ESTÁBAMOS con ansias de comenzar el Giro de Italia después de tres días instalados en Bolonia. Durante esos días entrenábamos un par de horas al día, probábamos la cabra y, quieras o no, al final se hacía largo. La primera etapa supo a poco porque en una crono de 8 kilómetros poco se puede hacer, la verdad. Se cumplieron los pronósticos. Primoz Roglic era el claro favorito con este recorrido y tal y como había venido de Romandía, el trazado le veía como anillo al dedo. Eso sí, creo que las diferencias logradas por el esloveno nos sorprendieron a todos. Nadie esperaba que fuera capaz de meter casi 20 segundos a Simon Yates, el segundo en meta, en apenas ocho kilómetros. A partir del segundo, los tiempos están más comprimidos y eso demuestra la exhibición que realizó Roglic. Ahora tendrá la obligación de trabajar para mantener la maglia rosa y eso conlleva desgaste. Eso sí, nadie está dispuesto a regalar el liderato. En cuanto a mis sensaciones, estás fueron buenas, aunque ser súpers. En lo personal, la etapa me sirvió para despejar dudas. Arranqué desde abajo muy fuerte y me quedé vacío al final. Los últimos 500 metros se me hicieron eternos y me dejé unos quince segundos, pero me quedé satisfecho con el trabajo realizado.