Desde sus primeras incursiones escribiendo junto a su amiga Aizpea Goenaga para Txirri, Mirri eta Txiribiton hasta el amplio reconocimiento que le brindó su papel de Bittori en Patria, Elena Irureta (Zumaia, 1955) no ha parado de trabajar. Ahora, el Zinemaldia y la asociación de productoras EPE-IBAIA reconocen toda esa labor.

Le habrá hecho especial ilusión un premio como éste, ¿no?

—Muchísima. Nunca esperas los premios, pero este todavía menos. Me dijeron que José Luis Rebordinos quería hablar conmigo y pensé que sería para hacer algo en el festival o para entregar un premio, pero cuando me dijo que era porque me iban a dar el premio Zinemira le grité; “¿Cómo?” (Risas). Fue una sorpresa tremenda. Verme en la lista de premiados con compañeros que admiro mucho es magnífico. Estoy muy agradecida.

¿Ha pensado en lo qué dirá o lo dejará para cuando se acerque la fecha?

—No, además ahora tengo otras cosas en la cabeza y ya llegará. Escribiré algo para acordarme porque luego me pongo muy nerviosa y hasta tartamudeo. Pensaré algo cortito, que siempre tengo la sensación de que todo el mundo se alarga demasiado con las dedicatorias (risas).

¿Un premio como este le lleva a echar la mirada hacia atrás, a toda su trayectoria profesional?

—Un poco. En todas las entrevistas que estoy haciendo por el premio me están recordando cuándo y cómo empecé y entonces tengo que echar la vista atrás, pero en realidad no soy de las que miran hacia atrás, sino al día a día. Ni tan siquiera pienso en el futuro, vivo lo que me toca cada día y, cuando me da sorpresas como ésta, me alegro mucho más.

Hablando de esos comienzos, ¿cómo se interesó por la interpretación?

—A mi padre no le gustaba nada que me dedicara a esto y, como había hecho un busto de barro que le gustaba mucho, me decía que me dedicara a ello. Quería que estudiara e hiciera algo y me fui a una escuela de artes y oficios de Madrid, pero como eran asignaturas muy comunes y no sabía por dónde tirar, se me hizo muy largo y lo dejé. Me fui un año de au pair a Londres y a la vuelta abrieron la escuela de teatro de Antzerti y me presenté. Me cogieron y todos los que estábamos pasamos los tres mejores años de nuestras vidas. Nos lo pasamos en grande haciendo montajes.

Nada más salir de la escuela, la televisión llamó a su puerta, ¿no?

—Unos payasos que estaban trabajando mucho, Txirri, Mirri eta Txiribiton, nos ofrecieron a Aizpea Goenaga y a mí escribirles los guiones y dijimos que sí. Empezamos a idear sus aventuras y creamos dos personajes para nosotras, así que viajábamos con ellos todos los fines de semana. Por aquel entonces, además, estaba empezando EITB y nos ofrecieron escribir un programa para la televisión –Hau da A.U.–. Nos lanzamos hacia adelante y acabamos haciendo todo, desde escribirlo y protagonizarlo hasta lo que hiciera falta. Tuvimos esa suerte del principiante porque salió bien y empezamos a trabajar en televisión encadenando una cosa detrás de otra, Beni eta Marini, Bi eta bat, Jaun da jabe... hasta hoy. Nunca pensé que esto fuera a ser mi medio de vida como lo ha sido.

Imagino que por aquel entonces serían de las pocas mujeres que escribían en televisión.

—No lo sé. Con Kontxi Odriozola también escribimos una obra de teatro que se llamaba Ama begira zazu que funcionó muy bien e hicimos muchísimas funciones, pero imagino que habría más mujeres escribiendo teatro. En mi caso, una cosa me llevó a otra y así he seguido y sigo a los 69 años.

¿Cómo llevó lo de ser un rostro conocido de la televisión?

—No he vivido eso de que te moleste la gente. En Zumaia nos conocemos todos y hay más gente que trabaja en televisión, así que, más allá de los comentarios de los que te conocen y te aprecian, no he vivido más. Nunca he sentido el acoso que ha sentido mucha gente. Si me piden una foto, por su supuesto que me la hago, pero nada más.

Debutó en el cine con una película experimental de José María Zabala.

—Eso fue antes de Dantzerti y de todo. El fotógrafo José Maria Zabala era amigo e hizo esta película, Aux, y tomamos parte todos los amigos, pero yo no pensaba en que me iba a dedicar a esto.

Sin pensarlo ha trabajado con Julio Medem, Juanma Bajo Ulloa e Iciar Bollaín, estuvo once temporadas en la serie ‘El comisario’...

—Sí, sí. Entre una cosa y otra que iba saliendo, Aizpea y yo, y también Ane Gabarain, hacíamos nuestras cosas. Cuando alguien me pregunta qué hace falta para ser actor siempre digo “hacerlo tú mismo”. Nosotras nunca esperamos  a que nos llamaran para trabajar, porque si no hoy no estaría aquí. Pensábamos que un actor tenía que saber montárselo y hacíamos nuestros propios guiones e historias. Así, además, acabas perdiéndole el miedo y, cuando luego te llaman para trabajar, piensas que qué suerte no tener que hacer no se cuántas cosas y solo actuar (risas). Aún así, yo siempre le digo a la gente que no espere a que la llamen, que lo haga y que enseñe su trabajo. Nunca hay que parar de trabajar y te verán. Si terminas la escuela y te quedas en tu casa esperando a que te llame alguien, es difícil salir adelante porque somos muchísimos los que estamos aquí y con un nivel de paro muy alto. Mi sobrino Telmo Irureta hizo exactamente lo mismo. Terminó la escuela y se puso a hacer sus monólogos por donde hiciera falta. Gracias a ello le han conocido y reconocido. Ese es el camino, trabajo y trabajo.

Tanto en su caso como en el de Telmo, además, con la mirada puesta en el euskera, ya sea en esas series iniciales como en el gran éxito de taquilla que fue ‘Aupa Etxebeste!’.

—Lo que más pena me da es que hayan dejado de hacer ficción en ETB. Sí que hay algo, pero es poco. No se hace ficción como se hacía antes y no hablo por mí, sino por la cantidad de actores que hay que se darían a conocer a través de la televisión. La gente también quiere ver cosas de ficción y no estar viendo siempre lo mismo. Cuando hemos hecho nuestras cosas por nuestra cuenta, siempre ha sido en euskera. Yo ya no voy a hacer teatro porque me resulta dificilísimo moverme desde Zumaia cada fin de semana, pero hecho mucho de menos esas andaduras del principio, cuando íbamos por todos los pueblos de Euskadi. Tengo cierta nostalgia y siempre le digo a Aizpea que tenemos que montar algo y me dice que sí, que ya escribiremos, pero ahí nos quedamos.

¿Desde el éxito de ‘Patria’ ha cambiado mucho la situación y puede seleccionar lo que quiere hacer?

—Patria ha sido una serie tan conocida que me ha dado tantas alegrías que siguen saliendo proyectos nuevos. Yo siempre sigo con la ilusión del siguiente. Podría ir a Madrid y hacer allí teatro, pero tengo ganas de asentarme en Zumaia, estoy muy a gusto aquí.

¿Ha cambiado mucho la industria en estos últimos años?

—Hay más oferta y se hacen muchas más cosas gracias a las plataformas, pero es que, además, muchas se hacen aquí. En los últimos meses he hecho tres cosas en Bilbao con equipos que no son de aquí. Están facilitando las cosas para que se trabaje más, aunque muchos de los proyectos no son de aquí ni en euskera. Estoy contenta porque tengo un proyecto nuevo que es en euskera y me hace mucha ilusión, pero, por lo demás, tampoco es que sea como para echar las campanas al vuelo.