LA gente del Estudiantes suele presumir de ser un equipo de patio de colegio, de llevar a gala sus raíces en el Ramiro de Maeztu. Pues bien, hace 25 años, concretamente el 30 de junio de 1991, un equipo infantil femenino de Basauri llevó hasta lo más alto esta filosofía y logró algo parecido a una proeza. En la fase final celebrada en Deusto, las chicas del Colegio Público Pozokoetxe, que ahora se ha convertido en la Arizko Ikastola, se proclamaron campeonas de España. Cinco lustros después, DEIA ha reunido en ese mismo lugar, desgastado por el paso de los años y de generaciones de niños y niñas y algo cambiado por las nuevas construcciones, a la mayor parte de ese equipo que, según sus entrenadores Pedro Lorenzo e Imanol Saldamando, hizo algo “que será irrepetible”.

El mérito de lo logrado es evidente ya que todas las jugadoras eran del pueblo y se entrenaban y jugaban en el patio y lo subraya el que ningún equipo de Bizkaia de ninguna otra categoría federada haya vuelto a lograr algo parecido desde entonces. De hecho, hubo que esperar veinte años a que otro conjunto vizcaino, el Tabirako, volviera a disputar el Campeonato de España de esta edad. Ahora se clasifican 32 equipos, pero entonces solo llegaban ocho y había que pasar las cribas del campeonato de Bizkaia, los Juegos Escolares de Euskadi, los famosos y exigentes sectores, que ellas disputaron en Iruñea, hasta llegar a la fase final que les enfrentó en el grupo al GEiEG de Girona, al Gran Canaria y al Iplacea de Madrid. En el otro grupo estaban la Sagrada Familia de Barcelona, el Carmelo de Granada, el Canoe de Madrid y el Kaixo, el otro equipo vizcaino.

Pozokoetxe, un equipo escolar, no debía estar allí ante clubes federados, pero los contactos en la Federación Española permitieron a las chicas de Basauri disfrutar del premio que se habían ganado. Una vez en el campeonato, todo lo que llegara sería bien recibido. Sin embargo, si algo caracterizaba a aquel equipo es que jugaba de memoria en ataque, defendía con una enorme intensidad para suplir su inferioridad de tamaño, corría como si a las chicas las llevara el diablo y, sobre todo, era ganador, muy ganador, de lograr resultados muy abultados y pasarse temporadas enteras sin perder un partido por una mentalidad fraguada en cuatro sesiones de dos horas de entrenamiento a la semana, de repeticiones constantes en busca de perfeccionar la técnica individual, de mucha exigencia y bastante sufrimiento, de meter horas y horas incluso en condiciones poco propicias como bajo la lluvia o la nieve, algo que en la sociedad moderna, con los dedos pegados a un botón y los ojos en una pantalla y en el catálogo de excusas, no se entiende muy bien o, directamente, resulta imposible de imitar.

Pero ese equipo incansable, que alimentaba a la vez a la selección vizcaina, a la vasca y a la española como cuando jugaron en Londres el torneo internacional Pasarela, representaba también a un barrio pequeño y humilde, de gente trabajadora y esforzada como eran ellas, que no podía desaprovechar las oportunidades. En Basauri, el baloncesto bullía en aquellos años, pero los logros del infantil de Pozokoetxe no trascendían mucho más allá de las fronteras del pueblo. Al fin y al cabo, niñas que jugaran a baloncesto había muchas. Sin embargo, todos esos ingredientes dieron su fruto en el Campeonato de España donde Basauri se volcó y se creó un ambiente espectacular, charanga incluida, en el polideportivo de Deusto. A las chicas no les pesó la cita y superaron a rivales mucho más poderosos, en teoría, y con muchos más medios, sin duda. De hecho, Pozokoetxe no tenía más que un equipaje de juego, azul, y tuvo que disputar la final de rojo con las camisetas que usaban para el calentamiento.

Toda la dedicación de ese y años anteriores encontró su recompensa y el equipo siguió ganando, incluso entre la competencia de los ocho mejores. A la hora de la verdad, su trayectoria fue impecable y en la final del campeonato derrotaron a la Sagrada Familia por 55-63 tras llegar al descanso con ventaja de 21-38. El triunfo provocó admiración en toda Bizkaia y llevó a que aquellas chicas a las que solo se conocía en el ambiente del baloncesto fuera recibido por el alcalde Roberto Otxandio y el diputado general José Alberto Pradera. No hubo gabarra, quizás porque a su paso por Basauri el Nervión y el Ibazabal no son navegables.

25 años después, el equipo de Pozokoetxe ha vuelto a recibir el homenaje del Ayuntamiento de la localidad y de la Fundación Bizkaia Basket. En este caso, volver al pasado, con todo lo bueno y lo menos bueno que tuviera, es rescatar nombres que se olvidan con el tiempo y hacer justicia a unas chicas convertidas ya en respetables señoras, todas, y madres de familia, algunas, que lograron “algo irrepetible” y que con su esfuerzo construyeron una de las pequeñas o grandes historias que guarda el deporte: Ainhoa Redondo, Iratxe Arana, Nora Bellón, Itziar Moreno, Maite Salvador, Pili Fernández, Sandra Martín, Amaia Rodríguez, Elena Fernández, Mertxe Valle y Begoña Castro.