La escena de la Anunciación (c. 1485-1490) de Pedro Berruguete, se sitúa en un interior palaciego con una Virgen María vestida con túnica roja y manto azul, que recibe al arcángel San Gabriel, suspendido en el aire y con la paloma del Espíritu. Suspendido en el aire, el arcángel porta en la mano izquierda un cetro con la filacteria de saludo a María y le anuncia que va a ser madre de Jesús. La paloma del Espíritu Santo sobrevuela el instante. El cuadro del artista procedente de una familia hidalga originaria de la comarca de Las Encartaciones formaba parte de un retablo con escenas de la vida del Virgen que, posiblemente, estuvo destinado a alguna iglesia palentina y representa un buen ejemplo del arte de Berruguete, un pintor que supo crear un estilo propio con el conocimiento de las principales escuelas de la época.

Tras permanecer prácticamente inédito desde que fue pintado hacia 1485-1490 antes de su llegada en 1950 a la colección Arburua, se exhibirá durante los próximos cinco años en el Bellas Artes de Bilbao tras ser sometido a un proceso de recuperación, gracias al programa Iberdrola de Conservación y Restauración.  

La obra restaurada luce en toda su esplendor y ha sido presentada hoy por el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza; la diputada general de Bizkaia y presidenta del patronato, Elixabete Etxanobe; y el conservador de Arte Antiguo del Museo de Bellas Artes de Bilbao, José Luis Merino Gorospe.

Asimismo han asistido el presidente de la Fundación Iberdrola España, Jaime Alfonsín, la historiadora de arte español Pilar Silva y la restauradora del Museo del Prado hasta 2021 Elisa Mora Sánchez y, en representación de la colección propietaria de la obra, Juan Manuel Arburua y Bárbara Cosculluela.

Una obra maestra del Renacimiento español

El cuadro es una obra maestra del Renacimiento español y se documenta hasta ahora por una única fotografía fechada en 1916, por la que se deduce que, a lo largo de su historia, ha sido restaurada antes de pasar a la colección actual.

Por un lado, la historiadora especialista en pintura hispanoflamenca y del primer Renacimiento Pilar Silva Maroto –jefa de Conservación en el Museo Nacional del Prado hasta 2017– ha estudiado la obra desde un punto de vista histórico y estilístico en el contexto de otras pinturas del autor que tratan la misma iconografía.

Por otra parte, los aspectos materiales de la pintura han estado a cargo de Elisa Mora Sánchez -restauradora del Museo del Prado hasta 2021-, que ha realizado el tratamiento sobre los elementos pictóricos de la obra, y de Mayte Camino Martín –restauradora del Prado- quien se ha ocupado del tratamiento de los fondos dorados.

Realizada entre septiembre de 2024 y marzo de 2025, la intervención de conservación y restauración de este óleo sobre tabla ha perseguido la recuperación del equilibrio visual que, a lo largo de sus más de cinco siglos de existencia, se ha visto comprometido a causa de diversos factores.

Para abordar el tratamiento se ha requerido de dos especialidades diferentes, para la capa pictórica y para los elementos dorados respectivamente, restituyendo así la belleza y la armonía del conjunto.

Además de restablecer “el lujo visual” del conjunto, la restauración ha permitido recuperar detalles como el nimbo de la Virgen o los rayos de la paloma del Espíritu Santo.  

Silva ha destacado que en el cuadro se aprecia la “sobriedad” de elementos narrativos propia del arte italiano, que es compensada por el uso “abundante” de oro propio de la pintura castellana, un banco que presenta una tracería propia del gótico de Castilla y una rica decoración de los tejidos que recuerda a la pintura flamenca.

Retablos

Pedro Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1450- ¿Madrid?, 1503), perteneció a una familia hidalga procedente de las Encartaciones. Adquirió su primera formación en Castilla con un pintor hispanoflamenco y posteriormente completó sus estudios en Italia. Durante su estancia en ese país concilió el arte flamenco con el italiano, a la vez que accedió al arte clásico.

De vuelta a Castilla se adoptó a los encargos que recibía, en su mayoría retablos, que debía ejecutar en un plazo más corto y por un precio menor, y a pintar “abundancia de oro”, a lo que “se le otorgaba más valor que a la mano del artista.