de títulos y una sensación de derrota interior.

El Real Madrid le califica de “mito” y “leyenda” en el escueto comunicado emitido ayer jueves para anunciar la renuncia del técnico francés. “El Real Madrid comunica que Zinedine Zidane ha decidido dar por finalizada su actual etapa como entrenador de nuestro club”. “Es tiempo ahora de respetar su decisión y mostrarle nuestro agradecimiento por su profesionalidad, dedicación y pasión en todos estos años, y por lo que representa su figura para el Real Madrid”, se destaca en la nota.

A la espera de que el entrenador marsellés dé sus oportunas explicaciones, si las da (en las anteriores ocasiones no lo hizo) todo son conjeturas, comenzando por el sustituto. Los nombres de Raúl Blanco, otro histórico de la casa y que lleva las riendas del filial, ha entrado en la subasta, como también otro ex, Xabi Alonso, que acaba de ascender al Sanse a LaLiga SmartBank de forma brillante. Dos técnicos italianos suenan con fuerza, uno es Massimiliano Allegri, a quien la Juventus, donde ya entrenó, le quiere repescar; y el otro es Antonio Conte, que casualmente acaba de rescindir su contrato con el Inter, justo después de haber ganado con autoridad el scudetto.

La falta de respaldo

El Real Madrid terminó la temporada huérfano de títulos, pero peleando por ellos hasta el final, después de llegar hasta el último encuentro liguero con posibilidades de proclamarse campeón y alcanzar la semifinal de la Champions, donde cayó eliminado por el Chelsea. Pero antes, mucho antes, el frío enero dejó secuelas. El Athletic echaba al equipo blanco de la Supercopa y poco después el Alcoyano, un equipo de Segunda B, le eliminó de la Copa. Una derrota humillante. Nada nuevo por otra parte en una competición que siempre le ha sido esquiva al técnico galo. En la Liga estaba a 8 puntos del líder, el Atlético. Las derrotas pillaron además a Zidane confinado en su casa por culpa del coronavirus, recibiendo la crítica implacable de la prensa, que ya le situaba a punto del cese, y el desapego del club. En ningún momento Florentino Pérez o cualquier interlocutor válido le llevó una palabra de cariño o el simple apoyo institucional.

Los exégetas del madridismo sitúan en esa época de desamparo la decisión de Zidane. Habría que añadir la política de fichajes, los que llegaron sin su aprobación y los que no llegaron, pese a pedirlos, y los que fueron cedidos y luego se les echó de menos. Y tampoco se siente, al parecer, con ánimos para hacer la limpia que necesita la plantilla madridista.