JALEEL Ayodeji Akindele quería ser futbolista, como los Águilas Verdes de la selección de Nigeria que quedaron campeones olímpicos en 1996. En la aldea de Abeokuta, donde nació el 2 de abril de 1983, el baloncesto no era una opción. Es más, aquel chico espigado practicaba todo tipo de deportes, menos el de la canasta. Pero Deji marchó a estudiar a Estados Unidos con 16 años y tuvo que elegirlo para optar a una beca deportiva. En la Universidad de Chicago State aprendió los fundamentos del juego y es ahora, con 31 años y varios equipos después, cuando se ha convertido en un pívot muy interesante gracias a sus 2,16 metros y su poderoso físico.
Internacional con Nigeria, el pívot del Montakit Fuenlabrada fue el MVP semanal hace dos jornadas y en enero lleva una valoración media de más de 25 puntos por partido. Sus notables números globales esta temporada (12,2 puntos y 7,1 rebotes) no han servido para que los madrileños remonten el vuelo, pero confirman que Akindele, como muchos pívots africanos, empieza a dar su mejor nivel cuando otros empiezan la cuesta abajo en su carrera.
Desde luego, la trayectoria del nigeriano es curiosa. El conjunto fuenlabreño es el decimoquinto en la carrera de Jeleel Akindele, que ha pasado por sitios exóticos como Irán, China o Líbano, además de Rusia, Francia, Italia y Montenegro. Seis años después de empezar a jugar ya se había declarado elegible para el draft de la NBA y desde que es profesional solo en una ocasión ha completado una temporada entera en un equipo. Fue en el curso 2008-09 cuando militó en el histórico Scavolini Pesaro. Probablemente, allí pudo desarrollar su afición por el fútbol. Akindele no oculta sus preferencias: la Juventus es su equipo preferido y de la Vecchia S ignora escogía en su día a Sebastian Giovinco. Sus posteriores estancias en el Montepaschi Siena, con el que solo disputó la Euroliga, y el Juve Caserta elevaron su amor hacia el equipo turinés y también su cotización, aunque él, el único varón de una familia con seis hermanas mayores, nunca abandonó su espíritu de trotamundos.
Su carrera pudo haber recalado por entonces en el Bilbao Basket ya que Txus Vidorreta le quiso incorporar en el verano de 2009 para añadir una pieza intimidatoria a su batería de pívots. En lugar de Jeleel Akindele llegó Jerome Moiso, con los resultados y las consecuencias conocidas. El nigeriano estuvo cerca de firmar por el Obradoiro, pero una lesión se lo impidió con lo que su llegada a la ACB no se consumó hasta abril del año pasado cuando fichó por el Gran Canaria, procedente del Buducnost, para la parte final de la temporada.
competitividad y presión Fueron apenas siete partidos que le sirvieron para darse cuenta de que la Liga Endesa es “realmente dura. Cada fin de semana tienes un desafío. No vale que seas el primero o el último, siempre tienes que luchar para ganar cada partido”. Además, Akindele agradece la competitividad que se vive en el baloncesto europeo. “En América el deporte es placer, espectáculo. La gente va a los partidos, no se vuelven locos. Cogen sus patatas, sus cervezas, y luego se van a casa. Aquí hay más presión para el jugador, para el entrenador, para el equipo y eso me interesa más”, señala.
En su actual estado de forma, y si supera la gripe que le ha afectado estos días, Jeleel Akindele será mañana una seria amenaza para el debilitado juego interior del Bilbao Basket. “Van a ser un equipo duro, debemos empezar fuerte el partido para competir con ellos. Cuentan con jugadores experimentados que llevan mucho tiempo jugando juntos”, afirma ante el choque que estrena la segunda vuelta y que el Montakit Fuenlabrada espera que sirva para empezar la remontada de la mano del nuevo técnico, Hugo López. “Estamos cambiando cosas y creo que estamos haciendo un buen trabajo. Podemos ser un buen equipo, tenemos talento individual, pero tenemos que ganar partidos para hacernos respetar”, concluye el pívot que soñó con ser un Águila Negra de Nigeria.