BARAKALDO: Julio, Bruno (1), Sasa (1), Xabi (4), Muñoz (3), Fran (4), Viti, Rodríguez, Macías (3), Portuondo, Lon (1), Jaíto, Boban y Ortuondo (3).
CAJASOL: Didas, Ferrillo (3), Cruzado (5), Millán (4), León (3), Mata, Martínez (5), Galas, Sierra (3), Romero, González, Ros (2), Salamón (4) y Jarukas.
Parciales: 4-2, 5-3, 9-5, 10-7, 12-9, 15-12 (descanso); 17-14, 19-17, 22-20, 24-22, 26-25 y 29-28.
Árbitros: Hermoso y Miranda. Excluyeron a Bruño, Muñoz, Macías, Boban, Ortuondo, Ferrillo (2), León y González.
barakaldo. El Barakaldo se impuso ayer ante el Cajasol y toma un soplo de aire fresco que beneficiará a todos los componentes del conjunto auriazul. Las huestes de Txanpi Rivero consiguieron una victoria muy trabajada por la mínima ante un bloque duro y compacto, pero que solamente pudo recurrir a la marrullería para parar el ataque vizcaino. No en vano, Fran y Sasa tuvieron que retirarse de la cancha a causa de las lesiones que sufrieron por la excesiva dureza visitante.
La prueba de fuego comenzó de locura. El bloque baracaldés, con un septeto de lujo, saltó a Lasesarre a comerse a los de Huelva. Con hambre de victoria empezaron el choque. Un vendaval que expresó la necesidad del conjunto de Txanpi de quitarse de encima la presión y la racha negativa de los últimos encuentros. A los cinco minutos, la superioridad ya se mostraba en el luminoso. La defensa 6-0 de los vascos hacía estragos al ataque local, mientras que en las labores más alegres, los baracaldeses tenían un filón por el extremo de Viti. Además, la dirección del juego recordaba a días más felices en el seno vizcaino. De esta manera, los locales se perpetuaron en el marcador con una renta constante que hizo que la diferencia, al descanso, fuera de tres tantos.
Tras la reanudación comenzaron los problemas para los vascos. El Cajasol comenzó a abusar del juego duro y rozó lo antideportivo en defensa. Esta violencia demostraba la nula capacidad andaluza para reaccionar, pero la permisividad arbitral se tradujo en una disminución de la renta local. Aún así, el arrojo baracaldés fue inconmensurable. Los de Txanpi se acogieron a la técnica para desarbolar a los onubenses. Sin embargo, la renta acabó por consumirse. El desastre se mascaba en la grada y el infarto se intuía en los banquillos, pero un gol en los últimos segundos salvó las ilusiones vizcainas.