NO hay tregua para Aimar Olaizola (Goizueta, 13-XI-1979). No puede parar. Es el problema de los fuera de serie. Sin vacaciones, sin descansos y sin posibilidad de darle la vuelta a la cabeza: desconectar, ir al monte, cazar o simplemente olvidarse de la pelota. Tres finales en un curso de ensueño le han vuelto a entronizar en la pléyade de los mejores manistas del momento y disputa junto a Juan Martínez de Irujo el camino paralelo de los dos delanteros más determinantes de la última década y los auténticos dominadores de los cuadros alegres profesionales. "Para mí, personalmente, a este año le pondría un 9 o un 10, aunque pierda esta final. El año pasado, casi a estas fechas, no sabía que podría jugar con los compañeros con los que he estado jugando hasta ahora y verme ahora en la tercera final seguida. Para mí, es mucho", desgrana el delantero goizuetarra, quien en el último curso ha salido de un panorama opaco y tenue: una lesión de rodilla, que le tuvo en el dique seco durante seis meses y que provocó que acabara viendo por la televisión el Cuatro y Medio, su competición fetiche. "Cuando tienes una lesión así no puedes ni andar y pensar que en un año vas a ganar una txapela y puedes estar en las tres finales, no lo imaginaba ni por nada", analiza con la certeza de que el año ha sido triunfal. Por eso no hay tregua. Porque vence sin ambages y ya ha residido su espíritu taimado e inquebrantable en las tres batallas por las txapelas oficiales de la LEP. M, olvidada la rodilla: "La verdad es que ahora no noto molestias. Ahora hago algunos ejercicios que antes no hacía, pero desde que empecé a jugar de nuevo no he tenido ninguna molestia", aclara y agrega que "normalmente hago los mismos ejercicios de siempre y como siempre".

recuperación exprés Y es que, sin pasar por una recuperación de sensaciones lenta y pausada, reapareció como un vendaval, en los test de empresa junto a Alexis Apraiz y Patxi Ruiz; después cosido a un Aritz Begino efervescente y en plenas facultades. A su espalda forjó el Parejas, deslumbrando el delantero en la final, en la que quebró los grandes momentos de Yves Xala en la competición. Después, sin respirar apenas, llegó el Manomanista de la polémica, con una final que se suspendió más de un mes y en la que el delantero lapurtarra le tumbó en una derrota agria: porque Aimar jugó un partido perfecto, pero el zurdo de Lekuine, héroe del pueblo, descarnado, llevó a cabo una remontada brutal que terminó con él. "Si no descansas, como me ha pasado este año que he estado en las finales y con los de arriba, entre la prensa, los partidos y los entrenamientos se hace duro. Eso cansa mucho. No creo que haya algún deporte que tenga tan pocos parones. En la mayoría tienen un mes o más para desconectar, pero nosotros poco. Este año no he tenido ninguna semana más o menos libre", concreta el delantero, quien apostilla que "ahora me vendría bien un poco de sol, aunque quite el nervio". "Estoy cansado, pero estamos a puertas de una final y uno la afronta con total ilusión. Aunque estés cansado, cuando te salen las cosas bien, pasas el trago mucho más fácil. Estoy ilusionado y muy contento a la vez, aunque con la lesión...", manifiesta el delantero; no en vano, el dedo corazón de mano izquierda focaliza la atención por encima de él mismo. Se lo rompió en el último partido de la liguilla de semifinales del Cuatro y Medio, en el que Abel Barriola empujaba por entrar en la final y él sujetaba un resultado que le llevaba directo a ella. Fue víctima de ese empuje, de un saque violento y travieso, y acabó el envite tocándose muy preocupado la zurda.

Al restarlo, bajó el cuerpo y el dedo chocó de manera casi imperceptible para el espectador, pero de manera dolorosa para el delantero. Se dijo que era una fisura, "pero yo noté que era algo más. Tengo un trozo separado del hueso, en la primera falange. Ya podría tener una fisura, sería muy distinto...". La mano del delantero sufrió un cambio: el dedo se amorató y se hinchó, algo que para Aimar "era nuevo. Llevo todo este año con las manos sin golpes y nunca había estado expuesto a una lesión como esta". Y aún sigue un poco hinchado. Cubierto con un esparadrapo, la uña, recubierta de pomada y yodo, se intuye un moretón. "Hace una semana no podía ni tocar la pelota", desvela, fue con la goxua, "en el garaje". "Es más grande y puede hacer vibrar más el dedo, pero no me vi capaz de darle ni a un metro de la pared", manifiesta el delantero, que lleva dos semanas tomando "tres pastillas al día" de antiinflamatorios y con "tratamiento de pomada, ultrasonidos y hielo".

Pero lo que le hace falta al dedo de Olaizola II es "tiempo". "Es la mejor medicina, pero ando bastante justo", adjetiva el de Goizueta y prosigue que "para este tipo de lesiones, más que tratamiento, lo que necesito es tiempo. Cada día que pasa duele menos y estoy intentando poner todo de mi parte para llegar a la final y la pega será esa, el tiempo, porque se nos echa encima". Para la mejor curación, Iñigo Simón, médico de Asegarce, desveló a DEIA que podían comenzar a utilizar factores de crecimiento, "pero Olaizola tendría que estar sin entrenar unos días", explicaba el galeno de la promotora bilbaina. Tal opción la desechó el delantero. "Al final no tratamos con factores de crecimiento, porque necesitaría estar con el dedo quieto y eso me imposibilita continuar con mis planes de cara a la final del Cuatro y Medio", analiza Olaizola II, quien tiene claro que "se está hablando mucho del 4 o del 11, pero yo lo que tenía muy claro es que quería jugar el 27. De hecho, si fuera por mí, la final se jugaría ya mañana. He tenido mala suerte y punto". Pero le hace falta tiempo, con la carga psicológica que eso supone. "Todo el mundo, en la calle, te comenta lo mismo y cosas acerca del partido, pero ya estamos acostumbrados", concreta. Tampoco tiene tregua en la cabeza.

Para solventar la papeleta, el goizuetarra trabaja a contrarreloj con un dedil termoplástico recetado por los servicios médicos de la operadora manista, con sensaciones contrapuestas: "Es distinto el tacto de la pelota, a la hora de golpear se nota algo muy diferente. Aparte de eso, teniendo el dedo roto es necesario ponerse la capucha. Si le das a una mal se te pone el dedo mirando para allá". Así, el delantero tendrá que adaptarse lo más rápido posible a la protección que lleva en la mano, tal y como ya hicieron en su momento pelotaris como Oinatz Bengoetxea, Abel Barriola o Titín III.

"mejor que cualquier final" Sin embargo, los méritos deportivos, asfaltados con el sudor de su frente, quedan eclipsados por algo "mejor que cualquier final": el nacimiento de su primer hijo, Irai, el pasado 7 de septiembre. "Aunque ha nacido en Donostia, pienso empadronarle en Goizueta", relataba por entonces. Ahora, orgulloso, cuando el menor de los Olaizola está a punto de cumplir doce semanas, Aimar admite que ha sido 2011 "un año perfecto" y apostilla que "lo recordaré siempre. Sobre todo, porque he sido padre y eso es más importante que cualquier txapela". Y le sale una sonrisa natural y espontánea. "Hasta ahora se me da bien cuidar del niño. Tendrías que preguntarle a la novia, pero creo que bien. Estoy muy a gusto con el niño", declara. Sin embargo, los compromisos deportivos y el sacrificio tienen con las manos atadas al delantero a la hora de cumplir. "El peso lo lleva mi mujer, yo intento hacer todo lo que pueda en la medida de lo posible", analiza. Y es que, como muestra, nada más nacer la criatura, Aimar tuvo que ir corriendo a Ordizia para cumplir con uno de sus compromisos profesionales con Asegarce. Fue sin comer desde Donostia hasta la localidad guipuzcoana en un trayecto de 40 minutos. Irai había nacido a las 15.30 horas del soleado fin del verano.

Desde entonces, la focalización de la vida del de Goizueta está orbitando alrededor de su paternidad. Por ejemplo, "cuando toca cambiar pañales lo hago sin ningún problema. Es bastante más fácil que poner los tacos. Lo hago bastante más rápido", menciona -"ahora ya no se llevan los polvos talco, ahora se usan cremas"-; pero "por la noche me toca pocas veces levantarme", sentencia con ironía. Entonces, a Aimar le tocan otras labores en el hogar "siempre que puedo". "Me encanta cocinar. Pero me dedico a hacer cosas sencillas. No soy de los que preparan platos muy elaborados. Me dedico a cocinar sobre todo, la comida que hacemos nosotros los deportistas: pasta, ensaladas, carne, pescado... de todo un poco. A la mujer también le gusta, pero también come sus cosas, no se supedita a mi dieta solamente", anuncia Olaizola.

Cuando noviembre claudica y diciembre comienza a aparecer por la puerta, se escuchan ya los ecos navideños, las luces adornan las calles, los anuncios de turrón y juguetes inundan la televisión y los villancicos vuelven a sonar, para el delantero se inicia una nueva etapa. "Este año Irai todavía es muy pequeño, pero el año que viene ya empezará con cosas, con regalos y todas esas cosas. Será bonito", afirma el pelotari, al que le "gustan las navidades". "Dentro de poco ya le llevaremos vestido de Olentzero por ahí y a cantar, pero cuando pueda. A la mujer, además, le gusta estas cosas y será algo que vamos a disfrutar", asiente el Olaizola II, que recuerda sus épocas siendo niño. "A mí ya me tocó ir disfrazado y cantando por el pueblo. Ya se me ha pasado la edad para esas cosas", evoca y sonríe cosiendo mentalmente los mimbres de un buen año.