Para Eduardo Mendoza, una feria es lo contrario de la guerra “y si, además es la del libro y encima me dan un premio, ya no se puede pedir nada más”. Al escritor catalán, reciente premio Princesa de Asturias, le paraban ayer sus lectores y lectoras por el Paseo de El Arenal, donde se celebra hasta el próximo día 8 la fiesta de las letras. Sus novelas con tintes de humor e ironía, con una visión desenfadada y humanista de la existencia, ha seducido en el último medio siglo a público y crítica. Mendoza (Barcelona, 1943) aprovechó también su visita a Bilbao para ofrecer una conferencia en la Biblioteca de Bidebarrieta en torno a su última novela, Tres enigmas para la organización y la reedición de La verdad sobre el caso Savolta, en el 50 aniversario de su publicación.
No le paran de dar premios...
Creo que también es la edad; hay un momento en el que empiezan a decir vamos a darle premios, pero bienvenidos sean. Además, para mí todos son igual de importantes.
Creo recordar que en alguna entrevista comentó que había decidido no volver a escribir novelas.
Y lo dije sinceramente, no fue un truco publicitario. Yo tenía intención de no escribir ya más novelas pero para cuando me di cuenta estaba escribiendo. Creo que las novelas me escriben a mí, no las controlo.
Su último libro, ‘Tres enigmas para la organización’, ya no está protagonizada por un detective chiflado, sino por nueve.
En esta ocasión son tres casos, es un grupo secreto absurdo que se dedica a conectar a casos que corresponden a cuerpos de seguridad diferentes, la guardia urbana, la Civil, la Policía Nacional... Tienen que ver cómo están relacionados la desaparición de un extranjero en un barco, un muerto que aparece en un hotel y una empresa de conservas que no ha subido precios como las demás.
Hacía tiempo que no publicaba una novela de detectives...
Las voy combinando con otro tipo de libros, me parece un género muy simpático, le tengo mucho cariño pero tampoco me gustaría ser un escritor de novelas policíacas. Yo escribo otro tipo de novelas y, de vez en cuando, una policíaca. Hay varios escritores y escritoras que hacen lo mismo, incluso a veces con nombres distintos.
Este año se cumplen 50 años de ‘La verdad sobre el caso Savolta’, un libro de lectura obligada en lo que antes se llamaba BUP.
Lo de obligada me convierte un poquito entre maestro y torturador de niños... Pero, bueno, está muy bien porque mirando hacia atrás veo que mucha gente se ha iniciado en la lectura con mis libros y eso es una gran responsabilidad, pero también una satisfacción muy grande. Y que conste que ahí yo no intervine, no hubo influencias...
Ha confesado que no se esperaba que la novela tuviera tanto éxito...
La escribí cuando tenía 25 años, estuve paseándola por varias editoriales, que me la rechazaron porque era un tipo de literatura que entonces no se hacía. Finalmente, cuando se la quedaron, tardaron dos años más en publicarla, o sea que desde que la escribí hasta que se publicó pasaron cuatro años. Pensé que ya era una cosa muerta y además estaba viviendo en el extranjero, con lo cual cuando volví descubrí que había tenido muy buena acogida. Estaban cambiando mucho los tiempos y con los tiempos, cambiaban los gustos.
Y cincuenta años después, ¿cambiaría algo?
Yo no la he vuelto a leer. He leído algún fragmento porque alguien ha hecho un estudio o me ha preguntado algún un traductor, pero no me gusta volver a leer mis libros porque primero pienso “lo cambiaría todo”; otras veces pienso al revés, “ya no sería capaz de hacer esto”, y al final, no lo disfruto como lector.
¿Y disfruta escribiendo?
Lo paso muy bien y no solo con las novelas de humor, con todas lo paso muy bien pensando frases, buscando palabras, construyendo diálogos... Lo haría por gusto, sin cobrar; que no se entere la editorial, que no se entere nadie (bromea). Pero sí lo haría sin cobrar.
El humor y la ironía están siempre presentes en su obra...
Son parte de mí, soy así, no puedo cambiar. Hay personas que son trágicas y personas que como yo nacimos con el humor incorporado. Y ahí está presente, es que no puedo pensar una cosa sin humor.
Ha confesado que tiene dos tipos de novelas: las serias, que les cuesta parirlas, y las tontas, que las escribe con relativa facilidad.
Todas son parte de mí, es como el que hace un primer plato, un segundo plato y un postre, no tiene que hacer los tres platos de sopa. Antes unos escribían dramas y comedias. Ha habido en la novela más especialización, yo hago de todo: novelas históricas, novelas policíacas... Todo lo que encuentro lo aprovecho. Disfruto con todas, cada una tiene su forma de ser, creo que la vida es muy variada.
¿Escribe a mano o en ordenador?
Escribo en papel y con pluma estilográfica de tinta, que voy rellenando de un tintero. Es la única manía que tengo.
¿Algún día vamos a conocer el nombre del detective innombrable de ‘El misterio de la cripta embrujada’, ‘El laberinto de las aceitunas’, ‘La aventura del tocador de señoras’ o ‘El enredo de la bolsa y la vida’?
No, nunca; me lo llevaré a la tumba.