Aunque Halloween esté ligado a lo oscuro y a los difuntos, coincidiendo con su celebración se han publicado dos discos que confirman la vigencia de sus autores. De un lado la versión alternativa y ampliada de Funhouse (Atlantic. Warner), con su repertorio kamikaze y rudo, entre el proto–punk y la experimentación con el jazz y el art–rock; del otro, All Souls (Universal), recopilación temática de Siouxie and the Banshees elegida por su gélida pero sensual lideresa. Ambos están muy vivos décadas después de su disolución.

Funhouse (1970) fue el segundo disco de los Stooges de Iggy Pop, músico todavía en activo, ejemplo de frontman suicida de pecho al aire y artista capaz de reinventarse con el paso de los años y las modas hasta erigirse como uno de los grandes que pueblan el Olimpo del rock en el último medio siglo. Y esta edición está a la altura de su leyenda porque Funhouse, es, sin duda, uno de los mejores discos de rock de la historia.

Tan influyente como el debut de The Velvet Underground aunque ambos no vendieran millones de copias, Iggy indicó el camino, en un calendario que quitaba sus primeras hojas de los 70, al punk, el noise rock y la música underground durante décadas. Y si no lo crees, indaga en el significado que este álbum imperecedero tuvo en el trabajo de Bowie, Siouxie and the Banshees, Johnny Marr (The Smiths), Sonic Youth, los Pistols, Alan Vega y sus Suicide y, si me apuras, hasta Oasis.

El disco ahora reeditado ofrece las sesiones de grabación de Funhouse y, por tanto, una visión sin filtros del proceso creativo del grupo en aquella época. El vinilo publicado incluye tomas inéditas y sin pulir que resaltan la energía bruta proto–punk del grupo de Iggy, y ofrecen una visión diferente de uno de los discos más influyentes de la historia.

A pesar de que su debut discográfico homónimo, editado un año anterior, incluía clásicos como No Fun, 1969 y I Wanna Be Your Dog, esta última versionada hasta la saciedad, incluidas las Vulpes, el público mayoritario dejó de lado un álbum que no logró capturar la atmósfera kamikaze y peligrosa, casi suicida, de la banda y, especialmente, de Iggy, sobre los escenarios, en los que, con un collar de perro, llegaba a autolesionarse hasta hacer correr su sangre. Aunque los resultados económicos no fuera reseñables, el jefe de Elektra, Jac Holzman, mantuvo su fe en la banda y les llevó a grabar Funhouse a los estudios del sello.

Allí registraron otro disco histórico, con un repertorio más salvaje que el anterior, con un Iggy sin apenas contacto con las drogas y el apoyo del productor Don Galluci, de The Kingsmen, que para trasladar la efervescencia del directo les grabó tocando juntos, como si estuvieran actuando frente al público, y a un volumen brutal. A pelo y sin overdubs ni mejoras posteriores, hicieron historia desde el inicio con Down on the Street y su ritmo monolítico, repetitivo y minimal, como su continuidad, Loose, esta con cierta melodía en el estribillo.

T.V. Eye, entre gritos y gruñidos, ofrece un ritmo más acelerado y un riff de guitarra sin piedad con un solo deslabazado, avant gard y art rock. “Has visto a esa pava, la quiero tanto, tiene un ojo televisado sobre mí”, cantaba Iggy, que en Dirt, con ese bajo y batería constantes, ambiente cíclico y la guitarra arañando, hablaba de supervivencia: “He sido basura y me han hecho daño, pero me da igual”. Le seguía el postblues a lo Bo Diddley 1970, con Ron Asheton incendiando tus oídos, Iggy voceando “me siento bien” y la aparición del desquiciado saxofón de Steven McKay acercándose al free jazz.

El saxo sigue presente en los dos cortes restantes, casi sin solución de continuidad: el largo tema titular, entre el granito eléctrico y lo experimental, con Iggy voceando “he venido a jugar”, y un L. A. Blues que surge de la pura improvisación y se adelanta al noise rock y al Metal Machine Music de Lou Reed. La reedición se amplía con cortes extraídos de las sesiones, a veces con sonido maquetero de las canciones editadas, más acelerada en el caso de T.V. Eye, y otras que se quedaron fuera, como el blues Lost in the Future, con elevado protagonismo del saxo, o Slide (Slidin´ the Blues), con un groove y una guitarra ortodoxa, o las versiones singles de Down on the Street, recortado en duración.

Siouxie

Coincidiendo con Halloween, Siouxie and the Banshees reeditan All Souls, recopilación con un contenido elegido por la propia sacerdotisa del frío para esta festividad y que incluye clásicos de la banda y algunas rarezas.

Con el propósito de convertirse en una colección temática y limitada a 3.000 copias de vinilo y compacto, agrupa clásicos como Halloween, Spellbound (suena en Stranger Things 4) y el orquestal Fireworks e incorpora temas adecuados como El día de los muertos y caras b. La oscuridad, la voz gélida, los ritmos tribales de Budgie y las atmósferas obsesivas que convirtieron a The Banshees en icono del afterpunk conviven con la balada Something Wicked (This Way Comes), el groove funk de Supernatural Thing o los guiños latinos. Por cierto, Robert Smith toca en Something… aunque la herencia de The Cure se aprecia más en Sweetest Child.