En la vida, pero sobre todo en el arte, conviene exhibir una personalidad radical si quieres que tu obra sobresalga por encima de la media cuando aspiras a convertirla en algo único y perdurable. Sobrado de ella está Sparks, el dúo creado por los hermanos Mael hace medio siglo y que visitará el Bilbao BBK Live en apenas 10 días para presentar su último disco, MAD! (Transgressive Records. Pias). Chisposos desde su denominación, caústicos, libérrimos, complejos y raros en la amalgama estilística de su repertorio, que va del pop al art rock, la electrónica, el glam, lo progresivo o la música clásica y la ópera, el dúo ha creado un estilo en sí mismo… el suyo propio.

A mi manera, cantaba Sinatra. Desconocemos si el crooner, al que se referían en When Do I Get to Sing My Way , a ritmo de Pet Shop Boys, estaba entre los preferidos de la familia Mael, cuyos hijos Ron (el hermano mayor, compositor, teclista y bigote entre Chaplin y Hitler) y Russell (el menor y cantante) acabaron creando Sparks a principios de los 70 tras la enseñanzas obtenidas de las escuchas de rockeros como Elvis, Jerry Lee Lewis y Little Richard, y el pop que sonaba en la AM de la dorada California en los años 60.

Toda su carrera, desde unos inicios bajo el nombre de Halfnelson e influenciados por el cine y grupos británicos como The Who y The Kinks, es una declaración orgullosa de personalidad exacerbada, una especie de manifiesto de los hermanos por significar que Sparks es una banda que siempre, desde que Todd Rundgren les apoyó en su debut, ha hecho las cosas a su manera, como aclaran a los despistados en la canción que abre su nuevo disco, que presentarán el sábado 12, a las 20.30 horas, en el Bilbao BBK Live, justo antes de la diva Kylie Minogue.

Proyecto artístico reputado y siempre difícil de encasillar, cuenta con varios discos históricos como Kimono My House, bandas sonoras, óperas, colaboraciones con Tony Visconti y Georgio Moroder, y hasta varios n.º 1. Su disco compartido con Franz Ferdinand, su éxito en Glastonbury y el documental The Spark Brothers les han reivindicado ante las nuevas generaciones que corean en festivales indies unas canciones marcadas por el ingenio de las letras de Ron, el falsete de Russell y un estilo inabarcable en su desarrollo instrumental.

Es precisamente en ese documental, disponible en Netflix, donde se advierte la compleja personalidad de estos tipos raros, muy raros para California de la que huyeron a Londres para lograr el éxito. Su proceso evolutivo, como se aprecia en la película, es uno de los más reveladores del mundo del rock y el pop de las últimas décadas, como se encargan de destacar desde el exfundador de Depeche Mode Vince Clark a Björk, pasando por miembros de Duran Duran, New Order, Beck, Red Hot Chili Peppers… “Hemos influenciado a todos”, aseguran ellos en el documental, en el que sus discípulos les sitúan “entre la belleza y la repugnancia” y entre “Hitler y Marc Bolan”, y les definen como una fantástica “anormalidad”.

Unos locos maravillosos

Enigma total, como si vinieran de otro mundo y siempre artísticamente innovadores dentro de unos parámetros muy propios y asentados, Sparks llegarán a Bilbao en un único concierto estatal incluido en la gira de presentación de su último disco, Mad!, que incluye conciertos en varios continentes, de América a Asia y Europa. Su trigésimo disco de estudio ofrece una docena de canciones y ya desde su inicio dejan las cosas claras con Do Things My Own Way.

A su manera, sin imposiciones; como siempre. “Nos pareció apropiado, ya que esta canción, la primera que hicimos, representa la esencia del álbum y de Sparks”, explica el dúo sobre una declaración de intenciones a ritmo de synth–pop y new wave con incrustaciones sinfónicas. El mensaje es claro, lo suyo va de “romper las reglas”, sin pedir disculpas y “sintiéndome bien”, canta Ron antes de confirmar que lo harán siempre y “sin complejos” porque su compromiso artístico “no es una moda pasajera”.

El resto del disco no le va a la zaga en la reivindicación propia a la hora de hacer música. Da igual que sea en un tono lírico o melancólico, en el caso de JanSport Backpack; en clave de guitarras eléctricas con “lalalás” marcianos y marca de la casa en Hit Me, Baby; el musical con teclado minimalista en Running Up A Tab at The Hotel For The Fab; algodonosas baladas electrónicas como My Devotion; guiños a la música clásica en I–405 Rules; el pop en Drowned in a Sea of Tears o una A Long Red Light que conecta a Krafwerk, vía Moroder, con una orquesta clásica y voces operísticas.

El disco concluye con Lord Have Mercy, una canción de amor de sonoridad gospel, en la que le cantan al amor y a la piedad como medicina contra “los profetas del miedo y la fatalidad”. Ron la cierra cantando “una canción no significa nada en el gran esquema de las cosas”. A pesar de ello, conviene prestar atención a sus irónicas y caústicas letras, en las que pasan revista a rupturas amorosas y a la vida en 2025, en clave de desesperanza y, “en un subtexto más amplio”, aludiendo a Trump, reconoce el dúo.

Y lo hacen desde un prisma donde se refleja la violencia actual, el poder, la gratuita y nada satisfactoria pasión por el lujo, la devoción y el fanatismo obsesivo, la fascinación de la noche, la belleza rojiza de la autopista de Los Ángeles al caer el sol… Ante tanta incertidumbre, mejor seguir el consejo de A Little Bit of Light Banter, en la que abogan por encarar la vida, el amor y el destino con cierta ligereza y sentido del humor. Mejor acostarse hablando “de arte, música y películas sin armas”, aunque con ellos nunca sabrás si van en serio.