bilbao
11 de marzo de 2006. El Madison Square Garden acoge un partido del Big East Tournament de la NCAA entre Villanova y Pittsburgh. Se cumplen 32 segundos de la segunda mitad cuando Allan Ray, por aquel entonces escolta de los Wildcats y hoy en día jugador del Ratiopharm Ulm, conjunto que hoy visita el Bilbao Arena en la vuelta de los cuartos de final de la Eurocup, se lanza a por un balón sin dueño. Carl Krauser, rival ese día pero amigo y vecino suyo del Bronx, intenta arrebatárselo de un zarpazo con la mala fortuna de que sus dedos, en lugar de arañar la bola, impactan en el ojo derecho de Ray, llevando la congoja a todos los presentes: compañeros, rivales, árbitros y aquellos espectadores que vieron la acción de cerca. El vídeo se encuentra en Youtube para aquel que tenga estómago para verlo pero las imágenes son de las que revuelven las tripas. En ellas se ve que, tras el golpe, el globo ocular parece salirse de su cuenca. Brutal. Ray siente un dolor punzante, pierde momentáneamente la visión del ojo y es tan extraña la sensación que se echa la mano a la zona dañada como si quisiera que no se le desprendiera del todo. Evidentemente, los médicos saltan rápidamente a cancha, se lo llevan a vestuarios y llaman al hospital St. Vincent's para que alerten a un oftalmólogo mientras el jugador es trasladado en ambulancia. El partido se reanuda, pero Villanova tiene la cabeza en otro sitio pues las primeras informaciones hablan de una lesión "muy grave". Algún compañero suyo no puede evitar llorar en el banquillo. Los Wildcats pierden.
"Lo que me ocurrió", recordó años después el propio Ray en la CNN "fue que mi párpado se desplazó completamente hasta la parte posterior del ojo, dejando a la vista todo el globo" y creando la sensación de que se había desprendido de la cuenca. En la ambulancia, el jugador estaba completamente aterrado, preguntando a los enfermeros constantemente la razón por la cual no podía ver, hasta que perdió el conocimiento. "Me desperté en la cama del hospital. Mi padre estaba junto a mí y ya había recuperado la visión. Los doctores me contaron que mi párpado volvió a su posición natural por sí mismo", rememoraba. La tragedia se quedó en un monumental susto. Ray fue dado de alta el día siguiente y, pese a que durante un par de semanas tuvo visión borrosa y la zona dañada presentaba un aspecto muy enrojecido, la semana siguiente al percance pudo volver a jugar sin la necesidad de utilizar ni siquiera gafas protectoras, aplicándose únicamente un colirio.
Hoy se cumplen precisamente siete años de aquel partido que tan malos recuerdos trae a un jugador que se ha convertido en el principal referente exterior del Ratiopharm y que ha desarrollado la práctica totalidad de su carrera en Europa. Pese a su más que destacado periplo universitario en Villanova, promediando 18,5 puntos por partido en su curso senior y compartiendo vestuario, entre otros, con Kyle Lowry y Randy Foye, Ray, sorprendentemente, no fue seleccionado en el draft de 2006, quizás porque su estatura, 1,88, se quedaba corta para jugar como escolta en la NBA. Los Boston Celtics, sin embargo, le ficharon como agente libre y tras un breve paso por la Liga de Desarrollo ofreció un notable rendimiento en la franquicia de Massachusetts. Alcanzó la veintena de puntos en un par de ocasiones con buenos porcentajes en triples y los Celtics le ofrecieron renovar, pero Ray se decantó por la propuesta de la Lottomatica Roma, que duplicaba el salario que iba a percibir en la NBA. En Italia, el escolta del Bronx dio comienzo a su periplo europeo, además de ejercer de mentor de Brandon Jennings, el fenómeno de instituto que optó por formarse en el baloncesto continental en lugar de la NCAA como paso previo a su desembarco en la NBA con los Milwaukee Bucks.
Tras su paso por Roma, Ray no jugó la temporada 2009/10 por una grave lesión y posteriormente ha pasado por el Sutor Montegranaro, Krka Novo Mesto y Pau Orthez antes de desembarcar el verano pasado en el Ratiopharm Ulm. A sus 28 años, su capacidad para destrozar las defensas desde el perímetro gracias a sus mortales rachas en el lanzamiento le convierte en un jugador a tener siempre en cuenta. El sábado, debilitado por un proceso vírico, apenas jugó en la victoria de su equipo en la Bundesliga. Mañana, por si acaso, el Bilbao Basket deberá atarle en corto.