Tal día como hoy, 25 de agosto, hace medio siglo, salió a la venta Born to Run, de Bruce Springsteen, uno de los discos claves de la historia del rock, una epopeya musical épica que habla de sueños, fe, realidad y cicatrices adolescentes a ritmo de rock, pero también de soul y jazz. Con la efeméride como excusa, que se acompaña del lanzamiento por Sony Music de la toma descartada de estudio de 1975, Lonely Night in the Park, pasamos revista a un álbum mítico que sigue más que vigente, como demostró su autor en sus recientes conciertos en Donostia.

Tras publicar sus dos primeros discos, Greetings from Asbury Park y The Wild, the Innocent ant The E Street Shuffle, que lograron buenas críticas pero pasaron desapercibidos comercialmente, Born to Run podía tanto abrir la puerta del éxito como de su tumba artística tras el ultimatum de su discográfica: resultados o a la calle.

El disco arrancó con la composición de la canción titular, que escribió sentado al borde de su cama, en una casita de alquiler en West Long Branch, en Nueva Jersey, “en pleno curso acelerado de rock and roll de los 50 y 60”. Al lado del catre, sobre la mesilla, descansaba un tocadiscos que le adentraba en “la tierra de los sueños”, escribe el veterano rockero en su autobiografía. Con apenas girarse “medio adormilado” podía escuchar sus álbumes favoritos de la época, protagonizados por Roy Orbison, Phil Spector y Duane Eddy.

Del último adaptó el sonido de las guitarras vibrantes y de Orbison, protagonista en la apertura del disco como vocalista de “los solitarios”, el tono vocal operístico de “un joven aspirante de registro limitado que trataba de emular a su ídolo”. Finalmente, de Spector, “la ambición de producir un ruido poderoso que sacudiese el mundo entero”. El proyecto, esas ocho canciones, buscaban sonar como “el último disco de la Tierra, el último que ibas a escuchar en tu vida… el último que realmente necesitabas escuchar”.

“No fue una pieza fácil de escribir” la canción homónima, que inició con un riff de guitarra y con los versos “vagabundos como nosotros, nena, nacimos para correr”. Estuvo dándole vueltas, con múltiples correcciones en texto y música durante medio año, fiel a esa afán perfeccionista del músico en sus primeros años de carrera. Fueron meses de “tanteos y tribulaciones” alrededor de imágenes clásicas del rock and roll, de la carretera al coche, la chica… pero adaptadas al contexto de mediados de los 70, un Estados Unidos de resaca de la guerra de Vietnam y de los asesinatos de Kennedy, Malcolm X y Luther King con las injusticias económicas y el racismo institucionalizado campando a sus anchas.

Amor, trabajo, sexo y diversión

Las letras versaban sobre amor, trabajo, sexo y diversión. Aparecen un montón de sueños por cumplir y algunas cicatrices ya acumuladas en un joven que vivía en un país como miedo y sin el futuro asegurado. La cruda realidad confrontada con los sueños adolescentes. Al menos, le quedaba la fe. “Si iba a situar a mis personajes en esa autopista ahí fuera, iba a tener que cargar todas esas cosas en el coche con ellos. Era lo que había que hacer, lo que los tiempos exigían”, escribe.

Mánager amigo La aparición del periodista Jon Landau, autor del célebre “he visto el futuro del rock and roll y se llama Bruce Springsteen” tras un concierto, contribuyó con su producción, junto al trabajo de Mikel Apple, a que apareciera “la magia” en el estudio de grabación. A ello contribuyó también la entrada de nuevos miembros en el grupo, The E Street Band, principalmente el pianista Roy Bittan y el batería Max M. Weinberg, que siguen siendo fundamentales en su poderoso sonido en 2025. Su colega de juventud, Steve Van Zandt, se dio su primer paseo por el estudio de grabación aunque solo aportó coros en Thunder Road.

La presión aumentó durante la grabación del disco en los estudios Record Plant de Nueva York, ya que lanzaron la canción titular, situada en el centro capital del vinilo, sin tener listo el resto del disco. Se iniciaba con otro himno que no falta nunca en sus conciertos, un Thunder Road en el que presentaba ya a los personajes. Se abría con “la puerta de tela metálica se cierra de golpe, el vestido de Mary revolotea”, y concluía con “nos largamos de aquí para ganar”. Establece metas y eleva las expectativas, según Bruce.

Luego aparecía otra habitual en vivo, Tenth Avenue Freeze–Out, una juerga callejera alimentada de rock y soul que ahora sirve para recordar a los miembros fallecidos de la banda. Los arreglos de metales son cosa de Van Zandt aunque no aparecen en los créditos. Le siguen la vaporosa y veloz Night, hija del espíritu de Bo Diddley; el dolor de la amistad rota de la épica Backstreets con esos pianos y órganos inolvidables mientras Bruce canta “juramos que seríamos amigos para siempre corriendo por los callejones”.

Cara B

La segunda cara, iniciada con Born to Run, prosigue con el ritmo a lo Bo Diddley de She´s the One, compuesta con el saxo de Clarence Clemmons como excusa, y la desconocida Meeting Across the River, la historia de unos pequeños delincuentes a ritmo de jazz con el añadido de la trompeta de Michael Brecker y el bajo de Richard Davis, colaborador de Van Morrison. Y la obra maestra se cierra con la joya de la corona, la epopeya de Jungleland, casi 10 minutos de una batalla épica cercana a la comedia musical y ambientada en la noche, la ciudad y un campo de batalla espiritual –“de las iglesias a las cárceles–” con el piano acompañando siempre y el saxo echando fuego en un solo para la eternidad.

Aquellos amantes adolescentes del inicio llegaban al final “en manos del destino, en una tierra donde reina la ambivalencia y se desconocía el mañana”. Bruce venció sus dudas y acabó publicando un disco que se convirtió en n.º 1 y le proporcionó las portadas de Time y Newsweek tras rendirse a su “ego y ambición”. Y el resultado le explotó en la cara cuando se vio en las revistas. El chico rockero y de la calle no sentía “cómodo” ante “el estrellato”. De hecho, acabó retirando la publicidad de las vallas en la presentación europea del disco, en el Hammersmith Odeon de Londres. El DVD del concierto es puro fuego, pero esa es ya otra historia.

Inédito

Con motivo del 50º aniversario del álbum, Sony Music Spain ha publicado la canción Lonely Night in the Park, grabada en las mismas sesiones, en Record Plant. Aunque fue considerada para su inclusión en él, finalmente quedó fuera al apostarse por Meeting Across the River. El tema suena claramente deudor de sus compañeras de la época, se presenta con una gran calidad de sonido y se acompaña de una selección de imágenes inéditas de la sesión realizada por Eric Meola para la portada del álbum.