bilbao
a todos no nos gustan las mismas chicas y, afortunadamente, tampoco los mismos futbolistas", les gusta decir a los agentes de futbolistas cuando se acodan en las vallas de los campos de fútbol de categorías inferiores, un mercado que concita cada vez más interés, punto de encuentro de los representantes, una profesión "estigmatizada como todas las que tienen que ver con los intermediación", interpreta Adolfo Marcos, agente FIFA de la empresa Acción Sport, a este periódico. Allí, junto a técnicos, ojeadores, aficionados y familiares alargan el cuello, ajustan la mirada y encienden la intuición con la intención de interpretar el futuro, lo que será de esos chicos de entre 13 y 16 años en los próximos años. Después, modulan la voz y actúan como en los bailes de salón del siglo pasado, o como en las verbenas de los pueblos, cuando los chicos cumplían con el protocolo y la liturgia de pedir permiso a los padres de las chicas para sacarlas a bailar. "Tal vez esa sea lo más violenta, por decirlo de alguna manera, de esta profesión", concede Jorge Losada, representante de Integral Sports, que al igual que sus colegas acampa durante el fin de semana en el perímetro del terreno de juego para radiografiar los futbolistas que vienen, para rastrear el polvo de estrellas del futuro. "Es la ley de la oferta y la demanda, parece algo frívolo, pero no lo es, en absoluto. Esta profesión es muy seria y está muy lejos de lo que la gente cree", defiende Isma Urzaiz, que se incorporó a esta rama del fútbol hace apenas ocho meses junto a Joshe Abando, con el que creo Urzaiz&Abando Football Agency.
A un viaje lunar de los rutilantes agentes FIFA y las fastuosas empresas de representación que mueven millones de euros con traspasos y fichajes, en las que no resulta tan complicado dar con tipos incluso más ricos que sus propios y afamados clientes, la realidad se aproxima más a la de unos profesionales a los que les "encanta el fútbol porque de lo contrario esto no tendía sentido", y que se ven cribando arena todos los fines de semana durante horas en un río turbulento, tratando de dar con una pepita de oro entre toneladas de arena mientras comparten espacio con otros buscadores de oro. "Se meten muchísimas horas. Es una profesión absorbente en la que hay que estar muy atento. La búsqueda de jóvenes talentos está reuniendo a cada vez a más agentes", reflexiona Marcos sobre un ejercicio en el que se requiere "paciencia y tranquilidad porque se trata de una carrera de fondo". Es como buscar agua en el desierto, una tarea propia de zahoríes. Larga la mirada, corto el paso. A pesar de que la puja por un futbolista pueda congregar a varios agentes, el respeto manda, apuntan. "Hablas con la familia y si te dicen que un jugador tiene representante y que está a gusto te olvidas de él. Lo que buscamos es que esté a gusto con lo que uno le ofrece. Ese es el primer paso", apunta Losada sobre un gremio que "al menos aquí es respetuoso. En otros sitios es una merienda de negros".
triunfar, complicadísimo Se trabaja a largo plazo, sin atajos. Esa es la hoja de ruta, un mapa de carreteras del que no conviene perder las coordenadas. La razón es sencilla y pesa un quintal. "Triunfar en el mundo del fútbol es muy complicado, son pocos los elegidos", recalca Isma Urzaiz, quien fuera icono del Athletic. Se lo recuerda la experiencia a un delantero que hizo escala en varios vestuarios antes de explotar. "Hay que hacerse a la idea de que apenas un 0,5% de los futbolistas que empiezan a jugar llegan a la élite. El resto se queda en el camino", exclama Losada, que asegura que no por eso se les abandona en la cuneta. "Hay que cuidarles a todos los que representas. No te puedes volcar solo con unos. Tienes que intentar lograr lo mejor para cada uno de ellos", alude Adolfo Marcos, representante de Ibai Gómez, jugador del Athletic, y de Jagoba Arrasate, técnico de la Real Sociedad. "Pero no todos pueden llegar a lo más alto, y eso es algo que tiene que estar asumido desde el comienzo para evitar la frustración", afirma Urzaiz. De hecho, el porcentaje de éxito es mínimo, apenas perceptible a efectos numéricos si no fuera por lo estruendoso del fútbol y su poder de convocatoria entre el humus de la sociedad.
Dada la extrema dificultad de alcanzar la cima, de pertenecer a esa estirpe, "principalmente se trata de una inversión a futuro, de apostar por alguien, que se den las circunstancias precisas durante su formación y tener la suerte de acertar" conceden los agentes consultados por DEIA, partidarios todos ellos de gestionar las carreras de pocos jugadores, de "apostar por la calidad en lugar que por la cantidad" para individualizar así el trato y estar más cerca no solo del jugador sino también de su familia, cuestión nuclear en este triángulo. Las familias son los interlocutores de futbolistas infantiles, cadetes o juveniles. "Cuando los chavales son tan jóvenes se habla con las familias, no con ellos, porque no queremos interferir. Hay que intentar ayudar en todo lo que se pueda", desliza Losada sobre las relaciones, no siempre sencillas con los progenitores, que en no pocas ocasiones creen disponer de un Messi en el salón de su casa y no precisamente en el televisor. "A algunos hay que ponerles los pies en la tierra, que vean las cosas con perspectiva. Se les hace ver que no es nada sencillo hacer carrera en el fútbol", indica Losada. A eso contribuye la visión experta de los ojeadores, menos distorsionada que la de los familiares, a cuya mirada se le incorpora el elemento del deseo, cuyo efecto resulta pernicioso. También para el jugador, depositario de una carga excesiva. "Los agentes somos necesarios", se defienden los representantes. "El del fútbol es un mundo muy complejo y se necesita asesoramiento, más si cabe a edades tempranas", argumentan.
El camino a la élite futbolística es largo y tortuoso -"porque no todos los que apuntan maneras llegan"- y son amplia mayoría los que se quedan en el arcén por distintos motivos que no tienen por qué estar directamente soldados al rendimiento futbolístico. "Evidentemente el que es muy bueno y sobresale, llega, pero esos casos son los menos". Por eso es necesario, según estos agentes, "priorizar los estudios, la educación y la formación mientras disfrutan con el fútbol. Un futbolista que estudia tiene otros estímulos, otra disciplina. Se debe preparar para la sociedad sea o no sea futbolista". Lo extrafutbolístico está muy presente en el discurso de todos ellos, que resuelven numerosas situaciones ajenas al balón. "Son edades muy difíciles y nosotros tratamos de ayudar en todo lo que sea posible, no solo con cuestiones de fútbol. Existe un claro compromiso ético", enumera Adolfo Marcos. "Las llamadas que uno recibe por parte de los familiares son de todo tipo, en ocasiones es una locura. Debemos de estar pendientes de todo, no solo del fútbol", asume Jorge Losada, mientras Urzaiz incorpora al debate que "también se debe reforzar psicológicamente a los chavales en momentos puntuales porque son edades complicadas".
Anteponer la persona al futbolista es una de las directrices durante el ciclo educativo de los chavales, que no dejan de ser individuos en pleno proceso formativo vital. En eso no albergan ninguna duda. "Lo primero, siempre, es la persona. El fútbol es una añadido, una habilidad que se puede desarrollar más o menos, pero la persona es lo que queda", describe Marcos, que en ocasiones se siente como un "apéndice de la familia", una persona en la que el entorno del jugador "confía plenamente". Las relaciones entre los agentes son mucho más que un vínculo contractual que tiene como lenguaje el diccionario del fútbol y la economía. Refuerza la idea Jorge Losada respecto a la ligazón que se da entre los representantes, sus familias y los representados. "De alguna manera somos gestores de sentimientos". Urzaiz tiene claro al igual que sus colegas que "cuando las cosas van bien, no nos necesitan. Al chaval hay que apoyarle cuando las cosas le van mal. Esa es también parte importante de nuestra labor".
una ruleta La presencia, el estar ahí cuando se les requiere, está incluido en la genética de los agentes que han charlado con DEIA, al menos así lo expresan Urzaiz, Marcos y Losada. "Ese apoyo es gratuito, no se cobra nada a las familias por prestar los servicios de asesoría al futbolista, por buscarle equipo, por aconsejarle en el día a día... Sabemos que no perciben nada. En esas edades, y también más adelante, en muchos casos, aunque ellos cobren un salario, no se les cobra. Depende de las condiciones del contrato que tengan". La apuesta en la ruleta del fútbol está en el horizonte. El retorno de la inversión: horas, kilómetros o asesoría resulta dudoso porque es imposible garantizar no solo que un chico tan joven pueda subir todos los escalones que dan acceso a al salón noble del fútbol (las variables para poder hacerlo son infinitas) sino que en el recorrido, un jugador puede abandonar a su agente sin nada más que un adiós como peaje. "Es otro riesgo que corres, la posibilidad de que te dejen tirado, de que elijan a otro aunque hayas invertido muchísimo tiempo con él, pero es parte de la profesión", asume Jorge Losada. Son, simple y llanamente, las reglas del juego.
"Quien vea en esto una forma de hacerse rico de inmediato, al instante, está equivocado del todo. Es una profesión que da para vivir pero a la que hay que dedicar muchísimas horas", advierte Adolfo Marcos. Defiende Losada al contrario de la percepción que existe que "los agentes no vemos en un joven jugador un billete con piernas". De hecho, "la rentabilidad es relativa, el retorno de la inversión ocurre si un jugador que llevas alcanza la Primera o la Segunda División", define Isma Urzaiz. El orgullo y la felicidad por ver llegar a un chaval que has llevado desde joven arriba "no está", según los asesores, en el 10% que por ley pueden cobrar por las cantidades resultantes tanto de los traspasos como por las fichas que perciben sus representados. "Evidentemente es nuestra forma de ganarnos la vida, pero lo que de verdad te llena es el hecho de haber ayudado a la progresión de los chavales, de ser partícipe de ese recorrido", zanja Marcos.