Bilbao - Cuando el potencial económico, y por lo tanto deportivo, de un equipo desciende, lo hace también su capacidad de batirse el cobre con los grandes, de tratarles de tú a tú, de hacer de la sorpresa hábito. Es de perogrullo, tan obvio como que en esas circunstancias hay dos factores que se convierten en imprescindibles para el buen discurrir de una temporada: evitar los accidentes contra rivales de menor potencial y, por encima de todo, convertir la cancha propia en fortín, en inexpugnable. Al RETAbet Bilbao Basket del presente curso le está costando muchísimo cumplir con estas dos premisas, de ahí los dientes de sierra en su rendimiento y la incredulidad de sus seguidores, confundidos, incapaces de discernir si sus hombres de negro tienen más del equipo autoritario y redondo que tumbó en Miribilla el miércoles pasado al líder Valencia Basket o del deslavazado y errático que puso mucho de su parte hace dos días para dar brío al Rio Natura Monbus en su lucha por evitar el descenso.

Su técnico, Carles Duran, aseguró tras el resbalón ante los gallegos que la realidad del conjunto vizcaino está en territorio intermedio, que ni tan buenos como contra los taronjas ni tan malos como contra los de Moncho Fernández, aunque en la temporada de los suyos está habiendo bastante más de lo segundo que de lo primero. El Bilbao Basket lleva desde enero asegurando que su gran meta es alcanzar la octava plaza para disputar el play-off, pero sigue sin encontrar la sostenibilidad imprescindible para convertir las palabras en hechos. De los doce partidos que lleva disputados hasta el momento contra los ocho primeros de la tabla, solo ha sido capaz de ganar tres (dos al Barça, uno al Valencia) y ha perdido nueve, cifras que reducen notablemente el margen de error ante rivales de potencial parejo o inferior. Y ahí empiezan los problemas de los hombres de negro, sobre todo en Miribilla.

A falta de disputar aún dos encuentros como local (ante Morabanc Andorra, el rival a cazar en la lucha por la octava plaza, y el Baskonia) son ya siete las victorias que se han escapado del Bilbao Arena, cifra que solo ha sido peor en tres de las doce campañas del club en la máxima categoría del baloncesto estatal: 2004-05 (balance de 7-10), 2005-06 (9-8) y la tumultuosa 2013-14 (9-8). A día de hoy, el conjunto vizcaino suma como anfitrión el mismo número de victorias como de derrotas, siete, una hoja de servicios escasísima cuando de luchar por jugar las eliminatorias por el título se trata. Dos datos lo corroboran: desde el ascenso a la ACB en 2004, solo en el curso del debut se quedó sin superar ese 50% en cuanto al balance de victorias-derrotas como local; por otra parte, en el presente ejercicio únicamente tres equipos ofrecen menor solvencia como anfitriones que los hombres de negro: el ICL Manresa (3-11), colista y prácticamente descendido, el Betis Energía Plus (4-9), penúltimo, y el Rio Natura Monbus (5-8), con un triunfo de ventaja con respecto a las plazas de descenso.

Es cierto que el 6-7 del Bilbao Basket como visitante es un balance notable, pero queda totalmente mediatizado por tres severos resbalones en el Bilbao Arena: las derrotas contra Betis Energía Plus, UCAM Murcia y la última ante el cuadro gallego. Los tres conjuntos no solo tienen en común su mala situación clasificatoria (16º, 11º y 13º, respectivamente), sino también sus pobres números lejos de su cancha. Además de en Bilbao, los murcianos (3-10 como visitantes) solo han ganado este curso en las canchas de los dos equipos en puestos de descenso; los gallegos (4-10) solo habían triunfado hasta el lunes en Manresa, Badalona y Murcia; mientras que el Betis (4-10) acabó con los puños en alto en Bilbao, Badalona, Fuenlabrada y la cancha de Estudiantes. Vamos, que el Bilbao Arena ha sido, clasificatoriamente hablando, la pieza más preciada capturada por los tres en el presente curso.

Por eso tropezones como los del lunes ante el Rio Natura son tan dolorosos, porque emborronan triunfos de sobresaliente mérito como el cosechado ante el Valencia y porque introducen palos en la rueda de un equipo que acumula demasiados regalos en su camino hacia el play-off.