bilbao - La retirada de Koteto Ezkurra, que se hará efectiva el sábado en Galarreta, pone fin a una era. El doneztebarra está integrado en el Olimpo con once txapelas del Individual y cinco del Parejas. Es una estrella dentro de la cancha y un tipo muy querido fuera. Es normal. Genio y figura.

Ha pasado sus últimos 28 años ligado al remonte profesional, siendo una de las figuras y el emblema de la modalidad desde hace más de dos décadas. ¿Qué le ha aportado a usted?

-A mí me lo ha dado todo. Tanto mi forma de vida como mi manera de hacerme persona. En definitiva, todo. Comencé muy joven en el deporte y entré en el profesionalismo siendo un niño, con 16 años. Me he hecho adulto y persona en el frontón.

Ha pasado muchos años siendo el dominador de la disciplina y todo un ídolo. No en vano, se trata de uno de los pelotaris más importantes de la historia. ¿Cómo se gestiona eso?

-Estas cosas te llegan sin planteártelas de antemano. Te metes en este mundo, te gusta, vas funcionando y poco a poco vas siendo alguien. Nunca he sido amigo de pensar en que era un ídolo, porque disfrutaba mucho en la cancha. Nunca me he parado a razonar en ello. Estaba a gusto en el frontón y hacía lo que me gustaba, nada más. Sí que hay ciertos momentos en los que se nota que eres la cabeza visible del remonte y el que tiene la responsabilidad en el cuadro. No le he dado demasiada importancia. Considero que he sido natural y eso ha sido clave para no tener tropiezos importantes. He sido sincero conmigo mismo y no he tenido esa carga encima.

Acabará su andadura con 28 años de experiencia en el remonte profesional.

-Suena a mucho y no suena a nada. Te pones a pensar, empiezas a dar vueltas a todas la vivencias que he pasado y da para mucho. Recuerdo cuando era un niño e iba al frontón sin carnet de conducir. Entonces, no me imaginaba todo lo que me iba a pasar. Después, también me viene a la cabeza la etapa de cuando era consciente y estaba a pleno rendimiento, cuando empecé a acusar la edad o cuando me planteé la retirada. Todas esas fases aportan algo. El remonte me ha hecho persona.

¿Es fácil mantener el hambre competitiva a lo largo de casi tres décadas?

-No. Es lo más difícil. Lo cierto es que no me quedo con todas las txapelas que tengo. Al final, lo que tiene mayor valor es estar tanto tiempo en lo alto sin perder tu sitio. En nuestra modalidad es el día a día el que te juzga. Y respecto a mantener el hambre... Eso está en la personalidad de cada uno. Las claves han sido disfrutar tanto del remonte y de lo que hacía todos los días.

¿Cuál es la receta para durar tanto tiempo en una disciplina tan dura?

-Se trata de un cúmulo de cosas: condición innata de cada uno, ser un privilegiado físicamente, ser fuerte y tener suerte, pero hay que darle de comer. Al final, hay que prevenir y cuidarse lo máximo posible. Aun así, la fortaleza física de cada uno es innata y, gracias a Dios, en todo este tiempo no he tenido una lesión de más de dos meses. Con el tute que he llevado, no tener una lesión larga es que Dios me ha dado un don en el apartado físico.

El 11 de junio anunció que iba a abandonar la práctica del remonte profesional. ¿Sintió que había llegado el momento de dejarlo?

-Todo sucedió un poco de repente. Uno lo sabe. Muchas veces me he planteado esta situación, pero nunca he encontrado ni el momento, ni la inspiración ni el motivo. El año pasado me lo empecé a plantear y después de las Navidades comencé a valorarlo yo solo. Vi que era una salida buena y mi cabeza me lo pedía. De todos modos, no crea que lo pensé durante mucho rato. Un día se lo comenté a los más cercanos y abrieron los ojos como un emoticono. Y ya no hubo vuelta atrás. Desde que lo solté hasta que se lo conté a la empresa pasó solo un mes. No me lo pensé mucho tiempo. Aun así, lo más importante fue que, cuando me lo pensé, no se me hizo un nudo en el estómago.

¿Qué cree que es lo que más va a echar de menos de la pelota profesional?

-Después de estar tanto tiempo en esto, siempre tienes en la cabeza tu mundo: tu pelota, tu remonte? Poco a poco, esa intensidad va bajando. Después, sí que echaré en falta la competición. Aun así, me ha venido de un modo tan natural el dejar la pelota que mentalmente también lo llevo mejor. No es como si hubiera tenido que retirarme a una edad temprana o por una lesión. Esta es una decisión propia. Lo que tengo claro es que sí que voy a pasar envidia, pero ya me pasaba en activo. Iba al frontón porque me encanta el ambiente, pero no echo en falta la actividad. El cuerpo te pide calma.

Hagamos memoria. ¿Qué partido recuerda de manera más especial?

-La primera final del Individual (1995). Jugué contra Peio Aizpuru. En aquella primavera irrumpí en las grandes esferas del remonte. Entonces, no se sabía si yo era de verdad o de mentira. Poco a poco ves que estás funcionando a pesar de haber entrado como un elefante en una cacharrería. Al llegar el mano a mano, que era la Champions League, arrollé. Acabó el partido y no me lo creía. No lo asimilé. No le supe sacar la chispa que tiene. Fue el campeonato en el que me afinqué como una figura en serio.

Además, durante todo este tiempo ha convivido con un montón de adversarios. ¿Quién le dio más quebraderos de cabeza?

-No podría decir uno en concreto. He vivido diferente fases en mi carrera. Por ejemplo, Elizalde, Agerre o Matxin estuvieron en mis primeros años. Eran los que estaban arriba cuando yo llegué. Después, vinieron Eizagirre, Lizaso y Zeberio. He pasado muchos años en la élite y no podría decir solo a uno.

Zeberio es más que un contrincante...

-Patxi es el rival que más tiempo he tenido enfrente y un íntimo amigo. Del frontón he sacado estas cosas que son las que realmente me llenan. Zeberio es una persona con la que nos hemos matado cuando podíamos, pero luego se ha quedado esa íntima amistad. He hecho amigos más que compañeros.

Tal y como comenta, en la primavera de 1995 se produce su ascenso a la pléyade de estelaristas en el remonte profesional. ¿Son esos sus recuerdos más importantes, la época más dulce?

-Entonces, el cuadro era muy extenso. Que llegara un chavalín y rompiera con todos los moldes había que afianzarlo. Me acuerdo del difunto José Mari Salsamendi, al que decían que viniera a Iruñea a verme para montar partidos, pero no sabía qué se iba a encontrar. No eran conscientes de si iba a ser un estallido prolongado o no. En esa primavera empecé a dar ventajas y el verano fue precioso. Comencé a jugar encuentros que ni me imaginaba tres meses antes y después irrumpí en el mano a mano. Eso te marca. Ese verano fue clave en mi carrera. En la hemeroteca del frontón se ve que fueron los meses en los que empecé a dar ventajas.

Ganó sus cinco primeras txapelas del Individual de manera consecutiva. Disputó once finales seguidas y triunfó en nueve. Sin embargo, tardó cinco años en conseguir la décima (desde 2005 a 2010). Y la undécima llegó en 2011. ¿Qué pensó en ese tramo sin el título?

-Las cinco primeras llegaron seguidas, sí; pero siempre puede haber imprevistos. No puede ser todo rodado. Cuando gané los nueve títulos, se me enterró. Yo no me lo tomé a mal, porque tenía 37 años y la gente joven venía pegando fuerte. Era como el semental apartado. Me planté en 2010 y 2011 y gané. Me veía bien, pero tuve lesiones. No me veía favorito, pero sí que soy competitivo y creo en mí mismo. Fue mi último golpe el mano a mano.

¿Cuál es su gasolina?

-Me gusta disfrutar. Me gusta la competición. Cuando voy a jugar, muerdo. Me encanta que me quieran ganar y que se piquen conmigo. Tengo buen perder. Disfruto y siempre lo he hecho. Eso se acaba notando.

Y la gente le quiere.

-Es lo que más me gusta de todo esto. Sentirte querido es lo más grande que hay en la vida. Ver la respuesta que ha tenido la gente conmigo en los frontones es lo más gratificante que te puedes echar a la cara.

¿Recuerda la primera vez que cogió un remonte?

-Perfectamente. Mi aita me hizo un remonte de mimbre en Orio y lo cogí en el frontón de Doneztebe. Mi difunto padre iba con un laxoa y yo con el remonte. Los dos jugábamos mano a mano. Tendría 13 años. No había forma de pelotear, me aburrí y lo dejé.

Prosiga.

-Cuando me fui a estudiar a Elizondo había unos chicos que jugaban y me arrimé a ellos. Con 15 lo retomé y en un año me hice profesional.