Líder de la llamada salsa social, autor de Pedro Navaja, Siembra y Patria, exministro de Cultura de Panamá y también actor de éxito, Rubén Blades es una de las figuras más importantes de la música popular del último medio siglo. “Un escritor y cantador de historias”, un cronista de lo que ha vivido y visto en una larga vida con un pie en América Latina y otro en Estados Unidos. “Soy de izquierdas, pero no de las dictaduras de izquierdas, y escribo para la gente, no ideología”, ha indicado a su paso por BIME este miércoles en Euskalduna Jauregia.
A sus 77 años, Blades considera que “nunca es demasiado tarde para ser feliz”. Así se lo ha explicado al periodista Fernando Navarro, con el que ha compartido una larga charla, a veces clase maestra, otrora lección de vida, en un abarrotado Euskalduna. Sin duda tan grande y relevante como Dylan y Springsteen, Blades ha defendido en el inicio que “los destinos se hacen, no se heredan”, poniendo como ejemplo su carrera, inicialmente ligada al derecho. “No pensaba hacer música cuando llegué a Nueva York, en 1973, una ciudad extraordinaria en lo cultural pero en la que me sorprendió el ruido de las sirenas y el olor a tabaco, diesel y mierda”, ha recordado.
Empezando desde abajo, trabajando repartiendo el correo en el sello Fania, que impulsó la salsa en los 70 hasta que fue descubierto por Ray Barretto, Blades considera que “he llegado tan lejos” debido a su formación en derecho ante el trato recibido por parte de discográficas, clubes y promotores. “Escribir lo menos posible para decir lo más posible”, ha sido la máxima de un autor que se considera escritor. “La salsa tiene cosas que la gente trivializa, pero en aquel Nueva York de los 70 creó espacios, como sucede también con el deporte, en mi caso el basket, que evitó el racismo con los bailes los fines de semana, donde no importaba el color de la piel ni el dinero que tuvieras”, ha indicado.
Salsa consciente
Ariete de la considerada salsa social o consciente, Blades reniega del término. “¿Un intelectual yo? ¿Y los demás qué son, salvajes?” se ha preguntado al ser cuestionado por la etiqueta. “No somos productos, sino seres humanos. Yo siempre he escrito sobre lo que sucedía a mi alrededor, bien como protagonista o como testigo, ya que soy un cantador de historias, un cronista que cree en la necesidad de comunicarse, en la empatía y solidaridad, en evitar el yo”, ha aclarado, poniendo como ejemplo su canción Amor y control, “que no es para animar fiestas; siempre he huido de lo comercial”, ha apostillado.
Todo un referente para artistas de generaciones posteriores como Residente, Fabulosos Cadillacs o Stay Homas, con lo que ha colaborado y “aprendido también”, al igual que con figuras del rock como Lou Reed y Elvis Costello, Blades ha defendido su papel como “cronista” y su visión humanista de artista panamericano, abierto a todo un continente, y, a posteriori, a todo el mundo. “He intentado siempre ser lo más claro y lo más objetivo posible. Soy de izquierdas, pero no de las dictaduras de izquierda, en algunas de las cuales hay mucho sinvergüenza. Por eso he sufrido problemas en Cuba y en Miami. Yo escribo para la gente, no hago ideología”, ha indicado.
“El sueño de uno es el sueño de todos”, ha explicado al ser cuestionado por ese territorio latinoamericano llamado Hispalia que tan bien retrató en su disco Estoy buscando América. Después, ha rechazado el término carrera para referirse a su vida artística, que dijo haber destruido él mismo en varias ocasiones con su regreso a la Universidad tras él éxito en los 80 o cuando se introdujo en la política, primero como candidato a la presidencia de Panamá, en 1994, y luego como Ministro de Turismo a lo largo de un lustro, por una cuestión de “autodefensa propia”.
“Yo quería ocuparme de las cárceles, pero me dieron Turismo. Salí de allí mejor persona de lo que entré, y queriendo más a mi país”, ha explicado antes de abogar por gobiernos que “piensan en la gente y buscan cambiar su tierra en temas como la vivienda, cuya carencia nos debilita a todos”. “Salí de ministros sin avergonzarme de verme la cara y sin haber robado ni un real. La política no corrompe, como dice la juventud, lo que me duele, pero sí la desenmascara. Si alguien se corrompe, es porque algo viene de atrás”, ha apostillado.
Defensor del derecho a opinar pero radicalmente en contra de respetar postulados que vayan contra “la solidaridad y la democracia”, la leyenda panameña se ha declarado honesto –“tengo muy mala memoria para mentir”– y ha expresado sus temores ante el avance de la IA. “Ya en un congreso en Harvad, hace 30 años y ante responsables de los mass media de Estados Unidos, comenté que corríamos el riesgo de ser la sociedad con más acceso a la información y, a la vez, poder morir de ignorancia. Ahora, con la IA, es peor aun. Bien utilizada puede ser positiva, pero yo me he visto en TikTok en silla de ruedas y luego poder levantarme tras probar un ungüento. Y eso sin tener en cuenta el impacto que puede tener en puestos de trabajo y que puede ser usada para el mal”, ha indicado.
Cine y un libro
Blades, que tuvo recuerdos emotivos a la vez que graciosos de sus encuentros con Paco de Lucía, Bad Bunny, Residente y hasta un John Lennon a quien no llegó a hablar, ha confirmado que está a punto de concluir un libro autobiográfico que inició en la pandemia y que tras su éxito en la serie Fear of the Walking Dead, tiene varias películas pendientes de estreno y rodaje, con Jonás Cuarón y junto a Antonio Banderas, respectivamente.
“Lo de ser actor nunca lo pensé. Es curioso porque en Estados Unidos las generaciones más jóvenes me conocen más por la serie de zombies que por la música. A mis 77 años es difícil conseguir papeles. Piensan: ¿está vivo, todavía puede andar?”, ha explicado entre risas una leyenda que reconoce la importancia de la suerte en el desarrollo personal y artístico de la gente y que ha dejado como despedida una frase mágica: “nunca es demasiado tarde para ser feliz y para tener éxito”.
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