Gasteiz. "Y la montaña", dice Asier García. "También nos une mucho", relata. "Sí, sí, cuando acabemos con la pelota vamos a ir a las diosas. ¿Sabes cuáles son? ¡Los ochomiles! O los seismiles, o los cincomiles, o lo que sea", dice divertido Oinatz Bengoetxea. Son cómplices.

¿Cómo es su relación dentro y fuera del frontón?

Oinatz Bengoetxea: Somos primos, amigos y aparte tenemos la relación de botillero y pelotari. Tenemos mucha unión en las tres facetas y nos llevamos muy bien. Nuestra relación es muy completa.

Asier García: Así es. La menos importante es la del frontón. Más circunstancial. La verdad es que como primos nos llevamos muy bien. Desde pequeños nos hemos criado casi como hermanos. He pasado mucho tiempo de mi infancia en su casa, con mis tíos, con mis primos... En ese sentido es una unión muy fuerte.

¿Y cómo eran de críos?

O. B.: ¿De críos? (Risas).

A. G.: Él era muy movido y yo, muy tranquilo, ¿no? (Risas).

O. B.: Asier, la verdad, era bastante más tranquilo que yo. Él era pocholito, gordito y así.A. G.: Gordito, no; ¡gordo!

O. B.: La verdad es que Asier era bastante gracioso. (Risas).

A. G.: Era igual de ancho que de largo. (Risas). Oinatz era como una guindilla, y su hermano, más.

Asier, es usted cinco años mayor que Oinatz, ¿cómo recuerda su relación entonces?

A. G.: Se daba la circunstancia de que tuvimos mucha relación por otras cosas. Oinatz tiene primos de parte de padre, Aitor, Josu..., que eran de mi cuadrilla. Ellos eran primos suyos y yo, a la vez, primo también; entonces, acabábamos siempre juntos en la plaza jugando a la pelota. Estábamos siempre unos muy encima de los otros, la verdad.

Dice Asier que Oinatz era un guindilla de pequeño.

O. B.: Sí. Me imagino que sí lo era.

A. G.: Pero buen chico, ¿eh?

O. B.: Era movido, pero yo solo pensaba en salir a la calle, hacer deporte y poco más.

A. G.: De trastadas no ha sido, no. Siempre estaba de aquí para allá, pero no era malo.

O. B.: Estaba todo el día corriendo y jugando.

También hay trastadas sin mala intención...

O. B.: ¡Pero con buena tampoco! (Risas).

Cambiando de tema, ¿cómo surgió ser botillero de Oinatz?

O. B.: Yo llevaba años con Patxi Lizartza. Por entonces, Asier venía a todos mis partidos y siempre hablábamos de pelota. Un día pensé que era el momento de decirle a Asier para hacer de botillero, porque era la persona ideal.

A. G.: Un día me llamó que quería hablar conmigo y me sacó el tema. A mí me vino de sorpresa, pero yo por él estoy dispuesto a hacer lo que sea y si me pide que le eche una mano, se la echo.

¿Qué aporta como botillero Asier?

A. G.: Lo bueno que puedo tener es que le conozco muy bien desde pequeño. Le he visto en muchos partidos, le he seguido durante muchos años antes de debutar y cuando debutó, así que le conozco bien. Quizás mi virtud es esa, más que saber más de pelota que cualquier otro. Yo le conozco, sé cómo juega y cómo se siente.

O. B.: Asier es el botillero ideal: te conoce, se implica más que nadie... Y también viene a mis entrenamientos. Sus ganas y sus ilusiones para que yo dé todo en cada campeonato son tremendas y me contagia. A veces, tenemos nuestros rifirrafes, porque no somos iguales, pero es lo normal.

Cada uno es como es, pero la verdad es que ahora estamos muy compenetrados. De todos modos, ser botillero es una gran putada, yo lo he probado y... Ojalá que no me toque hacerlo más. A él le gusta y lo hace muy bien.

A. G.: A mí me ayuda mucho él tal y como es. Con su forma de ser es muy fácil estar con él y a mí me llena mucho. Yo no hago gran cosa, porque Oinatz me ayuda.

¿Necesitaba a alguien tan reposado y tranquilo en la silla?

O. B.: No es cuestión de tranquilidad solo. Asier me entiende muy bien, pero también entiende muy bien la pelota, los deportes y es muy inteligente. También me conoce para saber cómo actuar en cada momento. El trabajo de él también es muy complicado y estoy muy contento.

Asier, usted ha sido ciclista, pelotari, le gusta la montaña...

A. G.: Hombre de mil oficios... ¿Conoces aquel dicho? Pobre seguro.

O. B.: Ciclista, futbolista, pelotari... ¡Ha sido de todo!

A. G.: En el pueblo jugamos a pelota todos. La pelota forma parte de nuestra vida en Leitza. Hasta los 14 años compaginé el ciclismo con la pelota: en invierno jugaba a pelota y en verano me iba con la bici. A partir de los 14 ó 15 me decanté por el ciclismo, porque era algo que necesitaba y me aportaba lo que yo necesitaba en esos momentos. Pasé por todas las categorías. Corrí un par de años en amateur -en el Tradipa de Tolosa-, hasta que lo dejé. Luego empecé con la pelota porque Oinatz y su hermano Arkaitz me animaron a empezar con la de trapo. Una cosa llevó a la otra, le empecé a dar con la dura... Y cinco o seis años después tuve que dejarlo, porque tuve una fibrosis en la mano, me operaron y no pude seguir.

O. B.: ¡Pues es muy buen pelotari!

Oinatz, ¿cómo vivió esas etapas de su primo Asier en los distintos deportes?

O. B.: Asier se centró en el ciclismo porque su padre estaba con el equipo. Lo dejó y estuvo en el Aurrera de Leitza de fútbol. Después le dio a la pelota. Fíjate, en la plaza de Leitza se hace un campeonato todos los años y ha quedado varias veces campeón. Con la goxua siempre jugamos en contra y... ¡Casi no le suelo ganar!

A. G.: Eso quiere decir que siempre me ganas, ¿no?.

O. B.: Casi siempre te gano, pero casi, casi. Ahí andamos. (Risas).

Vivir esos deportes puede enriquecerle a la hora de afrontar la labor de botillero.

A. G.: Lo que el ciclismo te da es que te hace ser muy, muy metódico. Es un deporte en el que entran muchos factores y tienes que medir todo. Eso me ayuda a la hora de afrontar cada partido, pero Oinatz plantea muy bien la semana. En ese sentido, no es del todo cierto que la metodología del ciclismo se haya metido en la pelota porque no hubiera nada parecido. Simplemente me ayuda a tener una visión más metódica de las cosas, siempre y cuando las enfoques bien.

¿Y en un partido?

A. G.: A la hora de seguir un plan establecido, aunque tú te estés comiendo los huevos porque las cosas no salen bien, quizás sí que te ayude para mantenerte un poco en tu perspectiva.O. B.: Al final, en los partidos cambia todo. Y no hay problema. Hay que plantear de una manera el partido y tener recursos para sacar el máximo provecho al juego.

¿Cómo plantean un partido?

A. G.: Nos olvidamos del contrario y buscamos hacer nuestro juego. Ni él ni yo nos centramos en el rival. Cuando estamos bien, buscamos alguna cosilla con la que desequilibrar el partido para que nos vaya mejor. En principio, el planteamiento no es contra un adversario en concreto, ya que nos centramos en hacer nuestro juego y fortalecerlo. Buscamos un juego que se acople a la personalidad de Oinatz, que le venga bien. Una vez que le va bien podemos cambiar muy poquito.

La clave en la que basamos todo el año es en nuestro juego y en ser nosotros mismos.

Por último, ¿qué es lo que pasa en Leitza, que hay una buena cantera de deportistas?

A. G.: Oinatz tiene buena quinta.

O. B.: No sé qué es lo que pasa. En parte hay muchos pelotaris porque siempre hemos jugado a pelota a tope. Además, nuestros antepasados seguro que han tenido mucho que ver. Ellos serían duros, fuertes y muy trabajadores y hemos heredado esas facultades. En los pueblos pequeños, además, el deporte y la acción han predominado.

A. G.: En el caso de la pelota, si coges a la gente de menos de 30 años, el 80% juega con la pelota de trapo muy, muy bien. Hay ganas, arraigo y una afición al deporte enorme.

O. B.: Aun así, yo creo que las cosas se heredan y nuestros antepasados debieron ser muy fuertes, muy ágiles y muy trabajadores, pero es una evolución que viene de herencia.

A. G.: Quizás con esas facultades heredadas, una vez que ha habido medios, han podido salir las cosas. Antes no tenían todos bici, por ejemplo. Una vez que ha habido medios, a cada uno le ha dado por un deporte, pero siempre sobre una base, heredada posiblemente. Eso ha ayudado.

¡Los ciclistas en Leitza salen escaladores seguro!

A. G.: ¡Siempre toca entrenar en cuestas! En Leitza, si te gusta la bici por narices tienes que sufrir, porque para empezar tienes cuesta y para volver, otra. No te queda otra, tienes que salir sufridor.

O. B.: Pero para abajo vas bien, eso siempre. (Risas).