El Museo San Telmo acoge hasta el 29 de junio una exposición dedicada al txistu, la alboka, la xirula, el pandero, la dulzaina, la txapalarta y otros instrumentos de percusión que se han convertido en parte de la cultura vasca. En esta ocasión, en cambio, el foco principal se ha puesto en su fabricación y en los artesanos encargados de su elaboración.
El protagonismo de la exposición está centrado en el oficio que hay a la sombra de cada instrumento. El paso del tiempo ha cambiado los materiales y los métodos de fabricación de cada uno, y a través de las diferentes herramientas que se exponen en el museo se pueden entender mejor la evolución y los cambios que ha sufrido cada instrumento.
El museo ha reunido más de 70 ejemplares en la sala Laboratorium, que se ha dividido en secciones para poder conocer más fácil la historia y la evolución de cada instrumento. Junto a varios ejemplares de cada uno, que han sido donados por artesanos, grupos particulares o museos como Soinuenea de Juan Mari Belntrán, se han instalado carteles informativos y fotos históricas que permiten ahondar en su origen. Para los más curiosos, también existe la posibilidad de conocer el sonido de cada uno de ellos gracias a las interpretaciones que se pueden escuchar en las pantallas que han colocado por la sala.
Asimismo, se han recreado pequeños talleres de fabricación para conocer, entre otros, el proceso de fabricación de un txistu. Los visitantes pueden ver la evolución del instrumento, desde que es un único trozo de madera de ébano, hasta que finalmente se convierte en la flauta más icónica de la cultura popular vasca.
El txistu, un instrumento que se toca con una sola mano, es probablemente el instrumento más extendido de la música tradicional vasca. El txistulari de hoy es el heredero del músico capaz de hacer sonar la flauta a la vez que un tamboril que se extendió en la Europa medieval. Su fabricación ha experimentado un gran desarrollo técnico, sobre todo a lo largo del siglo XX. Así, se ha estandarizado sus dimensiones y se ha generalizado el uso de los materiales ampliando y facilitando la afinación, por ejemplo.
Una de las variantes del tradicional instrumento es la xirula, otra flauta recta. Es de menor tamaño, y por ello su sonido es más agudo e intenso. Con el paso del tiempo la diferencia respecto al txistu se ha ido incrementando, y a día de hoy, sobre todo, es utilizado en el mundo de las dantzas en Iparralde, y sobrevive mayormente en Zuberoa. En cuanto a su fabricación, no ha sufrido cambios significativos a lo largo de la historia, y se sigue elaborando con una sola pieza de madera de boj.
La música popular vasca no tiene otro instrumento que se parezca a la alboka, un clarinete doble que produce su sonido a través de dos boquillas de lengüeta simple. Su uso se remonta al siglo XV, y desde finales del siglo XX se cree que está inmerso en un proceso de renacimiento, generando cambios en su proceso de construcción, sus posibilidades sonoras y, en consecuencia, su repertorio.
Familiar del oboe, la dulzaina es otro emblemático instrumento de la cultura popular vasca a pesar de que su fama no alcance la de otros instrumentos debido a que tradicionalmente se ha utilizado en fiestas del medio rural. Su modo de transmisión no ha sido académica, ya que muchos dulzaineros tocaban solos o acompañados de un tambor.
Percursión
Una tabla colocada sobre dos cestas que se golpea con dos palos: la txapalarta es un instrumento singular, y a pesar de que la escasa documentación dificulte conocer cuál es su verdadero origen, ha sufrido un repunto importante en los últimos años. Ha pasado de ser un instrumento casi olvidado a convertirse en un símbolo cultural de vanguardia. En consecuencia, el instrumento se ha hecho más complejo, y si antes se utilizaba una sola tabla, ahora se utilizan múltiples tablas afinadas que pueden formar escalas completas.
Con acompañamiento o sin. Cantando a la vez o no. Su capacidad para marcar el ritmo y su ligereza y versatilidad han convertido al pandero, junto al tambor, en el instrumento de percusión más utilizado de nuestra música popular, y su uso está documentado desde el siglo XVI.