FUE solo un highlight. No ganamos, por lo que no significó nada”. Habla Arnoldas Kulboka (4-I-1998, Marijampole) sobre el triplazo con el que forzó la primera de las prórrogas del pasado sábado en la cancha del Obradoiro y lo hace con una serenidad impropia en un chico de 21 años que ya no sorprende a los que conviven día a día con él desde que aterrizara en verano en el Bilbao Basket. “Tiene la cabeza bien amueblada y escucha a los que le rodean”, apuntan desde el vestuario. “Tiene las ideas muy claras, sabe dónde quiere llegar y lo que debe hacer para tener su oportunidad”, destaca otro componente del conjunto vizcaino. La imperturbabilidad es una cualidad necesaria para los francotiradores. También para los del mundo del baloncesto, aquellos cuya especialidad es fusilar desde más allá de la línea de 6,75. Kulboka hace gala de ella tanto dentro como fuera de la cancha. Ni siquiera la mención a su gran 5 de 7 en triples el sábado en Santiago le altera. “Honestamente, no sé si ha sido uno de mis mejores partidos a nivel profesional, prefiero no pensar en esas cosas. Me centro en ayudar al equipo. Si tengo que lanzar 20 tiros, lo haré; no hay problema”, asegura el ala-pívot lituano de 2,08 metros, drafteado en 2018 por los Charlotte Hornets, franquicia de la NBA con la que ha jugado dos ediciones de la Summer League y que monitoriza su progresión como hombre de negro: “Estamos en constante contacto, me escribieron después de los partidos contra Valencia y Obradoiro”.

Kulboka vive un curso vital para su despegue. Estrena competición -“quería jugar en la ACB porque es la mejor liga de Europa”-, posición sobre la cancha -“siempre había jugado como alero o escolta e incluso en mi segundo año en Alemania el 30% de mis minutos fueron de base; ahora, como ala-pívot, tengo que demostrar que puedo defender a los cuatros rivales, es mi mayor problema porque me falta experiencia en esa posición y puede que no sea tan fuerte como algunos rivales”- y una vez más tira de claridad al referirse sobre su cambio de aires el pasado verano: “Decidí rescindir mi contrato con el Brose Bamberg porque quería jugar. El año pasado estuve la mayoría del tiempo en el banquillo. Para mí lo más importante ahora es acumular experiencia porque soy joven pero no voy a serlo siempre. Hay jóvenes que ganan mucho dinero pero pasan mucho tiempo en el banquillo. Yo ahora mismo no pienso en el dinero, solo en jugar, mejorar y coger experiencia”.

Kulboka creció en Igliauka, un pequeño pueblo de menos de mil habitantes situado a 60 kilómetros de Kaunas, y empezó a jugar a baloncesto a los seis años. Al principio no destacaba especialmente en el tiro, pero una lesión a punto de cumplir los 14 años lo cambió todo: “Me rompí el ligamento cruzado anterior de mi rodilla y no pude jugar durante un año. Solo podía tirar a canasta. Me apoyaba sobre una pierna y tiraba, tiraba, tiraba... Aquello me ayudó mucho porque con 15 años el lanzamiento exterior se convirtió ya en mi gran especialidad”, recuerda, convencido de que para afinar la puntería “el talento natural no lo es todo. Yo de niño pasé muchas horas tirando a canasta y no solo después de los entrenamientos, también en verano”. Su talento llamó pronto la atención de la Sabonis Basketball School y de las categorías inferiores del Zalgiris y con 15 años se marchó solo a Kaunas. Sin embargo, no llegó a debutar con el primer equipo del gigante lituano y en 2015 firmó un contrato de cinco cursos con el Brose Bamberg. “Jugué un año con el segundo equipo del Zalgiris pero nunca tuve un contrato con el club, siempre quise tener abierta la posibilidad de ir al extranjero”, rememora. En Alemania, pasó su primer año y medio jugando para los clubes vinculados del Brose en la liga sub’19 y en Segunda hasta que debutó en la Bundesliga en mayo de 2017.

Su nombre llevaba ya años sonando como gran proyecto del baloncesto europeo. Internacional lituano en todas las categorías inferiores, en 2014 fue ya convocado para el Jordan Brand Classic Camp y posteriormente jugó en varias ediciones del Adidas Eurocamp de Treviso y, sobre todo, en el Basketball Without Borders Global Camp de 2016, en Toronto. “Fue el mayor escaparate en el que había estado jamás, algo impresionante. Todo era nuevo y nunca había pensado que con 17 años podía verme rodeado por los mejores jugadores del mundo de mi edad. Por ahí estaban DeAndre Ayton, número uno del draft de 2018 y pívot de los Phoenix Suns, Frank Ntilikina, base francés de los New York Knicks, el alemán Isaiah Hartenstein (Houston Rockets)? Mucho talento”.

Minutos en la élite La campaña 2017-18 la pasó cedido en el Capo d’Orlando italiano y por fin tuvo lo que tanto ansiaba, minutos y responsabilidad en la élite. “Quizás no estaba del todo preparado para jugar tanto, pero fue una grandísima oportunidad. Mi entrenador confiaba mucho en mí y tuve un rol importante en el equipo tanto en la liga italiana como en la Basketball Champions League”, destaca. De hecho, fue elegido mejor jugador joven de la competición continental tras promediar 10,3 puntos y cinco rebotes por cita. Tras ese curso, fue elegido en la segunda ronda del draft por los Charlotte Hornets en el puesto 55: “No fue una gran sorpresa, esperaba salir elegido. El año anterior estuve tentado de presentarme, pero al final decidí esperar. La NBA es el sueño de cualquier jugador, pero yo lo único que quiero es jugar al máximo nivel que pueda”.

Por ahora, su contacto con la liga estadounidense se limita a sus dos participaciones en la Summer League -“es una gran experiencia y un desafío constante; hay muchos jugadores jóvenes que quieren probar cosas, muchos no han salido en el draft y quieren demostrar que son mejores que los que han sido elegidos, hay retos individuales constantes? Es un baloncesto diferente al que estoy acostumbrado a jugar”- y su posible desembarco al otro lado del charco no es algo que le quite el sueño, al menos públicamente. “Solo llevamos tres partidos pero estoy muy contento de estar aquí. Tengo un rol importante en el equipo y quiero ayudar para tratar de ganar cada partido. En líneas generales, estoy contento con mi juego pero sé que puedo hacerlo mejor. ¿Dónde me veo dentro de tres años? Pues me veo con 24 años (risas). En serio, sé que estaré jugando a baloncesto, ya veremos dónde. Mi objetivo siempre será hacerlo al mayor nivel posible. Si es ACB, pues ACB; si es Euroliga o NBA, pues allí? Nadie conoce el futuro”, apunta.