Cualquier persona que antes del arranque del curso de la NBA hubiera apostado una cantidad significativa de dinero por una final entre los Milwaukee Bucks y los Phoenix Suns, habría recibido, cuanto menos, el calificativo de temerario. O de iluso. En una competición rebosante de megaproyectos, los de Wisconsin entraban en las quinielas para representar a la Conferencia Este pese a sus serios tropezones de los dos últimos cursos, pero claramente a la sombra de los rutilantes Brooklyn Nets. Lo de la franquicia de Arizona, ausente de los play-offs desde 2010, cuando los Steve Nash, Amare Stoudemire o Grant Hill vestían aún de corto, sí que era casi imposible de predecir.

Pero el curso 2020-21 se ha convertido en un auténtico ejercicio de supervivencia mediatizado totalmente por la acumulación de lesiones de hombres llamados a tiranizar la competición (LeBron James, Anthony Davis, Kawhi Leonard, James Harden, Kyrie Irving...) y Suns y Bucks han sido los que mejor se han adaptado a esa carrera de obstáculos. Hacía días que Phoenix esperaba rival para la gran lucha por el anillo tras tumbar por 4-2 a Los Angeles Clippers y Milwaukee se sumó a la fiesta en la madrugada del domingo tras superar la resistencia de los Atlanta Hawks en el sexto duelo de la final del Este (118-107) pese a verse huérfano de su gran estrella, Giannis Antetokounmpo, en los dos últimos encuentros como consecuencia de una hiperextensión en su rodilla izquierda. La articulación del griego no sufre daños estructurales, pero su concurso para el duelo en la cumbre contra los Suns sigue siendo dudoso y ese, su presencia o ausencia, es un factor suficiente como para desequilibrar la balanza de los favoritismos hacia un lado o hacia el otro.

A falta del MVP de la NBA en 2019 y 2020, sus dos principales escuderos, Khris Middleton y Jrue Holiday, cogieron el toro por los cuernos para acabar con la resistencia de los correosos Hawks, para los que los problemas físicos de su gran estrella, el fusilero Trae Young, lesionado en un pie en el tercer choque de esta serie, ausente en los dos siguientes y de vuelta pero renqueante en el decisivo, también han sido motivo de amargura los últimos días. La contienda llegó equilibrada a su ecuador (43-47), pero la explosión anotadora de Middleton en el tercer cuarto permitió a los de Mike Budenholzer poner pies en polvorosa en el luminoso y alcanzar rentas que llegaron hasta los 19 puntos. No se rindió Atlanta ante su público y, a lomos del acierto de Bogdan Bogdanovic y Cam Reddish, atosigó a su rival con el partido ya metido en sus dos últimos minutos, pero un triple lateral de P.J. Tucker acabó con cualquier posibilidad de forzar el séptimo encuentro. Middleton acabó con 32 puntos, Holiday sumó 27 y otros cuatro jugadores de los Bucks (Brook Lopez, Bobby Portis, Pat Connaughton y Jeff Teague) anotaron en dobles figuras. Por contra, los de Nate McMillan pagaron caro el nefasto partido en ataque del dolorido Young, con 14 puntos frutos de un horrible 4 de 17 en tiros de campo.

La gran final está servida para dos franquicias poco acostumbradas a seguir en competición a estas alturas de curso. La última vez que los Bucks, campeones en 1971, alcanzaron el último escalón de la lucha por el anillo, en 1974, todavía tenían en nómina a los míticos Kareem Abdul-Jabbar, que aún no había aterrizado en los Lakers, y Oscar Robertson. Menos tiempo ha pasado para los Suns, que jugaron las finales en 1993 con Charles Barkley en sus filas para claudicar ante la superioridad de los Chicago Bulls de Michael Jordan, pero ellos no poseen ningún título de campeón.