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Jesús María San José es un icono de Herri Krosa tras participar en 25 ediciones

Jesús María San José es un icono de Herri Krosa tras participar en 25 ediciones

COMENZÓ como un reto y se convirtió en rutina. Así es como explica Jesús María San José, más conocido como Sanjo, las 25 ediciones de Herri Krosa que acumula a su espalda. Desde el primer pistoletazo de salida, hace ya 28 años, se aferró a sus muletas y echó a andar. Nunca corrió, sabedor de sus limitaciones, pero gracias a su constancia no hubo carrera que no finalizara. Fue como un matrimonio, como un pacto que, cuando llegó a sus bodas de plata, acabó. “Me hice a mí mismo la promesa de hacer la Herri Krosa 25 veces. Fue un reto personal que me puse porque, si no, no hacía nada. Así que, como fallé a una edición por lesión, me inscribí hasta hace dos años”, explica el propio Sanjo.

Fue entonces cuando el compromiso llegó a su fin, Sanjo había cumplido su propósito y, desde entonces, la Herri Krosa quedó un poco huérfana. Porque entre los más de 9.000 participantes que el tercer domingo de noviembre tiñen Bilbao de blanco, Sanjo era uno de los más especiales. Y él mismo lo sabe: “Impresiona ver a un tío con dos muletas y un perro, así que alguno ya me saludaba como si fuésemos de la misma familia, porque otro año más nos encontrábamos en esta carrera”.

Se convirtió en un icono, en la imagen que representaba a la perfección la filosofía de esta carrera. Por eso, aunque el año pasado ya no participó, Sanjo sigue recibiendo los papeles de la inscripción en su casa: “Me cuesta mucho no participar, pero es que ya sufro demasiado. Voy a hacer 60 años y el físico ya no es el que era, así que siento mucha nostalgia, que no pena, porque en todos estos años he visto de todo. He cogido frío, lluvia... e incluso participé con nieve”, recuerda.

Por ello, Sanjo decidió apartarse del trazado de la Herri Krosa, pero seguir acudiendo a ella. Ser espectador en vez de atleta. Porque ahora su reto es otro, el que cualquier persona tiene: trabajar. “Voy a ver la carrera, a saludar a los organizadores y a disfrutarla desde fuera. Sufría ya demasiado como para seguir dentro y regento un bar, así que al final tenía que estar en condiciones para trabajar todos los días”, concluye.