Para Adriana Ochoa, directora técnica de Bodegas Ochoa, las ventajas de tener un viñedo propio son muchísimas: “Podemos controlar absolutamente todo lo que ocurre en cada rincón y poder obtener así una uva de gran calidad”, afirma.

En los años 90, el padre de Adriana y Beatriz, quiso volver a revivir la idea de su padre, que era tener un viñedo propio. “Mi abuelo tenía 80 hectáreas de viñedo de las que él hacía su uva y ese concepto ‘chateaux’ mi padre lo quería reproducir”, cuenta la enóloga navarra. 

 

Por ese motivo, la familia Ochoa compró las viñas de Traibuenas que, junto con las de Olite, proporcionan toda la uva que se utiliza en la producción del vino, sin depender de otros productores.

Un paisaje de ensueño que se puede embotellar

Además de poder controlar cada recoveco de su campo, y examinar así el proceso de la uva, la finca Santa Cruz ofrece un paisaje espectacular que guarda características propias: “Cada viñedo viene con su vino y cada vino tiene su viñedo”, afirma Adriana, que asegura que contar con una viña propia te permite “ver esa huella de cada añada diferente en el vino”. 

El entorno constituye un medio para obtener esos preciados caldos pero, a la vez, se establece como un fin en sí mismo. Un espacio de riqueza, inspiración y producción. Así lo transmite Adriana: “Lo que más me gusta es poder embotellar este paisaje tan bonito, poder meterlo en una botella, hacerlo viajar y hacer que la gente disfrute con él”. Y vaya si lo consigue.