Bilbao - ¿Qué sabor le ha dejado 2016 con su ascensión exitosa al Nanga Parbat?

-Un buen sabor de boca, pero como todas las expediciones. La gente se cree que porque hayamos hecho cumbre eso es lo que se valora. Pero para mí, y bajo mi punto de vista, fue mucho más exitoso lo que hicimos el año pasado Ali Sadpara y yo. Alcanzamos los 7.900 metros sin conocer la montaña. Este año contábamos con mucha más ventaja puesto que conocíamos los entresijos y los secretos de la montaña para actuar y trabajar en ella.

¿Qué hacía de este reto invernal algo diferente?

-Yo destacaría de esta montaña respecto al resto que tiene un gran desnivel a solventar desde el campo base hasta la cumbre. Hay 4.000 metros de desnivel. Si tomamos como referencia el Everest, que es la montaña más alta del planeta, vemos que en su vertiente norte hay que escalar un desnivel de 1.400 metros. En el Nanga Parbat hay que escalar 4.000 metros. Es un gran macizo que está solitario y eso hace que el tiempo sea muy cambiante. Eso lo dificulta mucho. Puedes estar escalando a 30 grados bajo cero, en cinco minutos estar a 50 grados bajo y no lo cuentas. Por lo tanto el compromiso y la disputa de esta montaña es muy exigente.

¿Le motivan más estas expediciones invernales?

-Sí. Me gusta más esa exigencia y encontrarme una montaña así, en su estado más puro, que presenta esas características y connotaciones de que es mucho más exigente y a la vez más peligroso. El peligro no me gusta, pero hay que saber gestionar el peligro.

¿Se prepara de una manera diferente estos proyectos más peligrosos?

-Sí, desde el principio hasta el final. Es completamente diferente, no tiene nada que ver escalar una montaña en su temporada estival que en invierno. Por otro lado, es diferente porque sé cómo lo quiero hacer, sé que quiero estar ahí y sé hasta dónde estoy dispuesto a llegar.

¿Hubo algún momento crítico en el que barajó la posibilidad de renunciar a la cumbre?

-No. Es más, creo que lo más jodido que tuvimos allí fueron los cristos que tuvimos dentro del equipo más que lo que es la montaña. A mi entender lo esencial y primordial era escalar la montaña, pero cuando hay tantos egos y tanto afán competitivo? Yo creo que la competición es buena en una cronoescalada, en una carrera de montaña. Me gusta competir. Creo que la competición es buena en ciertos aspectos y en su momento. Pero no en una montaña de 8.000 metros.

¿Cómo se fragua su relación con Ali Sadpara?

-Pues precisamente justo estos días está aquí conmigo. Nos ha venido a visitar la semana pasada. Ha estado recorriendo la península y la gente tendrá la oportunidad de conocerle mañana en el Bilbao Mendi Film Festival. Es un honor ser su compañero. Yo le conocí en 2004, cuando llevó a cabo su primera expedición en el K2 y desde entonces mantengo con él una relación muy estrecha. Durante estos últimos años consecutivos he coincidido con él y destacaría el 2011, 2012 y 2013, que estuvimos en diferentes expediciones. La verdad es que ahí nuestra amistad fraguó hasta unos puntos inconfesables.

¿Puede la montaña unir de una manera tan especial a un lemoarra y un paquistaní?

-Sí, por supuesto que une. Hay un vínculo muy especial. Podemos decir que es como un hermano.

¿Llegar a la cumbre es la frontera entre éxito y fracaso?

-No. El éxito no es eso ni el fracaso es no llegar a una cumbre. El éxito es bajar todos sanos y salvos al campo base. Eso es el éxito, no la cumbre.

El martes se proyecta una película sobre el Laila Peak en la que también está usted involucrado.

-Sí. Puedo contar que es una película muy bonita. Es una película que forman diferentes generaciones del alpinismo vasco, como Juanjo San Sebastián o yo mismo. Se ve cómo hay gente que fue allí hace treinta años y sigue con la actividad. Es muy bonito.

¿Qué supone para usted tener al lado de casa un festival como el Mendi Film?

-Es importantísimo tener un festival de montaña que es referente a nivel internacional. Destaco el buen hacer de la gente de la organización y que nos sirve para colocarnos en el mapa. Genera futuro, sobre todo en la gente más joven de cara a motivarla para hacer películas, para acercarse a la montaña a escalar, correr y amar a los deportes que están en contacto con la naturaleza, que hay algo más que el fútbol.

¿Percibe que en estos nueve años el Mendi Film ha cogido prestigio internacional?

-Sí. No soy un experto, pero cuando vas por ahí sí hay mucha gente que te habla sobre el festival de Bilbao y te dice que tiene que ir. Para mucha gente el festival de Bilbao es un referente en todo el mundo. Es una manera de difundir nuestra cultura, nuestro deporte, nuestro idioma, el saber hacer de nuestro país y, sobre todo, de nuestros escaladores y montañeros de este pequeño país que es un referente.

¿Qué valora del festival?

-Yo quizás la cercanía. No soy una persona a la que le gusten las grandes aglomeraciones y este es un gran festival, pero por otro lado es del pueblo y para el pueblo. Eso es fundamental.

¿Le da tiempo a disfrutarlo como espectador?

-No. Es una pena, pero no siempre puedes. Hay momentos muy bonitos y he tenido la oportunidad de participar en muchos festivales internacionales, pero estás tan metido en el ajo que no tienes tiempo a disfrutarlos. Estás trabajando en tu proyecto, descubriendo a la gente lo que haces y no puedes estar a todo lo que te gustaría.

¿Ya tiene un nuevo proyecto en marcha?

-Sí, pero todavía no se puede contar nada. Lo presentamos la semana que viene y ahí daremos detalles de cuál es el siguiente reto. Solo puedo decir que me iré a Nepal con Ali Sadpara.