BILBAO. En el RETAbet Bilbao Basket todo es susceptible de convertirse en un culebrón, incluso la renovación o no del llamado a ejercer como tercer base de la rotación de Carles Duran el próximo ejercicio. Ocurre que el jugador en cuestión no es un cualquiera, sino un emblema del club y, por extensión, de todo el baloncesto vizcaino. Javi Salgado debe decidir esta semana si acaba aceptando la oferta de renovación, muy a la baja en el aspecto económico, que le hizo llegar la entidad de Miribilla hace ya más de veinte días ya que la misma tiene fecha de caducidad: el 30 de junio. Es decir, este viernes.

La primera intención del club era que el director de juego vizcaino colgara las botas este verano para pasar a formar parte de la estructura técnica ejerciendo de ayudante de Duran. Así se lo hicieron saber varias semanas antes de acabar la última Liga Endesa, propuesta que cogió por sorpresa al jugador, que tenía claro que quería continuar vistiendo de corto una temporada más antes de cumplir con su sueño de retirarse en el Bilbao Basket. Partiendo de dos posiciones tan antagónicas -desde el entorno del de Santutxu han lamentado que si al menos la proposición de dejar el balón y coger la pizarra hubiese llegado con meses de antelación, el jugador podría haber tenido tiempo para hacerse a la idea y vivir sus últimos encuentros con la camiseta negra de otra manera-, en la última reunión entre las dos partes el Bilbao Basket acabó ofreciéndole seguir un año más siendo el tercer timón del equipo. Eso sí, la oferta llevaba consigo una reducción del 50% en lo referente al sueldo, que la pasada campaña no era ya de los más elevados del vestuario precisamente.

Desde ese encuentro hasta el día de hoy, Javi Salgado se ha dado tiempo para reflexionar y analizar pros y contras. En un lado de la balanza, su indisimulado deseo de, a punto de cumplir 37 años, alargar su carrera deportiva un año más y hacerlo en el club que lleva en el corazón; en el otro, cierta amargura por el tratamiento que se le ha dado a su situación. Y no solo en lo económico. Es probable que para el de Santutxu lo sentimental acabe pesando más que cualquier otra circunstancia y decida cumplir su deseo de vestir una campaña más la camiseta del Bilbao Basket, pero en el ambiente quedará que el primer impulso del club fue no contar sobre la cancha con alguien que un año atrás fue recibido como “un jugador con indudable calidad deportiva y un referente vizcaino que el club necesita para apuntalar este proyecto”.

En el planteamiento deportivo de cara al próximo curso, Salgado no debería incomodar en un rol de tercer base que él tiene totalmente interiorizado y asumido, por detrás de Jonathan Tabu y el brasileño Ricardo Fischer, debutante en la Liga Endesa y con una escasa y ya lejana experiencia en el baloncesto continental. De hecho, sus tablas en la ACB y su profundo conocimiento de la competición podrían ser importantes pluses dentro de un grupo humano que contará con un buen ramillete de piezas novatas en estas lides. Su rendimiento el último ejercicio fue tan irregular como el de sus compañeros dentro de una hoja de ruta en la que le tocó ejercer incluso de cuarto base cuando fue fugazmente adelantado en la rotación por Sergio Llorente. Lo hizo sin un mal gesto. Ahora llega el momento de ponerle fin a un culebrón que, sea cual sea su resolución final, nunca debió existir de haberse tratado con más mimo y mano izquierda durante sus primeros capítulos. Porque Salgado no es un cualquiera ni en el Bilbao Basket ni en el baloncesto vizcaino.