Apunto de cumplir 80 años, Neil Young no se atiene a reglas. Hiperactivo, rescata discos de sus archivos a un ritmo frenético pero publica canciones nuevas cuando le viene en gana. Las incluidas en Talkin With The Trees (Legacy. Warner), su 46º álbum, ofrece una mixtura de las dos vertientes de su carrera: la eléctrica y furibunda, y la apacible y campera, entre el folk y el country más bucólicos. Así que su repertorio actual recupera el espíritu y la rabia de maestros como Woody Guthrie en dardos afilados contra el fascismo de Donald Trump y Elon Musk, a la vez que se deshace en elogios al amor y la vida familiar. 

Para el tiempo que me queda en el convento… Dejo al lector que complete la alocución escatológica que define el momento de Young, ajeno a convenciones e imposiciones a unos meses de ingresar en el club de los octogenarios y cuando se cumple, esta semana, medio siglo del lanzamiento de su oscuro y derrotista Tonight’s The Night, el dolor reconvertido en arte popular imperecedero. 

De actualidad reciente por su aval a Springsteen a las críticas a la Administración Trump, a la que exigió que salvara a EE.UU. del desastre al que le ha abocado, apenas había acabado de aclarar al presidente que no le tenía miedo y criticar que “está fuera de control”, cuando se descuelga con Talkin to the Trees y una gira internacional –primera en seis años– que pasa de largo por el Estado. Tras rescatar Oceanside Countryside, álbum inédito de 1971, y publicar Coastal Soundtrack, banda sonora del documental de su última gira, realizada por su esposa, la actriz Daryl Hannah, se descuelga ahora con Talkin to the Trees, grabado junto a su nuevo grupo, The Chrome Hearts, que, en realidad, no es tal, ya que lo forman Micah Nelson (guitarra), Corey McCormick (bajo) y Anthony LoGerfo (batería), lugartenientes recientes de Young bajo el nombre de Promise of The Real, con el añadido del teclista Spooner Oldham, que ya colaboró en Harvest Moon hace más de tres décadas. 

Dualidad eterna 

Grabado en Malibú y producido por Young junto a Lou Adler, Talkin to the Trees contiene una decena de temas que se mueven en la dualidad eterna de una obra que está, por derecho, en el Olimpo del rock, entre la ferocidad eléctrica, en este caso con el objeto de expresar su crítica a la situación política, social y medio ambiental mundial, y llamar a tomar partido y “levantarse otra vez”, y los aires bucólicos y campestres de su obra más acústica. Es un disco tan político como íntimo, de alguien capaz de tocar en festivales de apoyo a los granjeros y a activistas de izquierdas, a la vez que disfruta y alaba su vida familiar junto a su esposa e hijos. Woody Guthrie llevaba en su guitarra el lema “esta máquina mata fascistas” y Young, alumno aventajado, le toma el relevo, apuntando a Trump y Musk, cuando canta “si eres fascista, entonces cómprate un Tesla; si es eléctrico no importa”

Lo hace en Let’s Roll Again, envuelto en una tormenta eléctrica inspirada en This Land Is Your Land, de Guthrie, y con armónica acerada. El tema, que incluye el verso “vamos América, protejamos a nuestros hijos”, respira el ambiente. Irascible de su álbum Living With War, publicado en tiempos de la guerra de Irak. Y ese contexto sonoro y político se repite en Big Change, con más artillería y bullicio eléctrico a lo Crazy Horse, en la que nos anima a provocar que “el gran cambio”, más necesario que nunca tras los incidentes en L. A., “no se retrase”.

A veces, el tormento eléctrico, los riff sucios y abrasivos, le sirven en Dark Mirage para confesar el lado doliente y oscuro de su vida familiar. “He perdido a mi pequeña”, canta tras su distanciamiento de su hija Amber Jean tras la muerte de su madre, exesposa de Young. Y mientras sueña con “convertir el deseo en realidad”, referido a su reconciliación, el resto es ozono acústico, a excepción de Movin Ahead, un destartalado rock blues, retorcido y con fuzz, que podría firmar el añorado y desaparecido Tom Waits, con guitarras y un teclado que parecen gemir de dolor. 

Es ahí, en piezas como Family Life, tonada acústica y folk que canta “desde el corazón”, donde inicia sus loas sobre la vida familiar con Hannah y sus hijos, que prosiguen en First Fire of Winter –“siempre estaré aquí contigo”, canta con una melodía que nos retrotrae a Helpless–, entre guitarras acústicas, dulces armónicas y arreglos de slide guitar. 

Más trotón suena el honky tonk Silver Eagle, en tributo a su autobús de gira… y a Guthrie de nuevo, mientras que la balada con piano jazz Bottle of Love pierde trascendencia ante sus compañeras y la postrera, delicada y bellísima Thankful parece, a sus casi 80 años, una despedida en tono country, un “gracias a la vida” entre “risas y lágrimas” que evoca al aire melódico de Harvest Moon. Sin llegar a sus obras míticas, Young nunca decepciona. Y, lejos de preocuparse, conociéndolo, seguro que de agur, nada. ¿Quizás nuevo disco este mismo 2025? l