HACE poco más de nueve meses, el Bilbao Basket y su afición estaban en una nube de satisfacción, surfeaban una ola que les había llevado a la Copa y les empujaba hacia puestos de play-off. Todo estaba saliendo a la perfección, la salud acompañaba y el juego del equipo provocaba buenos resultados. Pero justo el 8 de marzo la competición se paró y todo lo que ha ocurrido después, desgraciadamente, ha empujado al equipo hacia el infierno. Porque los hombres de negro arrancarán 2021 en puestos de descenso y obligados a protagonizar una reacción en la segunda vuelta para no caer de nuevo a la LEB, un escenario que nadie planteó en la última junta de accionistas, quizás para no mentar la bicha.

Desde aquella amplia victoria ante el Obradoiro en Miribilla tras la que se puso fin a la normalidad en el baloncesto, en el deporte y en la vida, todo se fue torciendo. A la fase final de Valencia el equipo llegó entre algodones y con bajas importantes, pero con el trabajo ya hecho. El verano parecía plácido, pero la temporada actual empezó a torcerse cuando Lammers y Sulejmanovic decidieron ejercer las opciones que tenían en sus contratos para salir del Bilbao Basket. Al contrario que hace nueve meses, todo lo que puede salir mal sale mal, las lesiones han dañado la estructura del equipo, algunos fichajes no han funcionado y después de dieciséis partidos, el conjunto de Mumbrú solo ha sumado tres victorias.

Junto al Gipuzkoa Basket, su rival este sábado, es el único equipo de la Liga Endesa que no ha conseguido enlazar victorias aún y eso convierte el derbi en una cita fundamental para poder ver el futuro con menos agobios. A estas alturas de la pasada temporada, los últimos clasificados tenían cuatro victorias por lo que si los bilbainos quieren salir de donde están tienen que empezar a ganar partidos y no solo contra los equipos que tienen más cerca en la clasificación, algunos de los cuales tampoco atraviesan un buen momento, pero viven de las rentas que consiguieron al encadenar rachas victoriosas.

Al margen de que el colectivo se vea lastrado por la falta de regularidad en el rendimiento de sus individuos, el principal aspecto a corregir tiene que ver con la fortaleza mental, con evitar caer en esos lapsus de concentración que tan caros están costando porque alejan al Bilbao Basket de la posibilidad de ganar y le obligan a remar y remar para no llegar a la orilla. En los dos últimos partidos ante el Unicaja y el Burgos, los de Mumbrú han cedido sendos parciales de 12-28 y 35-20 en los segundos cuartos. Ante el Zaragoza, fue un 30-12 en el primero. En su situación actual, los vizcainos no pueden permitirse estos descuidos porque no va sobrado de recursos para darle la vuelta y todo acaba redundando en generar más tensión y confusión en la toma de decisiones.

El Bilbao Basket es capaz de sumar minutos de buen baloncesto, pero da la sensación de que esos momentos de debilidad acaban pesando mucho más en el balance de sus actuaciones. En Burgos, como desde la lesión de Balvin e incluso antes, el equipo está sufriendo para defender a rivales que utilizan formatos abiertos y apenas un jugador interior que se dedica a bloquear y caer al aro. La necesidad de cerrarse en la zona fuerza a hacer ayudas largas y concede demasiados espacio para la circulación y tiros liberados, que están siendo convertidos.

El equipo bilbaino ha logrado responder, pero en ataque su producción se resiente también dentro de la zona ya que se queda por debajo del 50% en tiros de dos. Aminu acaba de llegar y podría añadir cierta presencia, Dos Anjos alterna buenos minutos con lagunas lógicas de su condición de casi novato y Huskic, tras unos primeros partidos prometedores, ha caído en su rendimiento porque no acaba de alcanzar su mejor condición física ni ha sido nunca un pívot fajador. Zyskowski sufre su falta de explosividad en los contactos y solo Miniotas es capaz de moverse con eficacia en espacios reducidos. Es el primer mandamiento para salir de las posiciones de descenso: ser más contundente para no ceder canastas sencillas y aprovechar las situaciones de ventaja. En definitiva, agarrarse a los partidos a partir de marcadores más cerrados que alimenten la confianza.