Robe Iniesta (Plasencia, 62 años) es leyenda de la música popular estatal desde que liderara Extremoduro con una canciones agrias y rabiosas punteadas con versos entre el exabrupto y la poesía más lírica. Ahora, en solitario, sigue haciendo historia reventando pabellones en la gira de su cuarto disco, Se nos lleva el aire (El Dromedario Records), que llega esta noche al Bilbao Arena de Miribilla con entradas agotadas hace semanas y tras superar las 300.000 entradas vendidas. “He sido libre siempre, no me pongo límites al componer, no me censuro. Hago lo que me pide el cuerpo”, explica un Robe celoso de su intimidad y que llama a DEIA desde un teléfono oculto desde “algún lugar cercano a Bilbao”, donde reside desde hace 25 años.

No le gustan entrevistas y ha agotado entradas.

No hay que ser un cabrón intransigente y hay momentos para hacerlas, como ahora, con disco nuevo y en gira. No hay que estar todo el día dando la brasa aunque hay gente que quiere estar todo el día ahí, dando su opinión.

Parece otro, hasta le dan premios. ¿Se le ve de otra manera?

Lo de la Medalla de Extremadura fue hace tiempo. Al rock hay que ir a buscarlo, es una música underground. Y la prensa te hace caso cuando quiere. Mi esencia sigue siendo la misma aunque es cierto que se acerca a mi música gente joven e incluso niños. ¡Y los conciertos no son para ellos! 

¿Cree que lo importante está en las canciones, que es lo que se debería juzgar?

Yo le doy a la gente mi obra, mi vida privada queda para mí y mis amigos. 

Lo decía por esa recurrente y reciente política de la cancelación.

Hay mucha gente que se indigna fácilmente, que tiene tiempo libre y mucho dinero. Ahí están esos abogados cristianos que no tienen otra puta cosa que hacer que dar la barrila, y creo que los jueces les hacen demasiado caso al admitir ciertas demandas. Deberían ser más cuidadosos con la libertad de expresión. Yo he tenido un juicio por llamar zoquetes a los de Live Nation y me pedían tres millones. He ganado, pero han recurrido. Y el abogado te cobra según la demanda, así que si no tienes pasta, la has cagado. Buscan que los músicos seamos sumisos y estemos callados. En mi caso, pinchan en hueso

“Está todo tan torcido y mal hecho en el mundo, que la solución podría ser empezar de cero”

¿Aguanta el Teleberri y la lectura de la prensa?

En mi último disco canto “ojalá revienten el mundo y sus constantes, para que todo cambie”. Está todo tan torcido y mal hecho, que la solución podría ser empezar de cero. Intento estar un poco al día de lo que pasa y no estar muy metido en la cueva, pero cuesta.

62 años y tres horas de concierto. Como Springsteen…

Yo hago descanso. En la primera parte con temas más suaves, paro unos 20 minutos y volvemos con más marcha y más rock. Es verdad que baso la gira en el último disco y que lo tocamos casi íntegro, pero picamos de otros discos y de canciones de Extremoduro que vamos cambiando. Ha sido difícil elegirlas. En los ensayos se oía: “¿y esta no la vamos a hacer?”. Al final, no hay un concierto igual, siempre hay temas diferentes.

¿Rescatar a Extremoduro es una concesión a sus fans?

Si fuera por nosotros, haríamos el último disco y Mayéutica (el anterior). ¡Y a tomar por el culo! Pero hay que buscar un equilibrio y vemos en directo cómo las canta todo el mundo. Pero no puedo estar en un escenario cantando algo que me aburra, me lo tengo que creer. Si no, se me notaría mucho. 

No diría que tuvo razón al disolver Extremoduro, pero le va bien sin estar atrapado, como canta, en “el puto pasado”.

Yo no disolví Extremoduro, pero estoy muy contento. Estoy en mi mejor momento, con canciones que gustan mucho y que la gente canta, las últimas incluso, desde el primer día. No sé la razón de esa conexión, yo me emociono con ellas al crearlas. Ya con eso me vale, pero si tiene una letra profunda, mejor. Otra cosa es si luego le tocará a la gente, al final vas a ciegas. Siempre te sorprende la respuesta, sigo sin entenderlo. 

“Estoy en mi mejor momento, con canciones que gustan mucho y que la gente canta desde el primer día”

Robe como persona ¿se deja llevar más por esa emoción o por la razón?

Intento el equilibrio, pero no sé si lo consigo. La razón ayuda, pero hay que hacer caso a la intuición y a las emociones.

¿Es más fácil todo, incluso las giras, cuando las decisiones son personales? ¿O suponen un trabajo extra?

Nosotros lo hacemos todos juntos, pero no nos echamos a la carretera y no volvemos en meses. Ahora tocamos una o dos veces cada fin de semana, porque a los conciertos hay que ir con ganas. De joven era todo más salvaje, pero hace años que funcionamos como ahora, con giras de seis meses y unos 35 o 40 conciertos.

‘Ni santos ni inocentes’ se llama la gira. ¿Guiño a Delibes o a Camus?

Surge de la foto, en la que aparecemos nosotros como en el cartel de la película. Se nos acercan chavalitos y no saben de dónde ha salido, no le encuentran sentido (risas). 

Habría que aplaudir a los jóvenes que van a conciertos de rock, no les resultará fácil con tanto reguetón y sonido urbano.

Bueno, el rock siempre ha sido así de underground, para minorías. No ha sido nunca esa música de la que hay que escapar porque suena en todos lados. Hoy es el reguetón y la música urbana, antes el pop, la de discoteca… Pero sí viene gente joven a los conciertos y dividimos bajo el escenario una zona marchosa de otra tranquila. No es una separación física, pero es curioso que los jóvenes se ponen delante, estáticos y con más atención, para no perderse nada. 

¿Cómo analiza la industria?

Lo peor no es que no puedas vivir de la música sin conciertos, sino que antes te cogía una compañía y hacías promoción y salías a tocar. Además, se publica mucho más… (duda) y no entiendo el concepto de escucha actual. Me flipa porque todo el mundo oye la misma música al mismo tiempo, teniendo una canción en una semana más escuchas que las mías en toda mi vida. Y a la semana siguiente, pasa con otra. 

“Todo el mundo oye la misma música; una canción tiene en una semana más escuchas que las mías en toda mi vida”

El algoritmo, quizás.

O el borreguismo, la madre que los parió. Convierten las canciones en usar y tirar, duran una semana. Y si es buena, para mí, debe resistir el paso del tiempo. 

‘Se nos lleva el aire’ parece aludir al reconocimiento de nuestra finitud, de no mirar más allá, y vivir y disfrutar del hoy.

Es un mensaje que no está de más recordar. A veces, parece que la vida es todo pasado o futuro, pero siempre vivimos en el presente. Disfruta de lo que hay, lo que tienes, el concierto sin el puto móvil… ¿Se lo pondrán luego a los colegas como antes el álbum de fotos de las bodas? Está bien que Dylan confisque los móviles, para llegar a la normalidad entre los extremos. Los chavales están demasiado expuestos a la publicidad. Antes sabíamos lo que era, ahora los límites están difuminados con tantos influencers y App.

¿Ha madurado? Ya no hay tanto exabrupto en sus textos. 

Es lógico tener cierta evolución y usar las palabras según el momento. Hago lo que me pide el cuerpo, no me pongo límites de ningún tipo. No planeo nada, ni me censuro, hago canciones y solo intento entender después de qué hablan. Y no siempre lo consigo (risas). En el último disco hay una que arranca con el verso: “demasiada droga incluso para mí”. Y pienso: bueno, como no la van a poner en la radio porque dura 9 minutos, digo lo que me salga de los cojones.

Y con la música también se advierte esa evolución con el violín, los teclados… Ha ganado en matices. ¿Se siente más libre al componer?

Libre me he sentido siempre, pero sí tengo más recursos y medios para hacer cosas distintas. En solitario, los dos primeros tenían más matices e instrumentos, pero desde Mayéutica hay poderío y caña, sin perder esa riqueza. Además, nos conocemos más y no nos cortamos ninguno al sugerir chaladuras. En momentos, se tocan en el genio. 

Se declara un superviviente en ‘Nada que perder’.

Ahí estamos, que sea por mucho tiempo. Y yo trabajo en lo que me gusta, no pienso en jubilarme, me veo con fuerzas. El tiempo lo dirá.

He leído que tiene prevista alguna colaboración.

Sí, es cierto. Te doy una primicia, serán dos, y después de años sin hacer ninguna. Serán con dos personas o bandas diferentes. Lo tendrán que anunciar ellos, lo mío es una colaboración solo y no soy un bocazas. 

Hará dos Wizink Center en noviembre, ya agotados. ¿Con qué sueña Robe?

Con hacer más canciones, que es lo que mueve la rueda, la de mi vida y mi trabajo. Y mandan ellas; sin ellas no habrá ganas. Ellas te llevan a juntarte en el local de ensayo, a jugar y experimentar. Y luego, a grabarlas y tocarlas en directo.

¿Se ha asustado alguna vez porque no llegaban?

Claro, hasta casi cinco años. Me salvó escribir la novela El viaje íntimo de la locura. Me sentaba y no sabía cómo componer, como si me hubiera quedado tonto. Sigo sin saber el botón que apretar, se vive siempre sin ello.

¿Una canción que hoy le “sacuda el alma”, que le “desarme entero”?

Oigo poca música, menos cuando compongo y al salir de gira. No quiero que me influya. La uso para coger ganas, escucharla, que me haga sentir y me lleve a crear algo que haga sentir lo mismo a alguien. Paso tiempo con la guitarra y es importante haber trabajado algo y tener tiempo para aburrirme sin estímulos. Ahí se me suele encender la bombilla. Aburrirse viene bien para la creación, pero si hay un poso previo.

Mi canción favorita del último disco es ‘El poder del arte’. Además de en su poder, ¿en qué cree?

También es mi favorita, pero joder qué pregunta has dejado para el final (risas). Creo en la vida, el arte, las canciones, en ser feliz, vivir el momento...